Imposturas

Lun, 09/12/2019 - 11:59
“Si me nombras, me niegas. Al darme un nombre, una etiqueta, niegas las otras posibilidades que podría ser. Encasillas a la partícula en ser una sola cosa al nombrarla, al concretarla. Pero
“Si me nombras, me niegas. Al darme un nombre, una etiqueta, niegas las otras posibilidades que podría ser. Encasillas a la partícula en ser una sola cosa al nombrarla, al concretarla. Pero al mismo tiempo la estás creando, la defines para que exista.” Kierkegaard Cuando a la sombra Santos inició conversaciones con sus amigos de las FARC era consciente de lo que hacía. Su desparpajo en el mentir le permitió toda una maraña de imposturas que significaron para ellos pingües ganancias y para los colombianos sólo calamidades. Uno de sus objetivos se centraba en desmantelar el decadente esquema del grupo narcoterrorista de Secretariado y Frentes con sus cabecillas fácilmente identificables e instaurar uno renovado que no se dejara definir ni nombrar. El esquema piramidal que imperó durante muchas décadas fue duramente golpeado por el gobierno de Uribe lo que obligó a un repliegue de los jefes terroristas que los llevó más allá de las fronteras donde encontraron el refugio ofrecido por Castor, Chávez y Correa. Sin capacidad de maniobra, los cabecillas fueron perdiendo el control sobre sus subordinados que fueron conformando grupos en distintos lugares de la geografía del país, comandados por anónimos personajes con inmenso poder regional. Las tales “disidencias de las FARC” no son cosa nueva, ya desde el inicio del gobierno de Santos actuaban bajo el amparo de unas conversaciones preliminares a la mesa de La Habana. Esos grupos, hijos bastardos de los antiguos Frentes, se fueron conformando y fortaleciendo gracias a las ventajas obtenidas por los negociadores en Cuba, entre ellas el cese de las acciones militares contra el grupo terrorista. Fue una jugada siniestra la de Santos y sus socios de las FARC, ejecutada desde un esquema planificado en lo que se puede llamar una revolución fragmentada dentro de la estrategia de toma del poder del comunismo en toda América Latina. Los lineamentos se definieron en el tal Foro de Sao Paulo, del que tampoco sabemos gran cosa, pero las acciones particulares no tienen origen claro, tal y como lo requiere este nuevo esquema. El desmonte de la inteligencia militar hizo parte de lo acordado debajo de la mesa en La Habana, Juan Manuel Santos tenía pleno conocimiento de la eficacia en el trabajo de inteligencia gracias a sus años como ministro de Defensa lo que le permitió conocer sus fortalezas y sus debilidades. Para neutralizar a las Fuerzas Militares a favor de la narco guerrilla se requería también el desmonte de la inmensa red de informantes heredado del anterior gobierno con la que se dieron importantes golpes al grupo criminal. Con los jefes guerrilleros en La Habana, y luego en el Congreso y con el control territorial fragmentado, sin estructura piramidal y, por lo tanto, sin jefes visibles en cada grupo, de repente aparecieran Guachos y Cuchos señalados como importantes cabecillas pero de los que antes no sabíamos nada y cuyas bajas significaron poca cosa porque no se vio una reducción significativa en las acciones criminales de estos grupos ahora llamados “delincuenciales” y no “disidentes”. Estos criminales que pretenden tomarse el poder, han ido alcanzado, con bastante éxito, el objetivo de ir desligando el nombre FARC de los actos terroristas y del negocio de la droga, mientras se consolida un movimiento político con ese mismo nombre. Con lo que se consuelan los demócratas es con bien poco, argumentan que no tienen votos. Lo cierto es que eso no les preocupa, irán cautivando al electorado con sus campañas publicitarias, en gran parte financiadas desde el mismo Estado que buscan tumbar y, desde luego, con dineros del narcotráfico y la minería. También con el muy conocido lavado de cerebros que inician desde las escuelas. Las nuevas tecnologías de la comunicación les facilitan la difusión de sus tesis sin el temor de ser perseguidos como tampoco verse obligados a obrar en la clandestinidad. La infiltración en todos los organismos del estado, los sindicatos, la justicia, los poderes regionales… y hasta en la sopa, les permite actuar con tranquilidad teniendo garantizada total impunidad. No hay cabeza en su estructura criminal. El protagonismo de algunos es sólo de fachada como el de Petro que le ha costado altísimo desprestigio y es utilizado por esa estructura para desviar la atención. ¿A qué y a quienes nos enfrentamos? No lo tenemos claro, lo que nos deja más vulnerables a sus ataques que no cesarán sino con la toma del poder en Colombia y en toda Latinoamérica. Para agravar la situación esta estructura criminal hace parte de la que han llamado Crimen Transnacional Organizado, tan indefinible una como la otra. Así como los ataques al ejército, la policía y la infraestructura se van dando de forma fragmentada -sin la espectacularidad de las tomas de poblaciones, ni de los ataques a bases militares como tampoco los atentados con poderosas bombas que los ponía en la mira-, los paros, marchas y manifestaciones se realizan de igual forma, fragmentados. No se requieren marchas de millones de simpatizantes -que no los tienen tampoco-. Con apenas unos cientos disgregados en las calles, ejercen su poder desestabilizador y llevan al presidente a dialogar con unos y con otros y otros y otros en una cadena sin fin. El año 2022 significa el cambio de gobierno y todas las acciones de esa estructura criminal acéfala, van dirigidas a la toma del poder por la vía de la fragmentación y sólo ahí, si logran tan funesto objetivo, conoceremos sus verdaderos rostros e intenciones. Lo cierto es que ellos siempre pretenden ganar con cara y que nosotros perdamos con cruz.
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