La política exterior es la vitrina de un país y su gobierno. Esto, que parece una perogrullada, es una de las cosas que menos parece importar en todo proceso electoral en Colombia. Si alguien no lo entiende, lo invito a que mire lo que está pasando en Europa para que vea si la invasión de Ucrania por parte de Rusia es o no reflejo de quien manda hoy en el Kremlin. La guerra, y en este caso la invasión de un país por parte del vecino, también es una manera de entender la política exterior.
Cuando nos detenemos a ver lo que plantean en los debates los candidatos a la presidencia, no esta vez sino siempre, la política exterior es lo último que aparece, si es que aparece alguna vez. Esto ocurre también en las entrevistas, reportajes y todo tipo de participación pública de los candidatos en los medios. Y eso que los aspirantes al cargo tienen por delante esta vez uno de los mayores retos del próximo mandato: las relaciones con Venezuela.
En ese sentido la afirmación con la que empezaba esta columna no puede ser más cierta. La política de Colombia con respecto a Venezuela es un ejemplo de la carencia de realismo con la que se manejan tantas cosas en Colombia y una muestra más del disparate nacional. Mantener la ficción de unas relaciones diplomáticas con el “gobierno de Juan Guaidó” es algo tan peregrino como sería recibir cartas credenciales del embajador de Cataluña.
La dura realidad de la invasión rusa de Ucrania ha movido el tablero de la geopolítica mundial de tal forma que aún tardaremos un tiempo en calibrar las consecuencias, Pero ya el gobierno de Colombia ha tenido oportunidad comprobar lo equivocado que está con respecto a la política mantenida con la vecina Venezuela: Estados Unidos, el mismo país que lo embarcó en la quimera de la presidencia de Juan Guaidó, terminó enviando a Caracas una delegación de funcionarios a hablar con Nicolás Maduro.
Dicen que el tema del petróleo fue el motivo de esta visita de cortesía, pero los más mal pensados han visto en la movida algo más que razones relacionadas los recursos energéticos y apuntan más bien al hecho de que Rusia, con nadadito de perro, se ha ido metiendo en el patio trasero de Norteamérica, como es Venezuela, con venta de armas e instalación de bases militares, y esto hay que intentar frenarlo como sea.
Y Colombia en esta movida, quedó mirando al páramo. Claro que en la visita de Iván Duque a Washington le dieron el premio de consolación dizque de “aliado no miembro de la OTAN”. Pero esto tendría que haber servido por lo menos de llamada de alerta al candidato del presidente y del uribismo de cara a una posible investidura presidencial.
Pues ni por ésas. Federico Gutiérrez, el candidato del Equipo por Colombia, que cuenta con el favor del presidente eterno y del presidente en ejercicio, ya ha dicho que “a Maduro no se le puede reconocer como gobierno porque es una dictadura y quienes defendemos la democracia y las libertades no podemos hacer eso”, Lo cual, y que me perdone don Federico, es una soberana tontería.
Cuba también es una dictadura que da refugio a dirigentes del ELN y Colombia mantiene plenas relaciones con el gobierno de La Habana. Y le podría dar un montón de ejemplos de países con más credenciales democráticas que Colombia, que mantienen relaciones diplomáticas con regímenes dictatoriales por razones humanitarias, comerciales, estratégicas, etc.
Si las encuestas terminan por tener razón y llega a la presidencia Gustavo Petro, es seguro que las relaciones con Venezuela tendrán un sesgo más realista, y que habrá una política con el país vecino más aterrizada con el actual estado de cosas al otro lado de la frontera. No quiere eso decir que Venezuela dejará de ser el refugio del ELN y las disidencias de las FARC, ni que va a dejar de ser la cabeza de puente del narcotráfico que es hoy, ni que va a contener el flujo de delincuencia hacia Colombia, pero habrá canales para hablar del cúmulo de problemas que viven hoy los ciudadanos de ambos países y que no cuentan con interlocutor por la falta de comunicación existente entre los gobiernos de Bogotá y Caracas.
En lo que seguramente la Cancillería seguirá siendo igual, con Petro o con Gutiérrez, es en la política de enviar solo amigos del gobierno de turno a los destinos en el exterior. Me juego lo que sea a que la política exterior seguirá siendo política de gobierno, como siempre ha sido, nunca política de Estado. Es decir, que la política exterior seguirá siendo fiel vitrina de Colombia y de quien esté en el palacio de Nariño. Cambiar eso nunca le ha interesado a este país insular y de irredenta vocación aldeana.