Hay un taller de techo alto, una mesa llena de pinceles y más de 20 cuadros de gran formato, tres pinturas menos coloridas que nacieron en su estudio en Nueva York en el 2008, cuando ya empezaba la nostalgia del autoexilio y un retrato de Rodolfo Llinás.
Carlos Jacanamijoy está lleno de recuerdos, sus ancestros palpitan en cada uno de sus cuadros, en una pintura retrata la silla de la abuela, el “árbol del viento” de su papá chamán, que utilizaba para curar el cuerpo y el espíritu y el sonido del río del bajo Putumayo donde paseaba con su familia.
Comenzó a pintar a los 13 años en el Valle de Sibundoy en el Putumayo, donde su vocación era impensable para la tradición de los Inga, de los Jacanamijoy o “comedor de curies” en lengua quechua, un oficio misterioso para su abuela Concepción, su abuelo Isidoro, ebanista y su papá Antonio, chamán.
- Yo empecé a pintar en el colegio, incluso quería dejar el bachillerato, toda mi vida me han querido por mis pinturas, en el colegio me decían: “venga nos ayuda con este cartel, o las pancartas para los equipos de fútbol”. En una semana cultural una señora paisa, adinerada, me compró mi primer cuadro por cincuenta centavos. Después hice mucho retrato, hice paisajes, hice desnudos y hasta cartas de amor.
Jacanamijoy llega a Bogotá a los 18 años para explorar con las tonalidades, los colores y obtener el cartón de “pintor”.
- Llegué a vivir a Chapinero, a una residencia, y buscaba en las páginas amarillas carreras de pintura. Estaba totalmente solo, no conocía a nadie y comí mucha mierda, yo no tenía guía, era un cero a la izquierda, y con un apellido extraño, indígena, nadie te iba a querer, todos me miraban extraño. Luego entre a la Universidad de la Sabana, hice dos semestres ahí y resulta que no dejaban pintar desnudos, ¿cómo quieren que uno conozca el mundo si no te dejan conocer el origen de la vida, qué es un denudo? Luego hice cinco semestres en la Universidad de Nariño en Pasto, allá también había artes, y ya luego regresé a Bogotá y terminé artes en la Universidad Nacional.
Sus manos dibujan garabatos en el aire mientras explica algunas de sus obras y sus referentes. Su acento es indefinible, de ningún lugar y de todos, pero en sus rasgos y el color de su piel se puede leer todo un pasado y la fuerza de las culturas originarias de América Latina.
En el 2005, después de convocatorias, salones de artistas y de hacerse un nombre entre los conocedores de arte en Colombia, viaja a Nueva York, una ciudad donde empezó algunos cuadros que terminó en Colombia. Varios de ellos por poco fueron descartados por el curador Álvaro Médina para la próxima exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. “Algunos cuadros no tenían el nivel, a algunos les trabajo más, unos entraron a la retrospectiva y otros no”, dice el pintor.
Entre sus últimas obras sobresale Auca (2013) , que significa “el espíritu de la Selva”, y resalta el imaginario espiritual indígena. Jacanamijoy, o “Jaca” como le dicen sus amigos, pinta lo que no se ve.
- Nueva York es confrontación, es el mundo, es la nueva Alejandría, la capital del mundo contemporáneo. Y además es terrible porque tiene ondas que van de la locura a la cordura rápidamente. De polos opuestos y uno los siente, se ponen los pelos de punta en Nueva York y yo soy un ser muy sensible. Yo allá llegué al umbral de la melancolía.
En el 2008 regresa a Colombia, después de experimentar esa gran babilonia, de exponer en el Smithsonian Institution de New York y en Stony Brook University. Extraña la posibilidad de comer una ostra fresca de Nueva Zelanda y añorar en Queens los sabores de Colombia: un caldo de pescado y una Pony Malta.
La nostalgia le comienza a dar cuerda y regresa a su casa en el barrio La Macarena donde los cerros de Bogotá le recuerdan las montañas de su pueblo: Santiago.
“Rodolfo Llinás tiene ojos de niño”: Carlos Jacanamijoy
Uno de los retratos de su estudio es el de Rodolfo Llinás, neurocientífico colombiano. La amistad de los dos nace por una curiosidad compartida. Llinás explora desde hace años la relación entre el arte y el cerebro y encontró en “Jaca” la manera de indagar los pensamientos del artista más allá de los materiales, la textura y los colores.
-¿Qué estabas pensando cuando pintaste este punto?- me dijo el doctor Llinás, y desde ese día empezó una conversación que no ha parado hasta el día de hoy-dice el pintor mientras señala uno de los puntos de la pintura El Otro.
Llinás visitó el estudio de Carlos en el barrio de la Soledad, camino al aeropuerto, tenía 20 minutos para hablar con el pintor y se quedó dos horas.
-Él te mira fijamente a los ojos, él no está viendo lo que uno ve, el ve dos pelotas aquí (los ojos) que están conectadas al hipotálamo y las respuestas eléctricas del cerebro. Yo aprendí muchísimo de él, porque yo no veía mi pintura desde ese punto de vista, yo voy pintando de manera intuitiva, pero Rodolfo me reveló que mi pintura es un tipo de pensamiento.
Al final me dijo: “Sabes una cosa, se me hace que tú y yo hemos sido amigos hace mucho rato y me compró un cuadro y me invitó a su “taller”, a conocer su hobby, que es un su laboratorio astronómico. Rodolfo tiene ojos de niño, lo bello de él es que siempre está viviendo en función del cerebro.
Jacanamijoy: Magia, memoria y color. 1992-2013
Su obra estará en el Museo de Arte Moderno de Bogotá en una retrospectiva ambiciosa que empezó con la publicación de un libro compilatorio de Villegas Editores.
Para Álvaro Medina, el curador de Jacanamijoy, la exposición va a lograr que las obras sean de verdad un catálogo completo para los amantes del expresionismo del artista:
-Carlos Jacanamijoy pinta unos temas que ningún pintor occidental había pintado nunca. Su obra son fragmentos de paisajes organizados no de una manera natural, sino de una manera absolutamente pictórica. Se para en sus pies, considera los aportes de su cultura indígena, los siente profundamente, elabora un lenguaje y unos temas y se lanza utilizando un lenguaje que es universal: el expresionismo. Él siempre ha trabajado a partir del recuerdo, pinta las cosas que le atemorizaban y que soñaba cuando era niño pequeño, de 3, 4 años.
Valeriano Lanchas, el guionista norteamericano Robert Mckee y Álvaro Mutis lo visitan en su taller. Su pintura lo ha llevado a lugares inimaginables y en su pueblo natal, cada vez que regresa, le dicen “doctor” por ser pintor.
-¿Cómo se ve a los ochenta años?
-Pintando, ojala haya hecho dos películas, en este momento estoy haciendo un documental. Me gusta estar haciendo muchas cosas porque el diablo es puerco.
@Lauquiceno
Carlos Jacanamijoy visto en retrospectiva
Lun, 16/09/2013 - 17:29
Hay un taller de techo alto, una mesa llena de pinceles y más de 20 cuadros de gran formato, tres pinturas menos coloridas que nacieron en su estudio en Nueva York en el 2008, cuando ya empezaba la n