Ante los recientes, y muy feroces, ataques de la narco guerrilla a los campos de exploración petrolera, que se suman al constante asedio sobre la industria minera y los ingenios azucareros, se escuchan diferentes opiniones entre las que coinciden algunas, como la de un ex guerrillero y un general en retiro, al poner el dedo en la llaga resaltando el importante papel que juegan las milicias conformadas, desde décadas atrás, por las FARC las que, con un gobierno cómplice, han hecho gala de todo su poder destructor, lo que había previsto Álvaro Uribe en un artículo que escribió hace siete años titulado “Milicias, el arma secreta” en el que expresa su preocupación de que las milicias de las FARC, de las que ni los políticos, ni los medios se ocupaban, quedaran por fuera de los acuerdos de La Habana.
Las milicias han sido el arma más poderosa de las FARC como organización guerrillera lo que quedó demostrado cuando, al entregarle la banda presidencial Uribe a Santos, inmediatamente salieron de “las madrigueras” en las que se refugiaron durante la ofensiva del ejército, respaldado éste por un gobierno que demostró voluntad política. El término “madriguera”, acuñado luego del repliegue estratégico de las FARC, no correspondía a la realidad; por el contrario las tales “madrigueras” no eran los túneles de las guerrilleros vietnamitas , ni algo que se les pareciera, sino una infiltración de una guerrilla, vestida de civil, en los campos, pueblos y ciudades por todo el país pero con mayor incidencia en los antiguos territorios tomados por la guerrilla y los entregados al comienzo de las conversaciones del Caguán.
La semilla de las milicias, que ahora han brotado, quedó sembrada desde la política de seguridad ciudadana que tan esperanzadora fue para los colombianos y que ha venido a ser causa de grandes frustraciones. En eso se quedó muy corto Uribe ante la estrategia de pacificación del tan aclamado Bukele en El Salvador. Uribe dio golpes de gran espectacularidad, dando de baja a los cabecillas, lo que significó una reducción notoria de la violencia; pero tendiéndoles la mano a los miles de guerrilleros que regresaban, en apariencia, a la vida civil, todo lo contrario de lo que ha puesto en práctica Bukele quien se ha concentrado en capturar a los integrantes de las Maras sacándolos hasta de las, esta vez si bien llamadas, madrigueras.
No sabemos cómo seguirá desarrollándose la pacificación de El Salvador que, en tan pocos meses, ha significado una tranquilidad a su gente que nunca antes había vivido. Lo que si vemos, con dolor, es cómo, quince años después, el proyecto de seguridad ciudadana ha demostrado ser un fracaso. Evocar viejos tiempos, como lo hacen algunos uribistas, no ayuda en nada ante la terrible realidad de los hechos. Tuvimos la oportunidad de erradicar, en todo el sentido de un término tan abusado, a las FARC, al ELN y a todas las bandas criminales durante el gobierno de Uribe, la voluntad política no alcanzó para tanto. La llegada al poder de Santos fue un golpe brutal a ese anhelo que habría sido compensado si Duque no traicionara su bandera de “el que la hace la paga” con la que nos sentimos identificados y lo llevó a la presidencia.
El panorama no podría ser más oscuro. En el pasado alimentamos la esperanza, lo que nos animaba a ver más allá de un presente sombrío, hoy no tenemos ni siquiera ese alivio.
