Por: @DMateoChacon
Roland Piñeros trabaja como contador público, tiene esposa, dos hijos y le queda tiempo para ser el campeón de videojuegos de pelea en Colombia y uno de los mejores gamers del mundo.
Cuando hablé con Roland imaginé que era un hombre ojeroso, callado e introvertido, tal vez mal vestido e incapaz de mantener conversaciones por mucho tiempo. Mi sorpresa fue mayúscula al ver que era una persona que pasaba desapercibida, vestido con camisa, agradable y muy buen conversador. Totalmente diferente a la imagen que me vino a la cabeza cuando me dijo que era un gamer.
Lea también: El colombiano que conoce el mundo a punta de becas
Nos encontramos en Ciudad Montes, al sur de Bogotá, en una pizzería atiborrada de videojuegos y máquinas arcade. Muchos jugadores llegaron con sus consolas, las conectaron a los televisores colgados en las paredes y se pusieron a jugar.
Cuando Roland cruza la puerta todos lo voltean a mirar. Él no es un jugador más, es “RockLand Kyo”, como se hace llamar, un gamer de juegos de pelea con fama mundial y muchos reconocimientos.
Además: ¿Cómo vivir de los videojuegos en Colombia?
El primer encuentro que tuvo Roland con un videojuego de pelea fue en uno de los tantos locales de Play Station que abundaban por la ciudad. Era el año de 1997. Jugó muchas horas para terminar el juego de Dragon Ball Z. Tenía once años.
https://www.youtube.com/watch?v=pfDBgvJ8mgU
“Cuando rescaté le dije al señor del videoplay que me pusiera otro juego de pelea. Me puso el CD de King of Figther 97 y ahí me enganché. Después descubrí los arcade, las maquinitas donde se le echa la moneda y uno puede jugar con otras personas”, cuenta Roland.
Todos los días esperaba con ansias la salida del colegio. Antes de llegar a su casa jugaba maquinitas un par de horas y al terminar el combate salía corriendo hacia la casa para que su mamá no lo regañara. Ronald sonríe mientras mira fijamente una máquina con el juego que lo apasionó cuando era un niño y que tantos disgustos le trajo en su casa.
Con el tiempo fue conociendo personas que compartían con él la pasíon por los videojuegos. Visitó lugares de la ciudad donde competía con otros jugadores.
Ronald y sus amigos, equipados con gaseosa, papas fritas, maíz pira y pizza pasaban días enteros jugando. "Las horas pasaban volando. Hubo días en que se jugaba toda la noche", recuerda.
- "A mi mamá al principio no le gustaba" - cuenta sonriendo, se cruza de brazos y mira hacia arriba. - "pero después era ella la que me decía que que invitara a mis amigos. Prefería tenerme en la casa que yendo a jugar billar, a tomar, o estar en la calle hasta tarde en la noche”.
- ¿Y su esposa?
- Dile a una mujer que vas a pasar un sábado toda la noche afuera, hasta la madrugada, jugando videojuegos a ver si te cree. Ahora cuando jugamos transmitimos por streaming y ella puede comprobar que en verdad estoy jugando.
El Profesional
Su primera participación en un torneo nacional fue en 2012. Compitió con 80 jugadores.
En Venezuela y Costa Rica “Rockland Kyo” vivió sus primeros torneos internacionales. “En Venezuela tenía trescientos mil pesos y cuando los cambié me dieron como tres millones de bolívares” cuenta en medio de risas, “ pero no tenía en qué gastarlos”. Allá se coronó campeón de “The King of Figthers XIII”.
En Costa Rica quedó en tercer lugar a nivel América y logró clasificarse dos años consecutivos al Evolution Championship Series (EVO), en Las Vegas (Estados Unidos), el torneo de gamers más grande del mundo.
- Tocaba estar pendiente de promociones de pasajes y hoteles por internet. Salía más barato comprar con tres meses de anticipación. La comida la conseguía en supermercados de a dólar, porque si no, eran desayunos de ¡trece dólares! y el bolsillo no aguanta así -.
¿Cómo fueron los torneos?
"Participaban casi 2000 personas de todo el mundo. Jugué con las personas que yo veía por YouTube. Me temblaban las manos, sudaba, la voz se entrecortaba, pero me fui tomando confianza. En 2014 quedé de 12° y en 2015 de 14°"
Cuando se habla de un gamer se tiende a pensar en una persona que se la pasa pegado al televisor, que deja de lado los estudios y el trabajo. Se piensa que son unos vagos. Pero la realidad es otra. Roland y la mayoría de sus amigos gamers han estudiado. Algunos trabajan y otros son empresarios, "después de todo no siempre se puede vivir de los videojuegos", recalca Ronald.
"No soy un vago, soy un gamer. Quisiera jugar todo el tiempo pero no se puede porque debo trabajar. Debo organizarme y no descuidar la familia".
Para no perder su nivel y estar en forma, observa videos de otros jugadores del mundo, entre semana juega una hora, los sábados son para practicar. Los domingos son solo para su familia.
Roland, hoy de 29 años, trabaja en una firma de revisoría fiscal. Su vida transcurre entre oficinas e importantes empresas. Es un trabajo serio en el que poco menciona que es un gamer. Pero dice que cuando se habla de videojuegos él no puede ocultar su pasión e inicia una larga conversación.
- ¿Y su jefe qué le dice?- le pregunto.
"Cuando él lo supo, me comentó que jugaba Mortal Kombat con sus hijos. Mi jefe ha sido una gran ayuda cuando hay torneos y tengo que viajar, porque fácilmente me da los permisos. Creo yo que es porque todos tenemos un gamer por dentro".