Las páginas de economía de la prensa diaria, ésas por las que solemos pasar de prisa por su contenido de difícil comprensión para el común de los mortales, suelen traer a veces historias apasionantes. Como la que proviene esta semana de una empresa situada en Santa Clara, California. Allí se encuentra una empresa de la que venimos oyendo hablar con cierta frecuencia pero que resulta todavía desconocida para mucha gente: Nvidia. Es una tecnológica, obviamente, y casi habría que decir también que, obviamente, fundada por un chino-norteamericano: Jensen Huang.
¿Imagina usted trabajar en una empresa donde todos sus compañeros son millonarios? Pues eso es Nvidia, que si tuviera una E delante de su nombre resultaría de lo más apropiada marca empresarial en español para un emprendimiento en tecnología. Más del 70% de sus empleados son millonarios y una tercera parte tiene una fortuna de más de 20 millones de dólares gracias a sus acciones. Este pasado martes, esos pobres trabajadores miraban con mucha preocupación sus carteras en el mercado de valores porque en una sola sesión Nvidia perdía casi un 10% de su cotización en bolsa.
Aclaremos antes de continuar adelante que la empresa es la estrella de la Inteligencia Artificial, y que es la tercera del mundo por valor en bolsa, pues está por detrás solo de Apple y Microsoft (que ésas sí sonarán más al paciente lector de esta columna). Así pues, se entiende que un estornudo en bolsa de la empresa del señor Jensen Huang y sus felices trabajadores produce una caída general en el mercado de valores. El de este pasado martes, en el que en un solo día perdió 278.900 millones de dólares, Nvidia ha protagonizado diez de las veinte mayores caídas de valor bursátil en una jornada de la historia (mayor incluso que la de Meta en febrero de 2022 que se desplomó un 26%)…, pero hay que decir también que ha liderado 9 de las 20 mayores subidas.
A lo mejor se trata de una empresa sobrevalorada, eso lo veremos en el futuro, pero a pesar de sus últimos tropiezos Nvidia se mantiene como una de las firmas más alcistas del Nasdaq, el índice bursátil de Estados Unidos. Con todo muchos inversores se preguntan hoy si los futuros ingresos de las principales empresas tecnológicas y de computación en la nube justifican los miles de millones de dólares que se están invirtiendo en Inteligencia Artificial, mientras advierten de los riesgos de un estancamiento de los ingresos o de una lenta adopción de la IA.
Nvidia, una compañía que empezó en el sector los videojuegos, ha terminado convertida en pieza clave para un fenómeno que parece destinado a transformar el mundo. Su éxito se basa en haberse convertido en el líder mundial en la fabricación de GPU (unidades de procesamiento gráfico), que son los componentes esenciales para el desarrollo y funcionamiento de sistemas de inteligencia artificial. Sus chips son considerados el “cerebro” de muchas aplicaciones de IA, desde la generación de texto hasta la conducción autónoma.
La empresa controla más del 70% de las ventas de esos componentes por lo que se entenderá que sus estornudos en bolsa puedan producir resfriados en el sistema financiero. En este momento hay un “sentimiento” positivo del mercado ante el auge de la Inteligencia Artificial. Cualquier decepción en esas expectativas dañará a Nvidia, al resto de las tecnológicas y a toda la bolsa por el efecto rebaño.
Resulta paradójico que los principales beneficios económicos de la inteligencia artificial no los obtengan los desarrolladores de software como Open AI, sino los que producen la parte tangible de la tecnología. El gran negocio de IA está en la fabricación del hardware que permite a ChatGPT o Gemini responder a nuestras preguntas. Y paradójico también que un asunto que empezó como un juego pueda tener al mundo financiero con el alma en vilo.