Pitalito: Zuluaga 10 - 1 Santos

Mié, 28/05/2014 - 07:43
Hoy me siento particularmente orgulloso de mi tierra natal, Pitalito, un pueblo del que guardo recuerdos de antes de que mis padres se trasladaran a Neiva con sus tres hijos pequeños. En esos tiempos
Hoy me siento particularmente orgulloso de mi tierra natal, Pitalito, un pueblo del que guardo recuerdos de antes de que mis padres se trasladaran a Neiva con sus tres hijos pequeños. En esos tiempos aun se veían en las calles caballos amarrados a las entradas de las cantinas. Regresé unos años después a pasar vacaciones del colegio y pude notar cómo seguían los caballos esperando a sus dueños y ya para ese tiempo, junto a muchísimas bicicletas. Desde hace unos años se ha venido llenando de motos y taxis que se dice que son alrededor de 1.200. Hace unos meses regresaron los aviones al reabrir su aeropuerto que fue construido en la época de Pastrana por un personaje ilustre de esas tierras, Héctor Polanía, vilmente asesinado por las FARC en 2001. Pitalito fue fundada en el valle de Laboyos y por eso su gentilicio es laboyano. Timaná y San Agustín son sus pueblos vecinos junto a muchas veredas en las que se está produciendo uno de los cafés más apreciados del mundo. Toda la región está adornada por bellos paisajes con caídas de agua entre montañas que hacen parte del Macizo Colombiano. Muy muy cerca a Pitalito es dónde el río Magdalena se encuentra atrapado por inmensas piedras que reducen a poco más de un metro su tempestuoso caudal. La naturaleza es generosa en aves y orquídeas que hacen de este paraje un paraíso terrenal. El pueblo se ha venido transformando en una ciudad caótica pero con un inmenso potencial. La carretera que conduce a Mocoa y la “trocha” a Popayán, lo han hecho, desde hace décadas, un lugar muy atractivo para caucanos y putumayenses. De Pitalito salieron muchos a colonizar el Caquetá, muchos opitas tenemos parientes en ese departamento ya que algunos de nuestros ancestros colonizaron esas tierras. Mi pequeña hija viaja con frecuencia a Pitalito con su madre y me cuenta de sus avances. Sigue con fascinación los cambios que percibe en su entorno cuando pasa varias semanas al año en la casa de su bisabuela Lilia -en cambio ella y su casa no cambian con el tiempo- que es la misma en la que yo pasaba mis vacaciones de colegio en la época en que leí Cien años de soledad. Muchas escenas de esa inolvidable historia las imaginé en esa casa que hicieron de mi pueblo un Macondo vivido. Ursula deambulaba por sus corredores y ahí se encontraron las morrocotas de oro, las mariposas amarillas, la vitrola y algunas escenas de esa fantástica novela que, para mí, transcurrió en Pitalito y no en Aracataca. Hace unas semanas Leito, quien conoce muy bien a los laboyanos, me comentó que en el pueblo todos estaban con Zuluaga. La escuché con incredulidad pero sin dejar de ilusionarme ya que en Pitalito ocurren las cosas más inesperadas. Mi escepticismo residía en dos factores que han jugado un grave papel en estas elecciones: por un lado, el respeto que sienten los huilenses hacia los políticos que los hacía vulnerables en una campaña en la que ha habido compra de votos y presión burocrática. Y por el otro lado, la presión de las FARC intimidando al electorado. Por eso es tan valioso que los laboyanos hayan tenido la independencia de votar con el corazón y el cerebro sin sucumbir a esas presiones. Saben que vienen de razas de hombres valientes que han sabido sortear muchas dificultades. De Pitalito podría hablar horas y horas como lo haría cualquier colombiano rememorando historias de su pueblo natal. Casi todos nosotros tenemos los orígenes en las regiones y son ellas las que están levantando la voz. Hartos de un centralismo de oligarquías -que para remate ahora presumen ser de izquierda- se manifiestan con su voto como símbolo de libertad y como defensa de la verdadera paz; sin permitir que los presionen con el dinero corruptor o con las amenazas de las armas, demuestran que quieren un país de oportunidades, de libertades y de justicia. Para quienes apoyamos a Óscar Iván Zuluaga, los resultados en Pitalito en las elecciones del domingo no podían ser más alentadores: Zuluaga con 19.724 votos contra una insignificante votación por Santos de 2.225 votos, ocupando un cuarto lugar muy cerca al colero Peñalosa que alcanzó apenas 1.771 votos. Y, para nosotros, el Huila se portó espléndidamente: Zuluaga: 141 mil (50,7%), Santos: 34 mil (12,4%). Si el Huila jugó un papel protagónico en el teatro montado con las conversaciones del Caguán, ya sea por los orígenes de Andrés Pastrana o por ser golpeada de manera infame por uno de los frentes más sanguinarios de las FARC o por haber sido víctima de los ataques más inauditos a la población civil de la historia del terrorismo o porque llevaron a ese rico departamento a una pobreza inimaginable, también fue el escenario en donde se vivió el golpe que colmó la copa y le puso fin a los diálogos de paz: el secuestro de un avión, hace ya doce años y tres meses, en un operativo tan sofisticado que incluía, entre otras maniobras, la tala de árboles que bordeaban la carretera para utilizarla como pista de aterrizaje, la voladura de un puente y la introducción al avión de cuatro guerrilleros, dos hombres y dos mujeres, camuflados como pasajeros, todo esto y más para secuestrar al senador Jorge Eduardo Gechem Turbay. Las elecciones del domingo pasado quedan como un gesto democrático de los opitas que anticipa una multitudinaria votación por Óscar Iván Zuluaga en todas las regiones de Colombia. Sus consecuencias tal vez nos harán recordar las que trajeron consigo el secuestro del avión de Aires.
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