Regresó el futbol en Alemania, con el mundo en expectativa, a la espera de las consecuencias.
Prueba piloto.
Lo exótico, por encima de lo convencional.
Cuatro goles en un partido, con distancia en la celebración lo que tanto incomoda a Falcao y con razón, porque el gol con sus efectos han sido su vida en las canchas.
Ardió la pelota, con gestos nerviosos de los futbolistas, sin besos y el codo en reemplazo de las manos. Sonrisas, tapabocas y tribunas solitarias.
Todo un cuento.
El fútbol sin fiesta está de regreso, con la disputa en la cancha por la pelota desinfectada, los espacios y los resultados.
Entre tanto, el retorno en Colombia incierto por la eterna discusión entre el gobierno y los dirigentes desunidos, por la ambigüedad de los protocolos.
Qué “De fútbol no vive el hambre”, tituló y comentó Héctor Abad Faciolince, en interesante columna en El Espectador, sobre prioridades diferentes al juego.
Tan sugestivo el encabezado como aquel de Álvarez Gardezabal en su libro sobre la catástrofe de Armero, por el desinterés de la población para escuchar las advertencias: “Los sordos ya no ven”.
Voces de alerta.
John Carlin, periodista inglés, más trivial e irresponsable, afirma en El Tiempo, que no entiende el temor de los futbolistas para su regreso, si comunes son sus violaciones a la cuarentena, para montar orgías.
Lo cierto es que el balón regresó con su encanto, entre aplausos virtuales de los aficionados desde sus casas.