Trump nos ha vuelto estúpidos

Mar, 14/01/2020 - 06:07
Donald Trump es impulsivo, ignorante, narcisista e intelectualmente deshonesto. Por eso se podría asumir que quienes nos oponemos a su figura haríamos lo posible para demostrar que no somos como él
Donald Trump es impulsivo, ignorante, narcisista e intelectualmente deshonesto. Por eso se podría asumir que quienes nos oponemos a su figura haríamos lo posible para demostrar que no somos como él, sino que somos sensatos, maduros, razonables y estamos informados. Sin embargo, los sucesos de la última semana han demostrado que la cámara de eco anti-Trump se está convirtiendo en un espejo de él: sobreexcitada, descalabrada e incapaz de tener una conversación inteligente acerca de ningún problema complejo de políticas. Hay un complejo problema de políticas, por ejemplo, en el núcleo del reciente episodio con Irán. No se trata de un país que es poderoso por tener una economía o un Ejército sólidos. Es poderoso porque patrocina milicias en todo el Medio Oriente, con las que desestabiliza regímenes y propaga el genocidio y la depuración sectaria. A lo largo de los últimos años, esas milicias, orquestadas por Qasem Soleimani, se han sentido más libres de operar abiertamente con un efecto más destructivo. No vamos a entrar a destruir las milicias. ¿Entonces cómo podemos mantenerlas a raya para que no desestabilicen la región? Ese es el problema difícil que gobiernos anteriores no han logrado resolver. En el Medio Oriente, y donde sea que existan conflictos prolongados, las naciones tienen una manera de abordar este problema. Usan la violencia como forma de comunicación. Un país que trata de mantener el orden asesinará a un líder terrorista o destruirá una sede para el terrorismo. Estos ataques quieren decir: “Oigan, sabemos que estamos en un conflicto a largo plazo, pero que no se nos salga de las manos. Eso no forma parte de los intereses de ninguna de las partes”. El ataque es una manera de hacerse del control del proceso de intensificación y de establecer un límite. Este tipo de operativos tienen riesgos y recompensas. Un riesgo es que la intensificación no termine ahí, sino que se acelere. Los radicales del otro bando se enfurecerán y saldrán a las calles. Sus líderes tendrán que calmar esa furia. Una recompensa es que quizá se frene la intensificación. El otro bando de manera implícita dice: “Mensaje recibido. Haremos algunas cosas para cuidar nuestra reputación y calmar el tumulto en las calles, pero tampoco queremos que esto se salga de las manos”. Otra recompensa es haber logrado eliminar a un terrorista eficaz como Soleimani. El talento no crece en los árboles. La decisión de realizar este tipo de operativo es cuestión de sopesar los riesgos y las recompensas. Además, después del asesinato de Soleimani, vimos a los expertos en seguridad estadounidenses hablar del equilibrio de riesgos y recompensas. Stanley McChrystal, un general retirado, y Michael Mullen, un almirante retirado, creyeron que valía la pena correr el riesgo. Susan Rice, exasesora de seguridad nacional, pensó lo contrario. No obstante, en la cámara de eco anti-Trump, esa no era la mentalidad de la mayoría de la gente. Liderada por Bernie Sanders y Elizabeth Warren, evitó el debate en torno al problema difícil y complejo de cómo establecer límites a las milicias. En cambio, pontificó la pregunta fácil que, en realidad, no era parte de la conversación: ¿Deberíamos iniciar una invasión masiva en Irán? Se escuchó un gran grito desde la cámara de eco. ¡Estamos al borde de la guerra! ¡Trump nos está llevando a más guerras sin fin en el Medio Oriente! ¡Estamos a punto de caer en un caos total! Ese no era un diálogo calibrado sobre los riesgos y las recompensas. Era un lenguaje apocalíptico para atizar el miedo. Al ser tan sobreexcitados y exagerados, todos en la cámara de eco ahogaron cualquier conversación práctica sobre cómo estabilizar al Medio Oriente solo para que podamos tener otro coro honrado de “¡Donald Trump es un monstruo!”. Esa es la máxima victoria de Trump. Todas las discusiones acerca de todos los temas ahora se tratan de él. Odiar a Trump juntos se ha convertido en el mejor mecanismo para unificar, llamar la atención y maximizar las ganancias para los que vivimos en el mundo anti-Trump. Así obtenemos una serie de fervores exagerados —¡el reporte de Mueller! ¡Destitución! ¡El archivo Steele!— que no nos llevan a ningún lado. Gran parte de los debates recientes sobre el Medio Oriente no se trataron del Medio Oriente. ¡Se trataron de manera narcisista sobre nosotros mismos! ¡Los demócratas defienden a los terroristas! ¡Los republicanos son belicistas! Los iraníes en realidad solo son pequeños peones en nuestra telenovela imperialista, los receptores pasivos de nuestra grandeza o nuestra perfidia. El mundo es más complicado que esta caricatura. Ya sea amado u odiado, Trump ha usado la fuerza militar menos que cualquier otro presidente desde Jimmy Carter. Cuando se trata de política exterior, no es como los republicanos recientes. Como lo dijo mi colega Ross Douthat, es un personaje jacksoniano que quiere sacar a Estados Unidos de los enredos extranjeros y a la vez impulsar algunos ataques a larga distancia para asegurar que los dementes extranjeros sigan matándose entre ellos y no nos maten a nosotros. Esa es la paradoja final. A pesar de todo el Sturm und Drang que rodea a Trump, los republicanos y los demócratas populistas están dirigiéndose hacia la misma política exterior: estamos en medio de un enfrentamiento de civilizaciones: el Medio Oriente es un problema demasiado grande y simplemente deberíamos salir del conflicto; somos demasiado tontos/ineficaces/racistas/imperialistas para lograr cualquier buen resultado en esa región. Luchamos con ferocidad en materia de Trump pero, en el fondo, una cortina populista de izquierda-derecha está cayendo sobre todo Estados Unidos, separándonos del Medio Oriente, China e incluso Europa. La verdadera decisión de alto riesgo es la que ambos partidos están tomando juntos: si ignoramos al mundo, este nos ignorará a nosotros (aunque todo parece indicar que no lo hará). Quizá en cuanto este presidente incendiario finalmente se vaya podremos tener una conversación inteligente al respecto. Por: David Brooks
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