Mario Andrés Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Andrés Huertas

¿Recompondrán la alianza trasatlántica?

Hacer América grande de nuevo significa que todos los caminos de Occidente conduzcan a la capital de los Estados Unidos. Para ello, Trump ha ejercido un liderazgo que, nos guste o no, está ceñido estrictamente al interés nacional, sobre todo de orden económico.

Trump no ha sorprendido a nadie al abrir los canales diplomáticos para que con Putin lleguen a un acuerdo que conduzca al final de la guerra en Ucrania. De tal suerte, el encuentro de las delegaciones de Marco Rubio y Sergei Lavrov en Rihad y el discurso de JD Vance en Múnich son la antesala de lo que está sobre la mesa de negociación entre Washington y Moscú. Así, la crisis trasatlántica desatada en las últimas dos semanas prendió todas las alarmas en las cancillerías europeas. 

En efecto, en Kiev se reunieron algunos líderes occidentales para dar respaldo total a Zelensky en tanto que Macron cruzaba el Atlántico para hablar con Trump. La delegación en Kiev incluyó no solo altos funcionarios de la Unión Europea —como Ursula von der Leyen, Presidente de la Comisión Europea y António Costa, Presidente del Consejo Europeo Europeo— también asistieron a la cita los líderes de España, de los países nórdicos y bálticos incluyendo, igualmente, miembros de la OTAN. 

En casa, Zelensky logró un paquete de ayuda militar avaluada en 20 billones de euros de acuerdo a la información que varios diplomáticos han confirmado. De hecho, Kaja Kallas, se dio a la tarea de indagar a todos los gobiernos de la Unión Europea fin de establecer si podían contribuir con proyectiles de artillería y defensa aérea, entrenamiento y equipamiento para las brigadas ucranianas. En teoría, la idea es mantener el apoyo total a Zelensky y maniobrar con Trump hasta que logren mayor independencia estratégica de Washington. Ya nadie confía en Trump; lamentablemente, tiempo conspira en contra de los europeos. 

Ahora bien, antes de partir para los Estados Unidos, Macron anunció que le diría a Trump que dejar ganar a Putin la guerra en Ucrania sería “un enorme error estratégico”. El presidente francés insistió en que ese preludio con Rusia puede salirle como un tiro por la culata, “voy a decirle que no puede ser débil con Putin, ese no es usted. Esta no es su marca personal, ese no es su interés”. Ya en el Salón Oval, donde recurrentemente los presidentes dan declaraciones, para la prensa, con otros Jefes de Estado, vimos una rueda de prensa en la que asistimos a un acto inusual: Macron disintiendo públicamente de Trump en cuanto al manejo financiero de la guerra. Trump lo desmintió con sus habituales pantomimas.

Pero, más allá del lenguaje no verbal de los abrazos, gestos de supuesta fraternidad y hasta de cierta “camaradería”, la desconfianza y falta de sintonía son evidentes. En días pasados, Trump había acusado a Macron de fracasar en su tarea de evitar la guerra (¿recuerdan a Macron en Moscú sentado en una larguísima mesa con Putin, días previos a la invasión?) y de no dar nada a Ucrania. Las actuaciones de ambos son de película, aunque en el fondo lo que hay es una fractura que no se puede desmentir toda vez que mientras las cámaras enfocaban a ambos líderes, en Naciones Unidas, los Estados Unidos votaba en contra de la resolución que condenaba la invasión rusa y abogaba por la preservación de la soberanía ucraniana. Estados Unidos y Rusia votaron en contra. Este es el hecho político que vale, no la puesta en escena. 

Está claro entonces que la estrategia de Trump es utilizar el comercio como arma de política exterior. La política tarifaria y el acuerdo de recursos estratégicos (en inglés: minerals deal) firmado hace horas con Zelesnky son dos muy buenas muestras de ello. En consecuencia, la idea de desplegar una fuerza de paz en Ucrania (a cambio del no ingreso de Ucrania en la OTAN) no es una idea llamativa para Trump porque genera concesiones con los europeos que no quiere otorgar y un alto costo económico que le duele a Trump. Todo lo que se ajuste al interés económico es una buena opción para el magnate. 

En cambio, podría resultar llamativo para su lógica geoeconómica repartirse Ucrania con Putin y reagrupar toda la fuerza sobre el occidente ucraniano para contener y hacer respetar una frontera natural con el Kremlin demarcada por el río Dniéper. Es decir, con este golpe de mano, Putin tomaría todo lo que esté del río hacia la frontera rusa. 

Se espera que durante las siguientes horas, el premier británico (Keir Starmer) se reúna con Trump y logre lo que no logró su homólogo europeo. Las dudas son enormes y el tiempo corre en contra de Occidente y de Zelensky, quien por su parte irá a Washington a firmar el acuerdo sobre recursos estratégicos (ya dijimos que en inglés se conoce como minerals deal) que ha sido sellado hace pocas horas. 

Un editorial del New York Times titulado “U.S. and Ukraine Agree to Minerals Deal, Officials Say” escrito por Constant Méheut, Andrew E. Kramer y Alan Rappeport valida que el acuerdo será recursos estratégicos ucranianos, avaluados por 500.000 millones de dólares, a cambio de seguridad estadounidense. La cifra estimada pretende retornar los dineros desembolsados desde Washington para sostener la lucha de Ucrania contra Putin. 

Así como Macron no logró en 2022 evitar que Putin invadiera a Ucrania, creo que está vez ni el mismo presidente francés ni el premier británico lograrán que Trump regrese a la alianza trasatlántica.

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Mario Andrés Huertas
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