1. Ponte primero a ti mismo en paz y luego podrás pacificar a los demás. Vale más el hombre pacífico que el sabio.
2. El apasionado aun el bien lo convierte en mal y cree a la ligera todo lo malo. El hombre bueno y pacífico ve siempre el aspecto favorable de las cosas.
3. Quien vive en paz no sospecha de nadie. En cambio, el descontento y malicioso se agita constantemente en mil suspicacias, y ni él tiene sosiego ni deja en paz a los que lo rodean.
4. Muchas veces dice lo que no debería decir y omite lo que más le convendría hacer. Es que tiene ojos de lince para ver las obligaciones de los demás y echa en olvido los propios deberes.
5. Sé, pues, primero, celoso contigo mismo y podrás, después, desplegar tu celo justamente con tu prójimo.
6. Sabes de sobra excusar y dorar tus faltas, pero no quieres escuchar a otro cuando trata de sincerarse contigo. Más justo sería que te acusaras a ti mismo y disculparas a tu hermano.
7. Si quieres que los demás te sufran, sufre tú a los demás.
8. Repara en lo lejos que estás aún de la verdadera caridad y humildad; estás con nadie se enojan ni se indignan sino contra sí mismas.
Clases de pacificadores
9. No exige gran virtud tratar con gente buena y tranquila. Esto, naturalmente, nos gusta a todos, pues todos amamos la paz y preferimos a los que congenian con nosotros.
10. En cambio, vivir pacíficamente con gente intratable y pendenciera, o bien con hombres maliciosos o quien nos contradice a la continua, es una gran gracia y, por otra parte, algo digno de elogio y propio de personas de carácter.
11. Hay quienes están en paz consigo mismos y con los demás. Y los hay que ni tienen paz ellos mismos, ni dejan que otros la tengan. Son insoportables para aquellos con quienes conviven, aunque mucho más para consigo mismo.
12. Y hay, en fin, quienes se mantienen en paz y procuran que los demás la tengan a su vez.
13. Sin embargo, nuestra paz en esta vida miserable consiste más en soportar humildemente la adversidad que en no tenerla.
14. El que mejor sepa padecer mayor paz tendrá. Éste es que se vence a sí mismo y se hace dueño del mundo y, por ende, amigo de Cristo y heredero del cielo.
“El que tiene paz pacífica al mundo” en la voz del Logoterapeuta y Coach de Vida Armando Martí © (una adaptación del libro Consejos para la Vida Interior de Tomás de Kempis) para la sección Konciencia de KienyKe.com. Escúchalo, disfrútalo y compártelo:
¿Dónde estás cuando no estás contigo?
1. Nunca serás hombre de vida profunda y virtuosa si no echas un candado a tu boca cuando se trata de las cosas del prójimo y no pones especial atención en ti mismo.
2. Si te concentras sólo en Dios y en ti, poco te importará cuanto puedas observar a tu alrededor.
3. ¿Dónde estás cuando no estás contigo mismo? Y ¿qué has ganado, tras haber discurrido por todas partes, si te has olvidado de ti?
4. Si quieres lograr la paz y la verdadera unión con Dios, es necesario prescindir de todo y tenerte sólo a ti ante los ojos.
5. Por eso, si te conservas libre de cuidados terrenos, adelantarás mucho. En cambio, mucho perderás, si estimas algo de las cosas de la tierra.
6. Nada tengas por grande, ni sublime, ni agradable, ni digno de aprecio, sino sólo a Dios o lo que a Él se refiere. Todo tu consuelo que procede de alguna criatura debe parecerte pura vanidad. Al alma que ama a Dios le merecen desprecio todas las cosas que están por debajo de Él.
7. Sólo Dios es eterno e inmenso, sólo Él lo llena todo, sólo Él es solaz para el
alma y verdadera alegría del corazón.
Alegría que da la buena conciencia
1. La gloria del hombre bueno está en el testimonio de una buena conciencia.
2. Ten una conciencia recta y tendrás siempre alegría. Una conciencia justa puede soportar muchas cosas, e incluso sentirse gozosa en medio de la adversidad.
3. En cambio, una conciencia mala está siempre temerosa y llena de inquietud. Nunca descansarás tan dulcemente como cuando de nada te acuse el corazón.
4. Alégrate únicamente cuando hayas hecho el bien. Los malos jamás gozan de auténtica alegría ni gustan la paz interior, pues, como dice el Señor, no hay paz para los impíos.
5. Y aunque digan: “Vivimos en la seguridad, no vendrá ningún mal sobre nosotros, ¿quién se atreverá a hacernos daño alguno?, no lo creas, porque de pronto se encenderá la cólera de Dios y aniquilará sus obras y perecerán sus proyectos.
6. Al que ama no se le hace difícil gloriarse en las tribulaciones. Porque gloriarse así es mostrarse orgulloso de la cruz del Señor.
7. Efímera es la gloria de esta tierra: tanto si se da, como si se recibe de los hombres. Y es que la tristeza es el cortejo que acompaña siempre a la gloria de este mundo.