A lo mejor estoy exagerando, pero se me ocurre que en el futuro el caso del presidente español, Pedro Sánchez, se convierta en objeto de estudio en facultades de sociología, ciencias políticas y demás. Esta semana ha tomado una decisión absolutamente inédita en política, por lo menos en el ámbito que conocemos, pongamos por caso, en el último siglo. Ni Google ni la Inteligencia Artificial me han podido ayudar a encontrar un caso semejante.
El pasado miércoles, después de conocerse que un juez había admitido una querella contra su mujer, Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencia, el presidente hizo pública una carta dirigida a la ciudadanía informando que cancelaba todo tipo de compromisos oficiales, se retiraba a meditar y el lunes 29 de abril, diría a sus conciudadanos si sigue al mando del gobierno o si se retira. Mandatarios que renuncian inesperadamente, hay a montones. Pero uno que anuncia retirarse a meditar si se va o se queda, ninguno.
Como no tengo el don de la adivinación y los analistas políticos españoles tampoco me ayudan mucho, cuando esta columna se lea a partir de ese día, ya Sánchez se habrá ido o seguirá gobernando, y no les puedo decir a ustedes si será lo uno o lo otro. Solo les puedo decir que Sánchez es único en sus cosas.
Es el único que ha llegado al gobierno por una moción de censura contra su rival, el único que —a nivel nacional— ha pactado para formar gobierno con comunistas e independentistas catalanes y vascos, el único de todos los presidentes que ha tenido España en democracia que habla inglés, el único que ha vuelto a liderar a su partido después de que lo expulsaran, el único al que se le ha ocurrido entregar a Marruecos la ex colonia española africana del Sahara, el único que en sur de Europa —España, Francia, Italia y Grecia— ha logrado mantener un partido Socialista hegemónico en el gobierno.
Su carta a los españoles, que pasará a los anales como modelo de cursilería política en la que se declara enamorado de su mujer, resulta un documento raro en un fajador como él, especialista en la confrontación con los rivales políticos, con los medios y hasta con la justicia. Grosero e irrespetuoso hasta con el jefe de Estado, extraña verlo ahora blandito y pidiendo cariño.
En el origen de este episodio tan ocurrente están los señalamientos que se hacen a Begoña Gómez de haber aprovechado su vínculo matrimonial con el jefe de gobierno, para conseguir favores en el mundo empresarial. Entre otras cosas, haber logrado el rescate por parte del Estado de la aerolínea Air Europa, a cambio de una generosa donación de esa empresa a una fundación a la que la señora Gómez estaba vinculada.
Se ha tratado hasta ahora de un asunto muy local, que en mi opinión acabará en nada. Seguramente terminará archivado, aunque resulta poco ético que la mujer de un presidente esté enredada en trapicheos por el estilo (y no estoy queriendo señalar a nadie). Lo malo es que, con su carta, que ha tenido repercusión mundial, Sánchez ha llevado lo que era un asunto doméstico, a los más importantes medios de todo el mundo.
La política en todas partes es una máquina de picar carne humana y a ella se debe llegar llorado desde casa. Por eso un berrinche como este, más propio de un adolescente que de un líder político, puede terminar por pasarle factura a Pedro Sánchez, en un sentido que quizá no calibró adecuadamente: ahora toda la prensa mundial emparenta a su mujer con la palabra corrupción. El prestigioso Financial Times, por ejemplo, titulaba el jueves: “Spain PM considers resignation amid wife's corruption probe” (El primer ministro español considera dimitir en medio de la investigación de corrupción de su esposa).
La opinión generalizada es que Pedro Sánchez no dimitirá. Que regresará en loor de multitudes por parte de los suyos, y que este incidente traerá consecuencias, no muy buenas precisamente, para el periodismo crítico con el gobierno y para los jueces que se atrevan a tocar al poder o a sus familiares.
Ahora bien, en el remotísimo caso de que Pedro Sánchez decida marcharse, es que hay algo más grave que unos dimes y diretes sobre su mujer en la prensa. Podrían ser palabras mayores relacionadas con un caso de espionaje a su teléfono, que se manejó con tremenda torpeza en su momento. En tal caso, emplazo al paciente lector que haya llegado hasta aquí, a leer el siguiente capítulo dentro de una semana.