Petro quita a Fajardo y pone a Duque

Mar, 27/03/2018 - 02:41
El país cada vez más demuestra que no está para posiciones extremas. Y a pesar de que hay quienes hacen esfuerzos por mostrar a Iván Duque como de extrema derecha los colombianos lo ven más como
El país cada vez más demuestra que no está para posiciones extremas. Y a pesar de que hay quienes hacen esfuerzos por mostrar a Iván Duque como de extrema derecha los colombianos lo ven más como un hombre moderado, cero apasionado y con ánimo para buscar consensos. Los ciudadanos desprevenidos ven a Duque como una persona que no polariza y con criterio propio, así su principal impulsor sea el expresidente Álvaro Uribe. Duque es el fiel representante de lo que podría llamarse la centro derecha. Incluso las críticas por blandito que le hacían algunos radicales como el ex ministro Fernando Londoño, lograron el efecto contrario. Su talante y ponderación generaron confianza y hoy se ve como un político serio y equilibrado.  Por eso ganó la consulta de la derecha en la que extremistas del Centro Democrático hubieran querido encaramar al exprocurador Alejandro Ordóñez, que es la metáfora misma de la extrema derecha. Por eso derrotó también a Marta Lucía Ramírez, porque Duque es forjado en una casa de profundas ideas liberales, lo que para la coyuntura actual resulta más atractivo. Ante la espiral polarizante muchas personas prefieren un demócrata liberal que una férrea militante conservadora. Aunque en algunos casos y en determinados momentos la gente prefiere la mano firme y acepta incluso que Uribe esté a su lado, lo que hoy siente el colombiano medio es que es mejor la mesura y la tendencia a buscar puntos de encuentro o nuevos escenarios de consenso. De ahí que las encuestas se hayan disparado en las últimas tres semanas a favor de Iván Duque. La gente no quiere más la polarización. Germán Vargas Lleras, pudo haber ocupado el espacio del centro si el ganador de la consulta hubiera sido Ordoñez o Marta Lucía, pero por ir a más quedó patinando en un discurso radical contra el proceso de paz que no le sale mucho después de haber apoyado el Sí a favor del acuerdo con las FARC. Sus posiciones tardías contra la JEP lo dejaron más como un oportunista que como un contradictor sólido. Vargas tampoco supo administrar la imagen de gran ejecutor y funcionario eficiente ya que no logró evitar que lo cobijara la sombra de impopularidad del presidente Juan Manuel Santos. Pero quizás lo que más ha disparado a Duque en la intención de voto y que lo puede llevar incluso a ganar en primera vuelta fue la posibilidad de triunfo que alcanzó a acariciar el ex alcalde Gustavo Petro. Cuando el candidato progresista empezó a encabezar las encuestas asustó tanto a la derecha que hasta el centro izquierda se llenó de pánico y la tendencia fue la de optar por el mal menor. La táctica vociferante y victimizante de Petro desplazó en una veloz curva parabólica la prudente campaña de centro izquierda que venía haciendo Sergio Fajardo, quien hasta ese momento lideraba las encuestas precisamente por reivindicar las posturas centristas, sin confrontaciones descalificadoras y sin ánimos revanchistas ni posturas estigmatizantes.  Pero el repentino repunte del izquierdismo radical de Petro basado fundamentalmente en atizar el inconformismo creciente de los sectores populares con la clase política y la corrupción y en estimular ciertos niveles de resentimiento social, volvieron las miradas rápidamente hacia quien mostrara mejores condiciones para evitar que el país cayera en el extremismo de izquierda pero no necesariamente liderado por la extrema derecha. Y si las posturas polarizantes no son las más populares hoy en Colombia, por acto reflejo y por inercia pendular la mirada terminó hacia el centro derecha. Ante una amenaza real de caer en manos de la izquierda radical y aventurera y frente al miedo, no al castrochavismo sino al populismo, más el tufillo de dictadorzuelo de Petro, volteó las miradas hacia la derecha decente y eso es justamente lo que representa Duque. Lo cierto ha sido que los criterios cortoplacistas y el espíritu caudillista de Gustavo Petro, un exguerrillero del M19 que heredó al máximo ese infantilismo de izquierda cargado de vanguardismo y totalitarimso, terminaron por impedir que una figura decente de izquierda moderada, como la de Sergio Fajardo, quien había despuntado en las encuestas porque prometía sacar al país de la polarización y consolidar una propuesta conciliadora y respetuosa, que anunciaba incluso continuar con el proceso de paz como política de estado pero sin desconocer a la oposición que pide revisión de parte de los acuerdos y, además, sin caer en los excesos supuestamente taquilleros de ser antiuribista o de inventarse supuestos enemigos de la paz. La postura extremista y soberbia de jugársela al todo o nada, típica de esa izquierda militarista y aventurera, hicieron que Petro decidiera apostarle de frente a despertar los sentimientos de hacer creer a los sectores más deprimidos que había llegado la hora de dar el salto hacia la toma del poder por el pueblo. Petro logró vender la idea del Ahora o Nunca del poder popular. Audacia que implicaba, si no cuajaba la idea del tribuno que generaría tal efervescencia y tal calor, que como mínimo quedaría de primero en el ranking para las elecciones del 2022. Su ego no le dio para pensar que haber actuado con humildad lo hubiera dejado como un decoroso gregario, catapultado para las próximas por haber garantizado que fuerzas alternativas y sinergías de centro izquierda hubieran seducido mucho más fácil al grueso de los electores indignados. Pero el caudillismo de Petro logró desdibujar tanto la candidatura de Fajardo que la dejó ante la izquierda como insulsa y blandengue y sin mucho compromiso con los más débiles. De hecho buena parte de la campaña petrista se basó en sugerir que Fajardo era una especie de uribista camuflado. Mientras que Fajardo quizás en un exceso de prudencia y en la idea de no caer en las provocaciones terminó dejándole ese espacio a sus detractores, quienes bebían desesperadamente en las fuentes petristas, aunque irónicamente hubieran preferido no apostarle al que dijera Uribe sino al que pareciera menos polarizante. Pero a su manera Petro y con su gran trabajo histriónico por emular a Gaitán y a Galán y sin querer queriendo le quitó el escenario a Fajardo pero se lo regaló a Duque. Nadie sabe para quien Trabaja.
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