Edgar Perea hace 41 años en medio de una discusión deportiva con Poncho Rentería, cuando el Junior de Barranquilla y el América de Cali jugaban en el estadio Metropolitano un partido de Copa Libertadores que ganó el Junior 4-1, dijo: “Poncho Rentería, Junior es tu papá".
Gustavo Bolívar y Álvaro Leyva Durán, han recibido el mayor desaire -en mi sentir, desprecio- de Gustavo Petro. Ambos, con un estilo y pasado radicalmente opuestos. El primero, un hombre popular, trabajador en su oficio y, creía yo, ingenuo e incoherente pero transparente como persona; y, el segundo, un burgués -en todo el sentido de la palabra-, rancio y poco transparente político tradicional conservador, ahora, supuesta y oportunistamente, progresista.
Ambos terminaron en la misma orilla política gracias a que uno y otro coinciden en cultivar un resentimiento por razones distintas en contra de la clase política tradicional, a la que Leyva, paradójicamente, pertenece. Bolívar por su parte, en medio de su carencia de preparación y alta dosis de ingenuidad, terminó siendo uno de los miembros de la farándula -no es el único- instrumentalizado gracias a su desesperado anhelo de darle rienda suelta a su resentimiento social -que no se sacia con dinero y fama únicamente-. Su relativa transparencia está en entredicho cuando se le ve, sin ruborizarse, justificando los muchos y evidentes desafueros del actual gobierno.
Bolívar, luego de cuestionar a Roy Barreras -entonces Presidente del Congreso y hoy aún embajador de Colombia en el Reino Unido-, de advertir que “ama” al Presidente y a la vez de cuestionar ferozmente a Armando Benedetti -recién designado Jefe de Gabinete y ahora Ministro del Interior-, terminó quedando en la jerarquía y cercanía del mandatario a quién “ama” muy por debajo y notoriamente distanciado.
Leyva saliéndole al paso de manera improvisada al escándalo de entonces -los audios de Benedetti con Laura Sarabia- dijo que Armando Benedetti es una persona no confiable con problemas de consumo de sustancias psicoactivas a quién no se lo podía creer. Pero para Gustavo Petro, el señor Benedetti y la señora Sarabia son más importantes que Bolívar y Leyva y todos los demás. Hoy detentan los cargos más importantes: Benedetti, ministro del Interior y Sarabia, ministra de Relaciones Exteriores.
Bolívar, por ahora, sigue rogando el beneplácito de su “amado” para aspirar a la presidencia -parece haber olvidado su estruendoso fracaso electoral en Bogotá- y Leyva, se halla “gozando” de los efectos de la fulminante y merecida destitución por parte de la Procuraduría General de la Nación y, recientemente, escribiendo mensajes en la red social X con un notorio tufillo amenazador al Presidente.
¡Bolívar y Leyva, Benedetti es tu papá! Lo que lejos está de ser una buena noticia para el país. Pero sí pone en evidencia incontrovertible que a este gobierno del cambio lo lidera probablemente lo peor de la politiquería tradicional. Tanto así, que el propio Presidente, los indignados falazmente funcionarios -entre ellos Bolívar- y los activistas pagos con dineros del erario también lo reconocen y descaradamente lo justifican.
La faena de fondo encargada por Petro a Benedetti son las elecciones de 2026. Ya demostró que es capaz de lograr “transacciones políticas” con hombres y mujeres que hacen parte de los partidos tradicionales, quienes anuncian en público como partido no hacer parte de la coalición de gobierno, pero por debajo de la mesa parecieran transaccionar su voto. Acuerdos programáticos, no parecen ser.
Pero que no haya confusión. La tarea de Benedetti no es para favorecer a los demostrados incompetentes políticos y funcionarios del Pacto Histórico. Los utilizará, pero el protagonista de llegar a lograr mantener el poder en 2026 es precisamente esa nefasta clase política tradicional que se vende al mejor postor.
En manos de los colombianos está darle continuidad a esta debacle nacional o procurar y darle vida a un liderazgo fresco que piense en el verdadero progreso de Colombia y no en cómo enriquecerse junto a su familia y a sus compinches.