Cuando Félix de Bedout mira por la ventana de su apartamento ve un canal que sale a la bahía Biscayne y luego al Océano Atlántico, donde navegan barcos y nadan cocodrilos y manatíes. Suena como el paraíso, sí, pero en el caso de Félix, se trata de un paraíso lejano que aún no ha tenido la posibilidad de disfrutar. No ha podido ir a la playa porque trabaja los fines de semana como conductor del Noticiero Fin de Semana del Canal Univisión. Sus días libres son los lunes y los martes, cuando sus dos hijos chiquitos están en el colegio y todo el mundo trabaja. Lo inundan las ganas de navegar y bucear, pero por el momento no hay tiempo.
Vive con Patricia, su mujer, y sus dos hijos en un apartamento alquilado en Deering Bay (Miami). El lugar está lejos de ser la casa que dejó en Bogotá. Es muy pequeño y gran parte de sus cosas están apiñadas en una bodega.
Hace un año no ve sus libros. Ni siquiera ha tenido oportunidad de mirar las cajas en las que empacó su vida para saber si falta algo, si algo se había perdido en la mudanza. Todavía se siente de paso, pero entiende que son las consecuencias de cambiar de mundos, y así está bien.
Como se lo dijo a la Revista Bocas, es cierto que no habla inglés, pero no le hace falta. En Miami no es necesario hablar inglés. A pesar de esto, toma clases particulares porque considera que quien llega a vivir a un lugar, debe hablar el lenguaje local. Por el momento se defiende con un “Lo entiendo pero no lo hablo”. Siente temor por no tener la misma fluidez en inglés que en español, pero entonces piensa en los gringos que llegan a Colombia y aunque hablan español a las patadas, se hacen entender.
El colombiano, en cambio, se cohíbe más. También es cierto que después de los 25 años de edad, a cualquiera le queda muy difícil aprender un nuevo idioma. Félix sabe que jamás tendrá la fluidez con la que hablan sus hijos, quienes lo han ayudado mucho en este proceso de aprendizaje. Sin embargo, les exige que en la casa hablen en español, pues no quiere que olviden de dónde vienen. Con ellos se sienta a ver noticieros colombianos, para que no pierdan el contacto con su país.
Félix de Bedout sonríe menos desde que vive en Miami. Extraña las polémicas de todos los días en Colombia.
Quienes más han disfrutado el cambio son precisamente sus hijos. En Bogotá vivían encerrados en una caja fuerte rodeada de los más estrictos códigos de seguridad, ni siquiera podían abrir una ventana. Si bien sus referentes en el periodismo siempre han sido norteamericanos, Félix nunca imaginó vivir en Miami. Y el Miami en que vive no tiene nada que ver con el Miami turístico que tantas veces visitó.
Dice que en esta ciudad se come mejor que en Bogotá, pero sus restaurantes favoritos están en la capital colombiana, porque es allí donde lo conocen, y cuando llega lo saludan por su nombre y siempre saben qué va a pedir. En Miami aún no ha encontrado una buena librería donde comprar libros en español. Ya tiene con quien conversar, pero no ha hecho amigos ni ha buscado un grupo de gente de colombiana: para eso se habría quedado. Se ríe poco, porque con quienes ríe es con sus amigos que viven en Colombia.
Lo único que extraña de Colombia es lo que llama sus “rutinas humanas”, las mismas que había adquirido con sus amigos, como tomarse un capuchino con arequipe y una Coca-Cola discutiendo temas periodísticos después del trabajo. Es lo que más le duele. Félix siente que ha llegado a esa etapa en la vida en que se quieren menos amigos.
En todo caso, lo más importante ahora es su familia, que está feliz en Miami. No ha pensado en cuánto tiempo se quedará, está cómodo. Por el momento se apasiona con las diferentes nacionalidades y acentos de sus compañeros de Univisión. Está muy agradecido con el trato que le han dado. Le han ayudado a que todo sea más fácil. Sus grandes apoyos en su nuevo trabajo son Ilia Calderón y Daniel Coronell, pero quien lo ayudó a aterrizar cuando llegó fue su único hermano, quien también vive en Miami.
Félix y su hermano son muy cercanos pero casi no se ven, pues pertenecen a mundos opuestos. Fue él quien lo introdujo al mundo del crédito.
–En Estados Unidos, si uno no le debe a nadie, no existe. Uno se convierte en persona a partir del momento en que empieza a deberle a alguien. Un crédito, un alquiler o un banco.
Y a pesar de que se le ha abierto el panorama y disfruta mucho haber vuelto a la televisión, extraña la búsqueda informativa, la tensión y la adrenalina del trabajo periodístico en Colombia. La calma de Miami jamás la había sentido en toda su carrera periodística. No hay tensión personal, pero se va acostumbrando. Desde cuando se fue de Colombia sus viejos viven mucho más tranquilos. Pero a Félix de Bedout el ambiente tenso que se vive en Colombia jamás lo estresó. Lo que para su familia generaba grandes angustias, para él era simplemente su trabajo.
Su esposa, Patricia, le organiza la vida mientras Félix trabaja en Univisión.
Su esencia peleadora y contestataria aún lo acompaña. Esos mismos motores de indignación lo mueven periodísticamente.
En Miami también hay muchas cosas indignantes. Allí ha encontrado su propio espacio tratando temas raciales y de inmigración. Los diversos intereses de los inmigrantes dependiendo de su nacionalidad, pues las preocupaciones de un hondureño y las de un colombiano no son las mismas. Cada uno tiene un estatus diferente de acuerdo a la nacionalidad. En Estados Unidos hace falta respeto hacia los inmigrantes. Eso lo indigna.
Miami le ha parecido una ciudad muy dispersa geográficamente, demasiado grande. No se puede salir a caminar, el transporte público es paupérrimo, y Félix se la pasa encerrado en su carro. Cuando hay tráfico desde su casa hasta El Doral, donde quedan los estudios de Univisión, puede demorarse una hora en un recorrido que sin tráfico es de veinte minutos. Lo salva el hecho de que tiene alma de camionero, y por eso no sufre encerrado sobre ruedas.
En Miami ya tiene fans que lo reconocen en la calle, fans amistosos que solamente tienen comentarios positivos. Aún así, extraña los comentarios, algunas veces negativos, que le hacían sus opositores en Colombia.
Durante el año que ha vivido en Miami solo ha viajado a Bogotá una vez. Estuvo en la capital durante un día haciendo un trámite. Aprovechó esas pocas horas para verse con algunos de sus mejores amigos, y al irse volvió a sentir nostalgia. Trata de estar atento a cuanto sucede en Colombia pero siente que no es lo mismo hacerlo desde la distancia.
Durante las 24 horas que pasó en Bogotá, le ocurrió un hecho insólito. En los 20 años que vivió en la capital, siempre llegó a dormir a su casa. Pero esta vez se quedó en un hotel. Fue casi surreal llegar a la habitación, prender el televisor y encontrarse a sí mismo en la pantalla, en un documental que hizo sobre los Nule hace algún tiempo.
Así va la vida en la Florida del gigante cojo de piernas flacas y muy largas que es Félix de Bedout. Solitario y sonriendo poco, pero acostumbrándose. Quizá solo le haga falta encontrar un café donde tomarse su asqueroso capuchino con arequipe, porque arepas ya encontró.
El Félix de Miami. Extraña los amigos, el capuchino y las críticas
Mié, 23/05/2012 - 08:16
Cuando Félix de Bedout mira por la ventana de su apartamento ve un canal que sale a la bahía Biscayne y luego al Océano Atlántico, donde navegan barcos y nadan cocodrilos y manatíes. Suena como e