513 días pasaron para volver al Estadio El Campín. Recuerdo que la última vez que pisé el máximo escenario deportivo fue en marzo de 2020, antes de que la pandemia llegara a nuestras vidas.
La ansiedad e ilusión que sentía me transportó al pasado cuando con 13 años pisé por primera vez el Estadio El Campín en compañía de mi padre.
"Un sentimiento inexplicable" - dice un cántico de Santa Fe - tres palabras que encajaban perfectamente en ese momento.
Las manecillas del reloj se estacionaron sobre las 7:00 de la noche, me vestí con mi buso y bufanda de mi equipo, y emprendí mi camino hacia el escenario deportivo en compañía de otras siete personas.
El reloj marcó las 8:00 de la noche y yo ya estaba en cuerpo y mente dentro del Estadio El Campín. Me ubiqué en oriental platea junto a otros hinchas de Santa Fe y uno que otro de Nacional, pero sin ningún problema.
Lo primero que me sorprendió fue ver a las barras bravas de Atlético Nacional en la tribuna de oriental general norte. Santa Fe nunca hizo público que la hinchada visitante iba a estar presente en el compromiso.
Ahí la primera alerta.
La segunda impresión que tuve mientras observaba el primer tiempo, fue la ausencia de la Fuerza Pública dentro del estadio. Me fijé en las tribunas y no estaban los cordones de seguridad que normalmente hay para un partido clase A.
Mi preocupación se desvaneció en ese instante ya que el juego llamó mi atención de nuevo. Los minutos pasaron y al final de la primera parte el juego concluyó 0-0.
Hasta ahí el ambiente era de fiesta y alegría.
De la emoción a la tensión
Llegó el tiempo de descanso para los jugadores y, mientras algunos hinchas se dirigían al baño y a las tiendas, el ambiente se llenó de una tensión indescriptible.
En la tribuna familiar (lateral norte del estadio) se presentó un primer cruce entre hinchas de ambos bandos.
Los cánticos de lado y lado empezaron a calentar los ánimos y en mi mente me dije “eso no pasa a mayores”, pero la verdad ocurrió todo lo contrario.
Hinchas de Santa Fe se fueron acercando a la parcialidad visitante que estaba en la misma tribuna y como respuesta a este acto, miembros de la barra brava de Nacional, que se encontraban en las gradas de al lado, escalaron las barandas para iniciar un tropel sin sentido.
Desde el lugar donde yo estaba con mis amigos (oriental platea baja) se observaba a mujeres y niños escapando de las garras de los desadaptados. Incluso, alcancé a ver a un hincha de Nacional golpear a uno de Santa Fe con una muleta.
El estadio se llenó de angustia e impotencia, pues la Policía Nacional prefirió grabar lo que ocurría en vez de detener la pelea entre barras.
Integrantes de La Guardia Albi Roja Sur, ubicados en la lateral sur, desocuparon su tribuna para salir en defensa de las familias de Santa Fe. Atravesaron el estadio por el campo de juego y se enfrentaron con los de Nacional que se encontraban al otro extremo.
Ahí sí la Policía Nacional decidió actuar y dispersar a la gente con los bolillos que llevan consigo.
Decepción total
Tras varios minutos de angustia, el juego se reanudó sin importarle a los directivos la violencia que había ocurrido en el Estadio El Campín. Al parecer, primero está la plata y el espectáculo, y segundo el bienestar de las personas.
En la tribuna se oían comentarios de todo tipo. Unos culpaban a los hinchas por su mal comportamiento, y otros a la Fuerza Pública por la pasiva respuesta como respuesta a los altercados.
La ilusión y la felicidad desaparecieron de los rostros de los asistentes; el Estadio El Campín quedó bañado en sangre y vergüenza.
Al salir del estadio el miedo continuó debido a que las autoridades dejaron salir al tiempo a ambas hinchadas. Mis familiares y los familiares de mis amigos llamaban angustiados para saber de nuestro bienestar.
El 3 de agosto de 2021, debió ser una fecha histórica por el regreso de la gente a los estadios, y no una fecha para olvidar tras los actos de violencia de los que fuimos testigos.
Hasta aquí una crónica violenta que, al parecer, ya estaba anunciada desde antes.
