Cuando el semáforo cambia de verde a rojo, las palpitaciones del corazón se aceleran, los nervios actúan en el cuerpo y la motivación de quienes utilizan estos minutos de quietud en la calle se exacerba. La Universidad de la vida les ha enseñado que es ahí o nunca, que sobrevivir depende de esos cortos minutos en los que pueden ganarse una moneda en la palma de la mano, que les permita tener un día más de alimento, de supervivencia.
El talento lo han cultivado desde el vientre del que nacieron hasta el asfalto que hoy han escogido como su oficina de trabajo. No necesitaron recomendaciones, hojas de vida o una edad precisa para iniciar su oficio en la calle. De diversas formas, llegaron ahí, luchando, persistiendo cada día bajo el fuerte sol o el gélido clima que los acompañe, depende del día, de los peligros, de los improperios, del ánimo, no importa, siguen ahí resistiendo con su arte, su actividad para sobrevivir.
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Este cuarto episodio de Zona Hostil sigue la historia de dos limpiavidrios, un adulto mayor que desafío el riesgo de filudos vidrios y dos artistas del disfraz que caminan las calles de Bogotá.
Los primeros, se posan en los semáforos con sus herramientas de aseo, agua y jabón en botellas plásticas para limpiar con humildad los vehículos de quienes así lo deseen. Le hacen el quite a los improperios, las malas actitudes, las negativas caras, la opulencia y las burlas, con tal de llegar a esa mano amiga que les brinda el metal preciado. Superan el día, y cuentan en sus manos, la posibilidad de vivir dignamente.
En el centro de Bogotá ya lo conocen. Kennedy, el otro protagonista de esta historia se rebusca el dinero enfrentando con destreza los vidrios en trozos peligrosos que riega sobre el suelo para luego lanzarse a ellos y demostrar su inmunidad especial. Ha preparado un acto que con el pasar de los años perfecciona y en los que incluye apagar cigarrillos con la boca y cuchillos en su nariz. Con esto, al igual que los personajes anteriormente descritos, termina el día contando las monedas para pagar la habitación donde duerme.
Por último, los dos personajes faltantes de este panorama en plena selva de cemento, es el de dos hombres que se ponen encima doce kilos de diversos materiales que simulan al 'depredador', personaje de la ficción reconocido en el cine global. Ellos, han decidido interpretarlo en las calles de Bogotá mientras el semáforo en rojo se los permite, así, dejando a un lado sus carreras universitarias, la pena y el que dirán, buscan con su disfraz desde hace seis años, las monedas para su subsistencia. De 150.000 a 180.000 pesos ganan en un fin de semana, hacen las cuentas y con eso sobreviven, sin importar los peligros, el calor la intemperie.
Como estas, son varias las historias que afloran en la calle bogotana. Los oficios son variados, los mostrados en Zona Hostil son la muestra de algunos de ellos, la posibilidad vivir dignamente es una utopía por la que trabajan a diario, sorteando peligros, climas, improperios, ataques, quejas y malas caras. Sin importar esto, las monedas que recogen, son su objetivo y es con estas con las que costean su vida, su alimento. Su flagelo no es realmente la droga, los vicios o la delincuencia, sino el olvido y la falta de oportunidades, de educación. Sin embargo, su honestidad y honradez los mantiene a flote a punta de trabajo, con la meta, algún día, de recibir a cambio mejores condiciones.