Padre De Roux y los excombatientes

Dom, 01/12/2019 - 13:05
Guardo una profunda admiración y aprecio por el sacerdote jesuita Francisco de Roux, desde hace mucho tiempo.  Desde las épocas aciagas en que comprendió que, aun a riesgo inminente de su propia v
Guardo una profunda admiración y aprecio por el sacerdote jesuita Francisco de Roux, desde hace mucho tiempo.  Desde las épocas aciagas en que comprendió que, aun a riesgo inminente de su propia vida, debía “enmontarse” como soldado de Cristo en las complejas y tenebrosas selvas del Magdalena Medio y Serranía de San Lucas. Quienes conocíamos esas profundidades oscuras, tanto geográficas como humanas, lo único que podíamos hacer era musitar una plegaria y encomendarlo a Dios, para que lo librara de todo mal y peligro. Y así fue. El padre De Roux pudo regresar después de haber dado esa lección humana a todos los grupos armados enfrentados a muerte. Y regresó para enseñarnos que es posible el respeto y la consideración aun, entre acérrimos combatientes. Que toda guerra, por muy violenta y degradada que sea, tiene unos códigos de honor y humanidad que nadie puede, impunemente, violarlos. Por eso no dudé un solo momento en asistir a la reunión que convocó la Comisionada para la Verdad, Lucia Victoria González quien fue la encargada de acompañar el complejo y difícil proceso de conversación entre los Excombatientes, y desde su inicio tuvo la gratificante compañía del Centro Internacional de Justicia Transicional (ICTJ) y de ABC Paz, liderado por nuestro querido compañero y noble amigo Carlos Velandia. Nuestra sociedad esta tan harta y cansada con la violencia y la muerte que desde el primer momento que nos vimos y escuchamos las palabras introductorias al tema expresada por el reverendo padre Francisco de Roux, comenzó a generarse en todos los excombatientes una profunda necesidad de reconocer los errores y pedir perdón por los atropellos que en nombre de mentirosas ideologías se había causado entre nosotros y la población campesina. Y lo que fue la indiferencia y prevención inicial, comenzó a transformarse en un espacio de encuentro para contar con profunda sinceridad la magnitud de los daños y lesiones al tejido social. Las reuniones comenzaron en el mes de febrero y se prolongaron durante todo el año.  Me sorprendió la disciplina y seriedad con la que se asumían las diversas discusiones que buscaban aclarar el pasado confuso y violento de dónde venimos. El largo y decantado proceso fue dejando una serie de verdades de a puño como estas: “Jamás las armas, la violencia y la muerte podrán conducir a una mejoramiento social, cultural y político”. Y… todos ratificamos que los daños no tenían ninguna justificación y que la degradación de la rebelión, degradó el alma de los combatientes. Las largas y complejas reflexiones fueron concediendo el papel fundamental, no al embrujado campo de las ideologías como usualmente se hace, sino que reconoció en la complejidad de las emociones y los sentimientos como base fundamental del pensamiento y la acción humana, el verdadero motor del conflicto violento. Para todos fue claro que hay momentos complejos de la psique, humana donde el impacto de lo emocional secuestra por largos períodos, el peso y la sindéresis de lo racional, presentándose el caso neuro clínico y patológico conocido como “secuestro emocional”. Fuimos claros en el planteamiento central que el esfuerzo de reunirnos no era para juzgar los comportamientos si no para ofrecer elementos que permitieran comprender las motivaciones nuestras y la de los otros. El viernes 15 de noviembre del presente año fue el día elegido para hacer entrega formal al padre De Roux de la “Narrativa de excombatientes”, informe que recoge todo el trabajo realizado en las reuniones plenarias y en las comisiones. La Comisión de la Verdad organizó una reunión especial para informar acerca del avance y conclusiones de esta Mesa de excombatientes y para leer la “Declaración por la vida, la Paz y la reconciliación” que suscribimos los 30 excombatientes quienes dimos vida a este significativo esfuerzo. En la parte inicial de la Declaración, dijimos: “Somos mujeres y hombres que alguna vez empuñamos las armas, porque creíamos que eran la alternativa para defender determinados ideales y propósitos, y que ahora coincidimos en un compromiso serio con la solución política del conflicto armado y la construcción de la Paz con justicia social. Asistimos a este ejercicio exintegrantes del Ejercito de Liberación Nacional (ELN); ELN Replanteamiento; Ejercito Popular de Liberación (EPL); Movimiento 19 de abril (M19); Corriente de Renovación Socialista (CRS); Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT); Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejercito del Pueblo (FARC-EP) y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)…” En esta emotiva reunión, presidida por el reverendo padre Francisco De Roux y que se realizó en el hall del edificio donde funciona la Comisión de la Verdad,  contamos con la  grata compañía de la Misión de Paz de la ONU, del expresidente Ernesto Samper, del coronel (r) Álvaro Matallana, hijo del emblemático general  Joaquín Matallana, quien dedicó largos años a trabajar por la Paz de Colombia y de los  profesores Alejo Vargas y Medófilo Medina de la Universidad  Nacional  de Colombia, entre otros importantes dignatarios. Este esfuerzo especial de mujeres y hombres que conocimos las profundidades aterradoras de la guerra es el compromiso irrenunciable de trabajar en hacer realidad los Acuerdos de Paz, para dejarle a nuestros hijos un horizonte de País donde los valores éticos, de justicia social, de solidaridad, de respeto, de Paz, y de defensa de lo ecológico, sean las estrellas luminosas que guíen nuestra Nación hacia los nuevos siglos de su luminosa existencia
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