Sexo tántrico: un silencioso y emocionante placer

Lun, 19/03/2018 - 05:49
Para muchos, el sexo tiene poco que ver con la espiritualidad. Es algo prohibido que definitivamente está alejado del camino espiritual. Sin embargo, la sabiduría está en evitar los extremos.

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Para muchos, el sexo tiene poco que ver con la espiritualidad. Es algo prohibido que definitivamente está alejado del camino espiritual. Sin embargo, la sabiduría está en evitar los extremos. Si bien el exceso de indulgencia sexual no nos ayudará en el camino hacia la realización, tampoco podemos pretender que no tenemos cuerpos, bloqueando, reprimiendo o ignorando nuestra sexualidad. La idea es trabajar inteligentemente con nuestra energía vital y aprender cómo integrar nuestra sexualidad de manera óptima en nuestra vida, bien sea sólo o en pareja. Mientras más comprendamos nuestra sexualidad, mayores probabilidades tendremos de canalizarla en vías espiritualmente productivas. El Tantra nos ofrece esta sabiduría, enseñándonos cómo dirigir la energía sexual a través de la relajación en lugar de la tensión, que es lo que comúnmente se hace. De ahí a que la tendencia aceptada en occidente es hacia el logro de un fin: el climax. Entonces todo el acto se basa en ello. Mientras que el enfoque del Tantra no está en lograr nada, está en ser todo, ser amor, ser corazón, sentir. No se trata entonces de “hacer” el amor, se trata de “ser” el amor. Debido a las constantes represiones con que culturalmente nos hemos alimentado, hemos acostumbrado a mantener una gran tensión sexual que se acumula con el tiempo y vive en el deseo frustrado que constantemente busca su liberación y que termina convirtiéndose en una fuerza destructiva.
Cuando se valida la sexualidad mediante la incorporación de la conciencia, descubrimos que el sexo es en realidad una gran fuerza espiritual de sanación natural.
Contrario a la atracción sexual ordinaria, que tiende a disminuir con el tiempo, con el Tantra, la atracción entre la pareja aumenta y la experiencia sexual mejora cada vez más, generando una relación igualitaria entre los sexos, donde retorna la verdadera polaridad masculino-femenino, no como fuerzas opuestas dominantes sumisas, sino como fuerzas que se atraen y se complementan entre sí. El equilibrio generado a través de esta polaridad intrínseca crea armonía, comprensión, respeto y aprecio mutuo. El Tantra enseña a centrar la conciencia en el cuerpo y lo utiliza como punto de referencia constante, lo que nos permite permanecer cada vez más en el momento presente. Cómo el cuerpo es el único que existe en el momento presente, aprender a vivir a través de él aumenta nuestras posibilidades de ser felices. La práctica del Tantra requiere que nos tomemos el tiempo para estar en silencio, dejar a un lado nuestras agendas y permitir que emociones, lágrimas, risas, salgan a la superficie. Todo ello inquieta nuestro ego, pero nos lleva a estadíos de profunda intimidad. Por ello la práctica del Tantra incluye, entre otras técnicas, el masaje tántrico, la respiración (pranayama) como puente entre la mente, el pensamiento, el cuerpo y el sentimiento, y la mirada entre la pareja para aumentar la conexión emocional y comunicar la forma en que ambos sienten en el momento presente. Todo ello hasta que la máscara de la personalidad desaparece y se profundiza en la unión tántrica.
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