En la política colombiana, la coherencia es un bien escaso y la conveniencia un recurso inagotable. El reciente escándalo del chat filtrado entre Katherine Miranda y Armando Benedetti no es solo un episodio de intriga entre dos figuras públicas, sino un retrato fiel de cómo se mueve la política en Colombia: todo es cálculo, todo es imagen, todo es conveniencia.
En el mensaje filtrado, Miranda no busca apoyo de Benedetti, como algunos han sugerido. Lo que hace es algo igual de revelador: le pide que no la salude en público para evitar que los medios la asocien con él. Un acto de distanciamiento público que, paradójicamente, confirma que hay una relación privada.
Miranda construyó su imagen bajo la promesa de representar una “nueva política”, alejada de las viejas mañas del poder. Pero este episodio demuestra que, en el fondo, los políticos juegan bajo las mismas reglas de siempre: las apariencias lo son todo.
¿Quién gana con esta filtración?
Aquí es donde está el punto clave. Este escándalo podría golpear la credibilidad de Miranda, pero el verdadero beneficiado es Benedetti.
Después de quedar debilitado por múltiples escándalos y ser tratado como una figura tóxica, la filtración de este chat lo reposiciona. ¿Por qué?
1. Demuestra que sigue teniendo peso en la política. Si hasta Miranda, una congresista con un discurso de independencia, siente que debe cuidarse de su cercanía con él, significa que Benedetti aún es un actor de poder.
2. Se presenta como un personaje que incomoda. La filtración refuerza la narrativa de que Benedetti sigue moviendo fichas en la sombra.
3. Cambia la conversación a su favor. En vez de hablar de sus escándalos, ahora se habla de quién le teme o lo evita.
Este no es solo un golpe a Miranda; es una jugada maestra para lavarle la cara a Benedetti y recordarle al país que, para bien o para mal, sigue siendo influyente.
La política sigue siendo el mismo juego
Este episodio deja varias lecciones. La más importante: los políticos temen más a la opinión pública que a sus propias convicciones.
Miranda no le teme a Benedetti; le teme a que la vean cerca de Benedetti. Y en ese temor, en esa necesidad de marcar distancia en público, mientras la relación en privado existe, se resume la hipocresía de la política.
Nada ha cambiado. Los mismos métodos, los mismos cálculos, las mismas estrategias. Hoy los nombres son Miranda y Benedetti; mañana serán otros. Pero la historia es la misma.
