Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 pueden presumir de un número récord de mujeres participantes, con más de 5.000 atletas. Pero en sus filas también hay quienes batieron su propio récord al demostrar al mundo que la edad es solo un número.
La campeona de tenis de mesa siria Hend Zaza tiene apenas 12 años. En 2020, hizo historia al ganar el torneo clasificatorio de Asia Occidental. En ese entonces, tenía 11 años y venció a la libanesa Mariana Sahakian, nacida en 1977.
Si bien Zaza ganó varios torneos importantes en su país, no tuvo mucha suerte en Tokio: fue eliminada en la primera ronda por la experimentada jugadora austríaca Liu Jia, de 39 años, con un marcador 4-0.
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"Llegar a los JJOO de Tokio ya fue un logro, no me pidieron que ganara: me pidieron que jugara bien. Creo que tuve una buena participación y aprendí de la derrota", confiesa la joven en una entrevista a la página oficial del evento.
Ahora Hend sueña con ser campeona mundial y llevarse un oro en los JJOO de París 2024.
Pero ¿quién es la atleta más longeva de los Juegos Olímpicos? Es la jinete australiana Mary Hanna, de 66 años. Esta es la sexta vez que participa en los JJOO.
La también abuela de cuatro nietos afirma estar "absolutamente encantada" de haber sido seleccionada para la prestigiosa competición internacional.
De esta manera, Hanna se convierte en la segunda mujer más longeva en tomar parte en los JJOO, detrás de la también jinete británica Lorna Johnstone, quien con 70 años representó a su país en los JJOO de Múnich 1972.
La tiradora georgiana Nino Salukvadze también batió un récord muy insólito: se ha convertido en la atleta con más participaciones en la historia de los JJOO.
Salukvadze ha competido en las nueve ediciones del torneo, desde Seúl 1988, donde representó a la URSS y se llevó medallas de oro y plata. Hasta el momento, ocupa el puesto 54 en el ranking de la Federación Internacional de Tiro Deportivo.
Salukvadze recuerda que tras la disolución de la URSS, Georgia quedó "saqueada y demolida", por lo que decidió construir su propio campo de entrenamiento de tiro en el sótano de su casa. También tuvo que superar la desconfianza de su padre conservador que no entendía "para qué necesitaba disparar".