¿Quiénes no han pensado alguna vez en inscribir a sus hijos en Clubes deportivos, clases deportivas, o actividades extracurriculares? Entornos en donde confiamos a nuestros niños, niñas y adolescentes, pensando en su bienestar y por qué no, en la posibilidad de potencializar sus habilidades. Pues con gran tristeza, me doy cuenta que justamente estos “ENTORNOS SEGUROS” se están convirtiendo en el escenario perfecto para algunos DEPREDADORES SEXUALES.
Diariamente en nuestro equipo, recibimos todo tipo de denuncias, en las que hacemos lo posible para brindar alguna solución, pero hasta el momento nada que me estremeciera como lo hizo este lamentable caso que llegó a mis manos y me puso sobre la mesa una dolorosa realidad de la que tristemente no se habla con la contundencia que debería y mucho menos cuenta con la eficiencia judicial para que pueda ser erradicada. Se trata del abuso infantil, un cáncer silencioso que arrasa con todo a su paso, dejando en los cuerpos y las mentes de niños inocentes, cicatrices imborrables.
Las cifras no pueden ser más devastadoras, según el informe presentado por Medicina Legal, entre enero y abril de 2024, se realizaron 5.889 exámenes médico legales por presunto delito sexual, es decir que en Colombia se atienden más de 50 delitos sexuales contra menores al día, sin contar los que por temor o vergüenza optan por no denunciar. En Bogotá el panorama es igual de abrumador, según la plataforma SIEDCO, entre enero y febrero de 2024 los mayores delitos denunciados son: el acto sexual con menor de 14 años (187 casos), sigue el acceso carnal abusivo con menores de 14 años (96 casos) y el acto sexual violento (37 casos).
Precisamente al sur de la ciudad, en las Localidades de San Cristóbal y Antonio Nariño está ubicado el Club Deportivo Mushudo, dedicado a la enseñanza de taekwondo. Este Club dejó de ser un espacio para la práctica de un arte marcial, y se convirtió en un lugar que representa un peligro inminente para todos los niños, niñas y adolescentes que allí asisten.
James Venegas Presidente y principal “docente” de esta escuela, ha aprovechado su rol para presuntamente abusar sexual y carnalmente de algunas de sus alumnas. El caso reprochable desde todo punto de vista, cuenta con escabrosos agravantes, ya que sus primeras víctimas, son jóvenes que hacen parte de su familia en la que lamentablemente se encuentra hasta su propia hija.
“Él me besa, me toca y se hacía la víctima, hacía que estaba arrepentido, que no iba a volver a pasar pero seguía pasando. Aprovechaba cualquier segundo que nadie lo estuviera viendo para tocarme algo; él se me insinuaba me decía que quería tener relaciones sexuales conmigo, que si yo quería experimentar le podía decir y él me manipulaba para que yo no dijera nada.” Asegura una de sus víctimas.
Un informe emitido en 2023 por Medicina Legal, determinó que el 72% de las situaciones de violencia sexual a menores, proviene de familiares o amigos cercanos a la familia lo que demuestra que la mayoría de las veces, el enemigo está en casa y este caso es prueba de ello, ¿Quién sospecharía que un primo, profesional en Docencia y que abriría una escuela de taekwondo sería un presunto abusador?
“Yo ya le tenía miedo a él, yo sabía que iba a pasar algo y él entró a la bodega, porque en la bodega siempre va actuar porque no le gusta que lo vean haciendo lo que hace y ahí fue donde me arrinconó y me trató de besar.” Relata otra de sus víctimas.
Con la tranquilidad de que todo surgia en un entorno familiar y confiando en el perfil profesional de este sujeto, Lilibeth, Jorge y Gustavo, inscribieron a sus hijas en este club para que tuvieran una actividad deportiva extra y de paso ayudar a su primo a impulsar este nuevo proyecto, nunca imaginaron que esta, sería una desición que los marcaría como familia para siempre. En sus rostros se ve el peso del dolor que viven a diario y la tranquilidad que les fue arrebatada pero que esperan recuperar una vez se haga justicia.
"El tema del abuso sexual únicamente se siente cuando llega y toca la puerta de nuestras casas, es algo que pensamos que nunca va a suceder pero sucede y nos sucedió a nosotros. Este profesor abusa y pues lo más triste y lo más preocupante para nosotros, es que sigue ejerciendo su labor como docente no debería ser un profesor, ni siquiera debería llamarse profesor, pero sigue dando clases, sigue trabajando con menores de edad y no podemos hacer nada.” Manifiesta Lilibeth.
Como lo he dicho desde el primer día que llegué al Concejo, la curul y el micrófono no son míos, son de toda la ciudadanía que merece ser escuchada. Agradezco enormemente que en un acto de valentía, Lilibeth, Jorge y Gustavo hayan aceptado mi invitación para alzar su voz en el Concejo de Bogotá, porque es precisamente el silencio, que a menudo envuelve estos casos, lo que no solo perpetúa el sufrimiento de las víctimas, sino que también permite que los depredadores sexuales continúen al acecho.
"Creo que el deporte es la primera ventana que los niños tienen para soñar y me doy cuenta que en malas manos, en malas prácticas, en malos profesores, es terrible, puede truncar los sueños de un niño, de una generación y el daño colateral como familia es duro, todos los días vivir el proceso, que tú hijo piense muchas veces en quitarse la vida es terrible… Alentar a esos padres que por vergüenza no hablan, porque esto es exponerse públicamente y exponer a los hijos. A esos niños, a esas muchachas que no hablan porque les da vergüenza por el qué dirán, porque las amistades las van a juzgar, no podemos seguir permitiendo esto. Entonces yo hago un llamado a estas personas que les pasó esto, a que denuncien, no es hora de callar, hay que hablar.” manifestó Gustavo.
No podemos permitir que esto siga sucediendo y ver estos casos como solo números debemos implementar plan real de acción y prevención para la protección de nuestros niños. La responsabilidad recae en todos nosotros: padres, educadores, entidades Distritales y comunidad en general. Es fundamental educar a nuestros hijos sobre el respeto mutuo, el consentimiento y la importancia de alzar la voz cuando se sientan amenazados o vulnerables a no tener temor denunciar, para no que la impunidad reine mientras nuestros niños sufren en silencio.