
En mayo de 1984 Agostino di Bartolomei jugaba por un título europeo. Diez años después se quitó la vida con un disparo en el corazón. Lea también: Los escándalos de Maradona
Ese miércoles del 84 el equipo de sus amores, la Roma, disputaba la final de la Copa de Europa contra el Liverpool de Inglaterra. Agostino era el capitán y guía de ese equipo bautizado como 'la mejor Roma de la historia'. También le puede interesar: Un futbolista que prefirió las drogas el sexo y no la gloria y los goles.
De su mano, y bajo la dirección técnica del sueco Nils Liedholm, el equipo romano ganó tres copas de Italia (1980, 1981 y 1984) -después de once años sin ganarla-, el segundo scudetto de su historia -tras 42 años de sequía- y alcanzaría la final del campeonato europeo. Lea también: De patinadora artística a criminal
Para llegar a esa instancia, Bartolomei fue fundamental. Le daba pausa, clase y precisión al juego de un onceno de ensueño que compartía con el portero Franco Tancredi, el delantero Roberto Pruzzo y más tarde con Toninho Cerezo. ¡Qué jugadores!
Perder esa Copa de Europa contra el equipo de los Beatles (Liverpool) fue el primer paso al suicidio. Roma y Liverpool empataron 1-1 durante los 90 minutos reglamentarios, así que el campeonato tuvo que definirse con una tanda de penaltis. Deportistas que lo tuvieron todo y ahora viven en banca rota
Los asistentes al estadio Olimpico de Roma soñaban con el título pero terminaron bañados en lágrimas. Bruno Conti y ‘Ciccio’ Graziani fallaron sus lanzamientos, solo Bartolomei, el capitán del equipo pudo convertir. El Liverpool fue más efectivo; Neal, Souness, Rush y Kennedy marcaron. Los ingleses se quedaron con el título por cuarta vez en su historia.
La derrota no se aceptó. Agostino quería darle ese regalo a su ciudad, a su equipo y a sí mismo. Desde los 14 años jugaba en las divisiones inferiores de la Roma, a los 18 debutó en el primer equipo y con tan solo una temporada y la mayoría de edad recién cumplida, era el dueño de la camiseta con el número 10. No tardó mucho para convertir su primer gol, lo hizo ante el Bolonia en 1974.
Por ese amor propio que sentía por el equipo y con poca diplomacia, en el camerino, después de la derrota ante el Liverpool, increpó a Falcao, uno de sus compañeros.
El romano nacido en 1955 no le perdonó al brasileño su miedo. Pese a que era reconocido como un infalible lanzador, Falcao no fue capaz de cobrar el penalti y cedió su tiro. Le dio miedo.
En ese vestuario los ánimos estaban calientes, dicen, que algunos casi se van a los puños. Lo único cierto es que el equipo resultó dividido y Agostino di Bartolomei, con dolor en el alma decidió renunciar. Lo propio hizo el técncio Nils Liedholm, quien se fue para el Milan, meses después se llevaría al 10 para el equipo rossonero.
Di Agostini y Sounessm capitanes de Roma y Liverpool, intercambian banderines antes de la final de 1984.
En 1985, ya en el Milan, di Bartolomei se enfrentó al equipo de sus amores. Con un gol suyo el equipo milanista derrotó 1-0 a la Roma. Contrario a lo que se esperaba, Agostino celebró el tanto con fuerza, con garbo, con rabia. Gesto que no olvidaron los hinchas romanos.
En el partido de vuelta en el Olimpico de Roma, lo recibieron con crueldad. Lo insultaron, lo chiflaron con odio. Por un momento se les olvidó que ese hombre al que insultaban les dio la gloria apenas unos meses atrás.
Preso de los nervios por ese recibimiento hostil, el ahora milanista cometió una dura entrada sobre su amigo Conti. Se formó una importante pelea, con expulsados. Di Bartolomei se quedó solo.
En Milan tuvo una destaca actuación aunque no alcanzó la gloria que logró en la Roma. Tres años después llegó Arrigo Sacchi, el hombre que formó el mejor Milan de la historia. Sin embargo, en sus planes no estaba Di Bartolomei.
Con 32 años encima decidió irse al Cesena, el reto era evitar el descenso y lo consiguió. Cerca al retiro y con pocas ofertas que le significaran un reto deportivo, aceptó una propuesta de su esposa: Irse a vivir cerca al mar.
Entonces aceptó jugar en el Salernitana, equipo de serie C italiana. Durante el segundo año en ese equipo lideró un histórico ascenso a la Serie B. Tiempo después, ya convertido en ídolo de ese pequeño equipo, Di Bartolomei anunció su retiro.
Trató de seguir vinculado al fútbol. Primero como comentarista de la RAI en el Mundial de Italia 90, luego como entrenador de niños en una pequeña escuela que fundó. Soñó crear una ciudad deportiva, con canchas y hospedaje para los pequeños pero fracasó.
Pidió un crédito que fue rechazado. La burocracia, además en una zona controlada por la Camorra, le ponía obstáculos una y otra vez. Además, Di Bartolomei se veía fuera de lo que había amado. La Roma nunca recurrió a él para ofrecerle ningún cargo. Nadie se acordaba de él (o al menos eso era lo que a él le parecía).
El diario 20 minutos de España señala que en "su cabeza seguía estando en el césped. En aquel scudetto del 83. En sus lanzamientos de falta. En sus partidos de Copa de Europa. En aquel gol suyo que significó el pase de la Roma a una final de la Copa de Europa por primera y única vez en su historia. Aquellos que fueron los campeones ayer, son los olvidados de hoy. Aquellos que hoy son los campeones, mañana serán los olvidados. Es inevitable. Y en medio de esta espiral sin final están ellos. Los futbolistas. Todos. También Di Bartolomei. Pero él no supo soportarlo".
Una mañana de finales de primavera, Agostino di Bartolomei se levantó, cogió una pistola que tenía desde su época de futbolista, se apuntó al pecho y se quitó la vida. Tenía 39 años. Dejó una mujer y dos hijos.
“Estoy en un túnel sin fin. No quieren que vuelva a entrar en el mundo del fútbol (…) Me siento encerrado en un agujero”, decía la carta que tiempo después encontraron sus familiares.
La fecha de su muerte, por cierto, fue el 30 de mayo de 1994. Exactamente el día en el que se cumplían diez años de aquella aciaga final de la Copa de Europa.

