La agonía del Río Atrato: entre la minería ilegal y la contaminación
Las aguas del Río Atrato, entre los departamentos de Chocó y Antioquia, han sido testigo mudo de varios de los grandes problemas que han azotado al país durante las últimas décadas: grupos armados, deforestación y minería ilegal. A lo largo de sus 750 kilómetros, ha sido protagonista de importantes eventos. Desde la Conquista Española, hasta la masacre de Bojayá, el Río Atrato ha permanecido impávido, no obstante, empieza a agonizar. La minería ilegal y su consecuente contaminación lo están matando.
Para los chocoanos esa es una realidad, una problemática ya de vieja data que a pesar de los esfuerzos de las comunidades y de los organismos estatales sigue sin solución. En el 2016, por ejemplo, con la Sentencia T-622, el río, su cuenca y sus afluentes, fueron reconocidos como sujeto de derechos para la protección, conservación, mantenimiento y restauración. No obstante, el daño persiste.
“Este era un río muy hermoso. Ustedes hoy en día lo ven así feo, sucio, pero tiempos atrás era un agua a la cual usted se tiraba y se podía ver. Las minas ilegales, las retros, las dragonas, el buscar de pronto metales de personas de otros países (...) eso es lo que nos ha afectado a nosotros, nos han ensuciado el agua. La contaminación ha sido muy fuerte” asegura al respecto Cleyton Córdoba, uno de los tantos lancheros que se gana la vida en Quibdó, a las orillas del imponente afluente.
La importancia del río, tanto para las comunidades afro, como para las comunidades indígenas y los colonos, está en que es la principal vía de transporte, es fuente de alimento y un eje transversal para la cultura, la vida y la memoria. Sin embargo, la minería ilegal continúa envenenando sus aguas en medio de la búsqueda del oro y otros metales preciosos.
El mercurio, un metal pesado altamente tóxico, es el principal agente de contaminación. Empleado para separar el oro de otros materiales, se libera en cantidades alarmantes en el río Atrato. Este mercurio no solo envenena las aguas, sino que también se acumula en la cadena alimentaria, afectando a peces y, en consecuencia, a las personas que los consumen. Las enfermedades y malformaciones se han vuelto más comunes en las comunidades ribereñas, que ven impotentes cómo su principal fuente de vida se convierte en una amenaza mortal.
El cianuro, aunque menos utilizado, también encuentra su camino hacia el Atrato. Este compuesto químico, letal en pequeñas dosis, contamina el agua, afectando a toda forma de vida que depende de ella.
“A uno que de pronto a veces le toca bañarse, y a veces por necesidad tomarse el agua porque a veces presentamos escasez, nos puede provocar un cierto grado de enfermedad que vivimos por causa de la contaminación. Antes no era así, pero hoy por causa de las minas ilegales estamos padeciendo esta situación tan fuerte”, agrega Córdoba quien, al igual que muchas otras personas subsiste por el río.
A las orillas del gran afluente, es común ver a las comunidades, niños y adultos, hacer uso del agua. Sumergirse y nadar en ella. Actividades que los han expuesto a una gran cantidad de mercurio que ya empieza a debilitar su salud.
En el 2018, el Ministerio de Salud, en cumplimiento de la sentencia T-622, adelantó estudios sobre los niveles de este elemento en la sangre de los habitantes de 13 municipios de Chocó y Antioquia. Mismo que evidenció niveles muy superiores a los establecidos por la Organización Mundial de la Salud que han generado afectaciones en el sistema nervioso e inmunitario, así como también problemas para la digestión, la piel y la respiración.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades por acabar con la minería ilegal, y con el derrame de mercurio y otros químicos al río, las estructuras dedicadas a esta actividad han encontrado la manera de evadir los controles y seguir operando a costa de la salud de los chocoanos. Esto, mientras que las iniciativas del Gobierno Nacional por descontaminar el río también son insuficientes.