“Dios es amor, y el que vive en amor, vive en Dios y Dios en él” (1 Juan 4:16).
Entender a Dios y tratar de explicarlo sólo desde la razón, es imposible. De manera que la forma más auténtica de acercarnos a Él es fusionando la inteligencia y el amor.
El amor es un estado de afecto vivo que Dios tiene para cada uno de nosotros como su creación máxima, es decir, siempre nos brindará oportunidades y opciones que nos orienten hacia lo sensato y lo bueno.
Recordemos que el amor simplemente sucede, porque es la razón misma de la vida. Nace desde una fuerza unificadora que nos impulsa a trascender con pasión y alegría, para crear nuevas posibilidades de bienestar, gozo y plenitud espiritual.
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Lo entendamos o no, todo ser vivo busca un espacio para desarrollarse. En consecuencia, cada uno de nosotros necesita de un espacio personal mediante el cual nos conectamos con la divinidad que habita en nuestro interior.
Recordemos, que, en el mundo existen muchas religiones y todas tienen en común intentar iluminar los oscuros caminos de nuestra ignorancia hacia el conocimiento. Sin embargo, algunas de ellas por su afán de destacarse y “poseer la verdad”, terminan confundiendo a algunos de sus seguidores a través de sus dogmas, ideas y opiniones.
A pesar de estas contradicciones, las religiones tienen ciertos puntos de convergencia. A continuación, expondré dos de sus premisas esenciales:
1. El sentido profundo de lo sagrado y la revelación de algo muy grande que desciende a nuestras vidas, transformándolas a través de los milagros y las oportunidades de redención y renacimiento.
2. El Creador se manifiesta por medio de la voz y las palabras de sus “elegidos” tanto en hombres como en mujeres, cuya misión es la de expresar y hacer cumplir su voluntad divina, guiando a sus hermanos a la iluminación.
La función histórica de toda religión es la de volver a unir el presente social a la trascendencia, puesto que estamos en una sociedad desequilibrada, intoxicada, agotada y endurecida por la falta de sensibilidad de su propio egoísmo destructivo.
De ahí que la esperanza que guardamos es la de “ser perdonados” y redimidos por aquella fuerza eterna que no nace ni muere y le da sentido a la existencia.
Por esta y otras razones, en la historia del mundo han existido, existen y existirán grandes pensadores y buscadores de la verdad, que, desde la fe crítica y su experiencia personal, han podido contribuir a una nueva forma más amorosa y auténtica de relacionarse con un Poder Superior.
Uno de los que más me ha impresionado y renovado mis ideas, ha sido el filósofo Baruch Spinoza.
El Dios amoroso de Baruch Spinoza
El padre del pensamiento moderno, Baruch Spinoza (1632 – 1677), nació en Ámsterdam y fue hijo de judíos españoles que migraron a los Países Bajos. Como amante de la verdad, estudió filosofía y teología, al igual que la doctrina hebrea de Talmud, la cual recoge las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, narraciones, parábolas e historias del código civil y religioso.
De igual manera, profundizó desde su crítica racionalista en los escritos de la Biblia y por eso fue excomulgado por los rabinos en 1656. Debido a este hecho, se trasladó a Ámsterdam donde trabajó como pulidor de lentes, y, paralelamente, continúo escribiendo sus valiosas obras hasta su muerte en 1677.
Sus teorías y conocimientos se basaron en la identificación de Dios con la naturaleza (Deus sive natura): "aquello que es en sí mismo y se concibe por sí mismo", por lo que sólo podía existir una sustancia: la divina.
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El hombre al estar dotado de cuerpo y alma conoce y se compone de ambos atributos: Dios y la naturaleza, es decir, como una extensión del pensamiento. De ahí, su visión holística que considera que todo debe ser analizado en conjunto y no en partes separadas, pues el todo es inseparable.
Por eso, Spinoza se inspiró en escribir textos como: “Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad”, “De la reforma del entendimiento” y “Tratado teológico-político”, con el fin de revelar su visión de la verdadera relación con Dios, basada en la confianza y la sinceridad, más no en la apariencia y el temor.
A pesar de la lucidez y amorosa intención del autor, han pasado siglos y todavía algunos seres humanos continúan esclavizados por los prejuicios sociales, morales y religiosos.
Personalmente, me identifico con la mayoría de los pensamientos de Spinoza y su invitación hacia una nueva, libre y más auténtica relación directa con Dios.
En estos tiempos extraños de pandemia, angustia e incertidumbre que estamos viviendo, hemos visto la necesidad de cambiar muchos de los paradigmas existentes y dejar de lado el egoísmo para apoyar y ayudar a las necesidades de los otros, experimentando una nueva conciencia social en nuestra vida.
Por eso, quiero invitarlos a ustedes, mis queridos lectores de la sección Konciencia de kienyke.com, a abrir la mente y el corazón, reflexionando sobre estas palabras del auténtico e inmortal Baruch Spinoza:
Dios hubiera dicho:
“¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa! Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.
Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.
Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito… ¡No me encontrarás en ningún libro! Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?
Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice…
Yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios puede hacer eso?
Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.
Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas. Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro.
Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo: vive como si no lo hubiera, como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di.
Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?
Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijos, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar. Deja de alabarme ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido? ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?
No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti.”