La Iglesia católica, según informa Alfa y Omega, semanario de la Conferencia Episcopal Española, llevará ante Naciones Unidas la situación de violencia que vive el litoral pacífico colombiano. Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó, ha dicho a esa publicación que es la única vía que queda ante la pasividad y presunta connivencia de fuerzas del Estado con grupos paramilitares en esta coyuntura.
Por otra parte, Rubén Darío Jaramillo, obispo de Buenaventura, dice que a la ciudad ha vuelto la práctica del “picado” que había desaparecido del puerto sobre el mar Pacífico hace años. “En el basurero municipal —asegura monseñor Jaramillo— se han empezado a encontrar cuerpos desmembrados”: un brazo con mano, un pie, un pedazo de tronco”. Procedimiento empleado por los grupos armados “para crear pavor en la comunidad”.
El obispo de Buenaventura debe andar con escolta y más de una vez ha tenido que suspender visitas a comunidades alejadas de la ciudad “porque me llamaban urgentemente para decirme que había hombres esperándome”. A pesar de todo, el pasado 24 de febrero se puso al frente de una Marcha por la Paz en la que participaron las autoridades, representantes de distintas iglesias y buena parte de la comunidad. La gente superó el miedo, aunque al entrar a los barrios más peligrosos, “muchos se volvían”.
El pasado fin de semana el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Luis José Vega Aparicio y su secretario Luis Manuel Alí Herrera, viajaron a las diócesis de Quibdó e Ismina-Tadó para conocer de primera mano qué está pasando allí. Insistieron en la petición hecha en febrero por el organismo rector de la Iglesia católica colombiana, pidiendo “un alto el fuego, que cesen los homicidios, la violencia, la guerra contra la población civil”.
Para el obispo de Quibdó, monseñor Barreto, esta visita ha sido un respaldo muy grande “y muy necesario, ahora que después de meses de intentos de abordar la cuestión con el Gobierno, la Iglesia y organizaciones locales han decidido poner en marcha una Mesa Humanitaria en el Chocó y en el resto de la región, y llevar el problema a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.
El Gobierno, explica monseñor Barreto, siempre habla de “hechos aislados”, aunque la violencia esté presente “en casi todos los municipios”. Incluso según la Defensoría del Pueblo, el 72% de la población está en riesgo. “El panorama es el mismo que en los años 90, cuando las Farc y los paramilitares competían por el control de territorio y el cultivo de coca. La inacción de las instituciones públicas después de los Acuerdos de Paz ha permitido que solo cambien los protagonistas: ahora son el ELN y la Autodefensas Gaitanistas de Colombia.
Y no es que el Estado esté ausente, hay 5.000 soldados y policías en la zona. Por eso la Iglesia se pregunta por qué “el paramilitarismo campa a sus anchas”. La respuesta que escuchan de los vecinos de las comunidades es que hay “connivencia” entre ellos, bien porque se han unido para combatir al ELN, bien porque se deja que los “paramilitares sean como una avanzadilla” para la posterior llegada de empresas agroganaderas o mineras.
Cuando los jerarcas de la Iglesia católica colombiana presentaron estas quejas, “la respuesta del Gobierno no fue sentarse con nosotros”, sino desmentirlo todo. Y la respuesta de los militares, exigir que se retractaran. “Lo que más les preocupó fue que habláramos de la connivencia” con las bandas armadas. Posteriores intentos de hablar con el Gobierno fueron seguidos por nuevas acusaciones de mentir.
Por eso monseñor Barreto, se entiende que con el apoyo de la Conferencia Episcopal de Colombia, considera necesario internacionalizar la cuestión, aun siendo consciente de que “estamos en riesgo” por lo que pueda hacerles “cualquiera de estos grupos”.
Ahí tiene el Gobierno colombiano un nuevo frente abierto ante la comunidad internacional, más pegado a la dura realidad cotidiana del país, y no a fantasías como la quimérica asociación con la OTAN que se trajo de Washington esta semana el presidente Iván Duque.