"No me he arrodillado a nadie, jamás lo haré": Fabio Valencia Cossio

Dom, 28/07/2013 - 15:01
Hubo un momento realmente conmovedor que le costó describir con serenidad a Fabio Valencia Cossio en su libro “O Cambiamos o nos Cambian”. Tratando de desentrañar los recuerdos que tanto había
Hubo un momento realmente conmovedor que le costó describir con serenidad a Fabio Valencia Cossio en su libro “O Cambiamos o nos Cambian”. Tratando de desentrañar los recuerdos que tanto había tratado alejar del 6 de noviembre de 1985, día del asalto al Palacio de Justicia en Bogotá, no pudo evitar sentir escalofrío y cerrar sus ojos con fuerza, en especial cuando recordó el momento en que ingresó al edificio recién retomado por la fuerza pública. Valencia era representante a la Cámara por Antioquia y entraba acompañado por otros congresistas. Mientras hace memoria, reconstruye cuando caminaba entre la humareda y el reguero de piedra en el suelo. Enseguida un rayo recorre su espina dorsal y lo paraliza. Ve al frente el cadáver de Luis Horacio Montoya Gil, quien había sido profesor suyo en la Universidad de Antioquia y a quien conocía. Luego vio más cuerpos regados en el lugar. Era una morgue con ensangrentados, calcinados y mutilados, como nunca pensó llegar a ver. Escribió sin dar muchos detalles, porque sabía que casi 30 años después aún provocarían dolor. También recordó cuando un oficial le brindó un vaso con gaseosa, e instantes antes de beber sintió un líquido viscoso que recorría su antebrazo hasta el codo. Era sangre. Las mismas nauseas de entonces las sintió mientras redactaba el momento que, dice hoy, más lo ha estremecido en su vida. “A veces reconstruía cosas que tenía metidas en el alma y no quería sacar, porque al hacerlo me arrancaban lágrimas”, dice. Valencia Cossio rompe un silencio de tres años con su libro y en él se confiesa. Dice que “O cambiamos o nos Cambian” es toda su sinceridad. “Es la verdad verdadera de mi vida. Es mostrar quien soy yo como ser humano”. Quien fuera el hombre fuerte del expresidente Álvaro Uribe, un paisa y conservador de pura cepa, es hoy un hombre tranquilo, no sometido a las premuras del tiempo o las agendas, prudente, respetuoso y detallista. -Vienes como muy armado- me dice mientras me saluda fijándose en mi grabadora digital, que estaba casi oculta entre una libreta y hojas. -¿Si ves que estamos tomando agua en vasos azules?-, concluye al finalizar la entrevista con una sonrisa sencilla. El título del libro no podría ser otro. La frase que él dijo el 20 de julio de 1998, frente al Congreso en pleno, ante el entonces presidente Andrés Pastrana y el país entero, y que marcó su carrera política. “O cambiamos o nos cambian”, le sentenció a sus colegas mientras se posesionaba como presidente del Senado. “Había un desprestigio muy grande. Acababa de pasar todo el Proceso 8 mil. Hubo un desgaste fuerte en el Ejecutivo y Legislativo y se esperaba el momento de un renacer del país. Como el Congreso estaba tan mal, mi obligación como presidente de la corporación era decir: si nosotros no cambiamos, no nos damos otra imagen de eficacia, de pulcritud, de transparencia como congresistas, obviamente acá habrá un relevo de la dirigencia del país”. Lo cierto es que no lo escucharon, nunca lo hicieron, y aún hoy el legislativo sigue en desprestigio. Fabio Valencia dice que en su libro quiere dejar una constancia de su calidad como servidor público, que es lo que, asegura, ha sido el mayor logro de su vida. Relatar sus memorias, contar sobre su ascenso político del anonimato al poder, varias anécdotas de sus labores, agradecer a quienes nunca les dijo gracias y develar los detrás de cámara de los grandes momentos políticos que presenció. Además seguir opinando sobre lo que pasa en Colombia, en un ejercicio de ciudadanía y activismo que no quiere abandonar, aunque ya no esté en el poder. “Mi obligación ahora es opinar, decir lo que considero que va bien o  va mal; llamar la atención sobre hechos históricos para que no se repitan los errores del pasado, y digamos es una obligación moral, más que política”, sostiene. Alguna vez dijo usted que más de seis meses de un proceso de paz con las Farc es carreta. Vamos ocho meses. ¿La prolongación del tiempo es uno de esos errores del Caguán que no se pueden volver a cometer? ¿Qué evaluación le deja el avance de este proceso? Si usted analiza las primeras declaraciones del presidente Santos, dice que vamos a hacer la paz en seis meses, que esto prácticamente está listo, que no nos vamos a salir de la agenda, que esto va a ser muy rápido, que no permitiremos que sea como en el Caguán con agenda interminable y tiempos largos… El que no conoce la historia o no la quiere reconocer está sujeto a repetir los mismos errores. En La Habana se están cometiendo los mismo errores del Caguán , agravados por circunstancias nuevas. La guerrilla sigue su misma tónica dilatoria. Ellos tienen un propósito ya establecido, y no lo van a cambiar. Usted, que participó en el proceso del Caguán, ¿qué otros elementos identifica que se estarían repitiendo en los diálogos actuales? La zona de despeje sin cese al fuego, fracasó. Pero ahora la zona de despeje la pasaron a Cuba. El no cese al fuego y hostilidades, al menos de hostilidades, está  llevando al país a no creer en ese proceso. Siguen matando, secuestrando, atacando poblaciones, entonces la gente dice: ¿cuál es la voluntad real de paz? Haber negociado en medio del conflicto fue un error en el Caguán, y es un error ahora en La Habana. Otro error fundamental es no haber determinado el tiempo. Ellos intentaron hacerlo a seis meses, ya se fueron alargando y ahora el tiempo lo están poniendo las Farc. Y para poder hacer política, ellos tienen que aceptar que son victimarios y no victimas como están diciendo. También tienen que entregar las armas, se tienen que someter a la legislación internacional y deben pagar, dentro de la política de una ley transicional, pero deben ser sancionados. Ya la comunidad internacional no permite que haya un indulto o amnistía. Se le ve desalentado con este proceso… Yo estoy de acuerdo con el proceso de paz, pero un proceso de paz que sea como política de Estado. En el Caguán nos equivocamos por el show mediático; acá nos equivocamos porque se le niega al país la oportunidad de conocer bien lo que se está negociando. ¿Recuerda un momento en el Caguán en el que usted dijera: esto fracasó? Yo estuve dos años y medio en el proceso. Cuando me fui, me fui golpeado, porque realmente quería que hubiera paz. Pero uno se daba cuenta desde el principio que no había voluntad real de paz de la guerrilla. Ellos comenzaron a dilatar, hacer este show mediático que hacen, con la comunidad internacional, y en esa época otros países eran veedores y colaboradores, no como ahora que tenemos a Venezuela y Cuba manejando el proceso. ¿Ha tenido ese mismo sentimiento con el actual proceso? Yo creo que un proceso que empieza con un deseo de obtener un resultado electoral, es funesto. Si de ahí sale cualquier cosa y la firman, ese no va a ser el marco de paz que los colombianos estamos pidiendo. Soy muy pesimista. Mire, yo conozco a las Farc y ellos están ganando terreno a nivel internacional y nacional. Las Farc se están recuperando. Ya no tienen Caguán, sino La Habana y la frontera con Venezuela, donde se refugian donde quieren. ¿Cree entonces que esta es una puesta en escena de Juan Manuel Santos para asegurarse la reelección? Con los términos que pusieron, que tiene que ser en noviembre, que es cuando anuncia si va a la reelección, pues obvio es una apuesta electoral. Las Farc lo saben y por eso lo aprietan. Fabio Valencia Cossio en el Caguán, Kienyke (De izquierda a derecha): alias 'Fabián Ramírez', alias 'Joaquín Gómez', alias 'Raúl Reyes', Andrés Pastrana, Fabio Valencia Cossio y María Emma Mejía.  ¿En noviembre habrá acuerdo? Yo no creo conociendo las Farc. Ellas dan un paso adelante y dos atrás. Es el modo de ellos dialogar. Y si hay un acuerdo no será un instrumento que logre la paz. Puede que logre el propósito del presidente Santos, pero no la paz. ¿Ve a los principales líderes de las Farc, que incluso usted conoció, en algún órgano del poder colombiano? Es probable que algunos de ellos por legislación nacional e internacional no puedan acceder. Pero guerrilleros que no tengan crímenes de lesa humanidad o crímenes de guerra, y que hayan hecho dejación de las armas, es legítimo. A mí no me preocupa que los guerrilleros hagan política ni que lleguen a la dirección del Estado, pero que lo hagan en el marco de una democracia transparente y donde todos podamos participar en igualdad de condiciones. En el libro usted plantea un acuerdo con la realización de una Asamblea Nacional Constituyente. ¿Cómo la visualiza y qué reformaría? Hablo de una Constituyente plural, nacional. Esa Constituyente Nacional debe incluir a todos los sectores del país y a todas las regiones. Y donde se incluya a grupos alzados en armas y que lamentablemente se hayan metido en el narcoterrorismo. ¿Cuál es la condición? Que para hacer política dejen las armas y todos estemos en igualdad de condiciones, y que a través de un proceso democrático hagamos una Constituyente abierta y elegida totalmente. ¿Cambios profundos a la Constitución del 91? La del 91 tiene cosas valiosas que hay que conservar, pero otras a reformar. Sigue habiendo una centralización muy tremenda. En lo fiscal, en lo político, en la justicia. A pesar de la elección de alcaldes y gobernadores, las regiones son débiles. Pensar en la propuesta de una sola cámara nacional y de regiones descentralizadas. Inclusive planetaría la posibilidad en un régimen parlamentario. He sido partidario de ello porque habría partidos fuertes, con Primer Ministro y Jefe de Estado. Creo que el régimen presidencialista ha generado inequidades en el equilibrio de poderes. Un ejecutivo muy fuerte, un congreso muy débil y una justicia en crisis. Una Constituyente busca no solamente acallar los fusiles, pues habría que poner condiciones para una democracia eficaz, representativa e incluyente.  

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En su libro “O Cambiamos o nos Cambian” Fabio Valencia cuenta lo que llama “las entretelas del poder”, que reviven cuando él estuvo al lado de mandatarios como Álvaro Uribe, Andrés Pastrana y César Gaviria, y presenció decisivos instantes que determinaron el rumbo político del país. Con Gaviria, mientras era congresista,  viajó en una comisión para verificar si Pablo Escobar se había escapado de "La Catedral", la vergonzosa y lujosa cárcel en la que se recluyó el capo a cambio de no ser extraditado. “Gaviria dijo a una comisión del Congreso que no nos preocupáramos, que Escobar estaba en unos muros falsos que habían sido construido ahí, y que no había salido. Y resulta que a la postre se supo que Pablo Escobar ya llevaba horas fuera de la cárcel. Eso se supo en la intimidad de momentos críticos del país”, recordó. La anécdota con Pastrana fue en el proceso de paz en el Caguán. Valencia acompañó al entonces presidente el 7 de enero de 1999, cuando se instalaba la mesa de conversaciones. Veía la angustia y molestia de Andrés Pastrana porque no llegaba el jefe de las Farc, Manuel Marulanda Vélez, para la famosa foto del comienzo de los diálogos. “Pastrana le había puesto todo el empeño, generosidad, ‘todos los huevos en la misma canasta’, y recibió un baldado de agua fría antecitos de iniciar la ceremonia”, explica. Fabio fue uno de los que le sugirió subir, aunque el presidente se notara muy dudoso de hacerlo. “Hay que hacerse presente, dar la cara, porque finalmente el que quedaba mal era Marulanda. Pastrana finalmente hizo caso”, recuerda sobre el evento que pasó a la historia como “La silla vacía”. “Los poderosos dudan, y mucho”, interrumpo a Valencia antes de que me cuente su experiencia con Uribe, quien a pesar de su estoicismo, tuvo instantes de vacilación. “Tengo muchas dudas, ministro”, le decía el expresidente Uribe a Valencia Cossio, su ministro del Interior, en diciembre de 2008. Él, como jefe político de Uribe, le proponía al mandatario  que firmara un decreto para convocar sesiones extras que dieran aprobación al proyecto de su segunda reelección. Faltando poco para acabar el día en el que culminaba el periodo ordinario, Valencia al fin convenció al presidente y terminó definiendo que sí quería postularse a un tercer mandato. Fabio Valencia Cossio y Alvaro Uribe, Kienyke Fabio Valencia Cossio fue ministro del Interior y de Justicia entre 2008 y 2010, en reemplazo de Carlos Holguín Sardi.  “Cualquier decisión, un sí o un no afecta al país o a mucha gente. Ahí es donde está la madurez o responsabilidad del mandatario, que en momentos críticos tiene que tomar decisiones”, confesó, y ya que mencionaba a Uribe, dijo que fue él quien le escribió el prólogo de su texto. “Uribe es muy generoso. Demuestra un sentimiento grande de amistad. Reconoce que hemos sido émulos en la política. Pero una cosa que realmente me hace muy feliz y orgulloso es que recalca una cosa importante: yo fui opositor de él cuando fue gobernador de Antioquia y le hice oposición muy dura. Después fui su aliado y socio en el gobierno y lo acompañé con lealtad. El destaca dos cosas: la lealtad como opositor, y la lealtad y entrega como funcionario de su gobierno”. ¿El presidente Santos pasa por un buen momento, como para pensar en reelección? Santos sabe que está muy mal. Pregúntele a cualquiera en la calle, la gente está desencantada. Todos los colombianos somos muy políticos, y hay desencanto, y eso se paga electoralmente. ¿Germán Vargas Lleras le hará a Santos, lo que dicen que Santos le hizo a Álvaro Uribe? No es nada raro que le dé de su propia medicina. No sería raro que lo hiciera pronto. (…) Uno sabe que a Vargas Lleras lo que le están diciendo al oído es que esta es su oportunidad, este es su cuarto de hora, que sería el único que lo derrotaría (a Santos en elecciones presidenciales). Y tanto va el agua al cántaro que al final se rompe. El país está incendiado. La crisis en el Catatumbo, el paro minero y un eventual paro agrario. ¿Por qué le ha tocado esto a Santos? Me parece que ha habido un deterioro grande de la seguridad y la autoridad. Y obviamente hay problemas que vienen de tiempo atrás. Que estaban muy controlados. Es evidente que en el gobierno del presidente Uribe había muchos problemas, pero había diálogo permanente y directo con el ciudadano. Había voluntad de dialogar, de solucionar los problemas pero también una decisión de que por ningún motivo se aceptaba diálogo bajo presión, bajo amenazas o bajo bloqueos. Usted que fue Ministro del Interior ¿Cómo evalúa la manera como el actual jefe de esa oficina, Fernando Carrillo, maneja las crisis? Son como dos estilos. Yo no quiero compararme ni nada, pero cada cual tiene sus modos de rascar pulgas. Yo me las rasco distinto. ¿Es la oportunidad del urbismo para las elecciones? ¿Ya tienen fuerza para batirse en esta contienda? Hay gente muy buena en el Centro Democrático y en el partido Conservador. Les he propuesto a los dos partidos que es muy importante hacer un acuerdo político, una coalición que permita que el partido Conservador saque su candidato, que el Centro Democrático también saque su candidato, y que en marzo se haga una consulta en la que haya un candidato único y que el que pierda apoye al otro. Esto produciría una coalición de los dos partidos, que representaría casi el 50% de la expresión electoral del país. Y el expresidente Uribe va por el Senado… En agosto tiene que definir. Sin embargo yo estoy convencido que él va a encabezar lista al Senado; no tengo ninguna duda que él lo hará, porque el movimiento del presidente Uribe es Uribe. Fabio Valencia Cossio, Kienyke A la única persona que se ha arrodillado Fabio Valencia fue a su nieto, cuando lo perseguía mientras gateaba.  La agitación  política ya no es lo de Fabio Valencia Cossio, pero el abandono de lo público y de la crítica tampoco. Recuerda el 8 de agosto de 2010, cuando dejó el Ministerio del Interior, y acabaron las llamadas insistentes, las agendas apretadas, las jornadas de 21 y 22 horas diarias y los viajes de trabajo. Duró tres meses para perder el ritmo frenético. Pero ahora, confiesa, está tranquilo. Va al gimnasio, lee y escribe mucho, está con su familia, y pasa tiempo en el campo, con su afición de siempre: el ganado. “Me gusta la tranquilidad del campo; respirar aire fresco, caminar tranquilo. Y eso lo convino con una chimenea, y de pronto de vez en cuando unos aguardienticos, aunque ahora poquitos”. Trata de recuperar el tiempo que no pudo estar con los suyos, y ellos se lo agradecen y le piden ya no volver al ruedo político. Su mayor apuesta es disfrutar con su nieto Jacobo, pero hasta para hablar de él tiene que recordar su historial público. “En un debate en el Congreso me dijeron: usted es un arrodillado a Estados Unidos por la política antidrogas. Yo les dije: realmente a mí una sola personas me ha hecho arrodillar, y fue mi nieto cuando gateaba y yo lo perseguía. De resto no me le he arrodillado a nadie, ni jamás lo haré”. Conversaciones de actualidad nacional y global las comparte con frecuencia con comidas que él mismo prepara para sus invitados, pues confiesa que es un experto en hacer platos típicos como ajiaco. El último año lo ha dedicado a recordar su historia y contarla en “O Cambiamos o nos Cambian”, una actividad que le hizo redescubrirse consigo mismo. Relata su experiencia de vida y recuenta difíciles momentos como el proceso de su hermano, Guillermo León Valencia, cuyas consecuencias públicas también le afectaron. "Puedo decir que mi gran satisfacción  ha sido servir a la gente y servir al país. Ese fue el mayor logro de mi vida y es el mejor título para mí”. @david_baracaldo
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