Helmuhd Luvin Moreno Guevara

Comunicador Social - Periodista, MBA y Especialista en Alta Gerencia, con más de 20 años de experiencia en comunicación digital, marketing y periodismo. Docente universitario, apasionado por la inteligencia artificial, las redes sociales y la innovación tecnológica.

Helmuhd Luvin Moreno Guevara

Cualquier reloj es mejor que un smartwatch

Algunos sostienen que los smartwatches no son verdaderos relojes, sino simplemente pantallas conectadas a Internet, dependientes de un teléfono o un plan de datos para operar de manera óptima, aunque se lleven en la muñeca. Y no les falta razón. A pesar de su funcionalidad avanzada, los relojes inteligentes carecen de un elemento esencial que ha definido a la relojería por siglos: el arte de medir el tiempo con precisión, elegancia y distinción.

La relojería tradicional es mucho más que una industria; es una expresión de maestría artesanal que ha evolucionado durante siglos, perfeccionando mecanismos que desafían la obsolescencia y las actualizaciones digitales. Un buen reloj no necesita recargarse cada noche, no depende de actualizaciones de software ni de una conexión a la nube. Su única fuente de energía puede ser una batería, que en el mejor de los casos puede duras más de 20 años, el movimiento de la muñeca o la meticulosa cuerda manual que lo pone en marcha. Más allá de su precisión, los relojes tradicionales son testigos del legado de marcas que han dedicado generaciones a perfeccionar sus calibres, refinando sus movimientos hasta alcanzar una calidad casi inigualable.

Frente a la tendencia de lo efímero, el reloj mecánico representa la permanencia. No es un simple accesorio, sino una pieza de historia que se transmite de generación en generación, conservando su misticismo e incluso revalorizándose con el tiempo. Un smartwatch, en cambio, difícilmente será visto como una herencia familiar. En un par de años, su tecnología quedará desactualizada y su batería perderá capacidad, forzando a su usuario a reemplazarlo por un modelo más reciente. Lo que hoy es innovador, mañana será obsoleto.

El Hype Cycle de Gartner, herramienta creada por consultora de su mismo nombre, mide el nivel de adopción de tecnologías emergentes, lo que implica la fase de expectativas, el abismo de la desilusión, la rampa de consolidación, y la meseta de productividad. Cada nuevo modelo de smartwatch pasa por estas fases de adopción pero el resultado siempre es el mismo, una nueva tecnología llega para remplazarlo, mejorarlo y desactualizarlo. El siguiente año después de su lanzamiento las marcas que se dedican a la producción de estos dispositivos, anuncian un nuevo modelo para dejar el del año pasado en el camino de la jubilación.

El verdadero lujo no está en la cantidad de funciones que ofrece un dispositivo, sino en la experiencia que proporciona. Un Patek Philippe, un Rolex o un Jaeger-LeCoultre no solo indican la hora: cuentan una historia, reflejan el buen gusto y demuestran una apreciación por la tradición y la calidad. Son piezas diseñadas para durar toda la vida, acompañando a su dueño en los momentos más importantes. Cada detalle de su construcción, desde el ensamblaje de las piezas hasta el diseño de la caja y la esfera, es el resultado de siglos de refinamiento. Y no, aquí no aplica la frase “cambiaste un Rolex por un Casio” porque un verdadero conocedor de la relojería tiene un inmenso respeto y admiración por la marca japonesa.

No se trata de rechazar la tecnología, sino de entender que hay algo irremplazable en la relojería tradicional. Los smartwatches ofrecen comodidad y conectividad, pero los relojes tradicionales poseen alma. Para quien busca algo más que una pantalla con notificaciones en la muñeca, el reloj tradicional sigue siendo la mejor opción: una declaración de estilo, de buen gusto y de aprecio por el tiempo en su forma más pura.

Los relojes inteligentes pueden contar los pasos, medir la frecuencia cardíaca y hasta decirte cuándo respirar. Pero, ¿no es paradójico que necesitemos un dispositivo para recordarnos lo básico de la vida? Mientras un reloj tradicional se mantiene fiel a su propósito, el smartwatch se esfuerza por justificar su existencia llenándose de funciones que, en su mayoría, terminan desactivadas o ignoradas tras unos meses de uso.

Cuando la batería del smartwatch se agote y su tecnología quede atrás, el reloj tradicional seguirá latiendo, con la precisión y la elegancia de siempre. Después de todo, el tiempo se mide mejor con estilo, no con notificaciones.

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