Muchos analistas militares han coincidido en que, desde hace meses, la guerra ha llegado a un punto muerto en el que la victoria no se divisa claramente ni para Putin ni para Zelensky. En ese entendido, cualquiera de los dos líderes podría salir vencedor.
Lo anterior, validaría la tesis de estar ante una fase militar de desgaste (War of Attrition) y es aquí donde cualquiera podría dar un paso estratégico hacia la victoria. Por ello, la extrema preocupación de Jake Sullivan (Asesor de Seguridad Nacional) quien en entrevista para Meet the Press -con Kristen Welker-, recalcó que la responsabilidad histórica está del lado de Mike Johnson (Presidente de la Cámara de Representantes y Speaker) en lo que refiere a la aprobación del proyecto de ley que desembolsaría, para Ucrania, un paquete de 60 billones de dólares.
Entretanto, las operaciones militares se han concentrado en el flanco Este, principalmente en Crimea y en Donbás, en espera de que cualquier eventualidad pueda estratégicamente ser aprovechada para inclinar la balanza del lado de la victoria. La última toma de valor estratégico, después de Bakhmut, tuvo lugar en Avdiivka, lo que ratifica la relativa ventaja militar que viene ejerciendo las tropas rusas en toda la región, sobre todo después de la contraofensiva ucraniana.
Recientemente, el Kiel Institute for the World Economy publicó un dosier titulado “Ukraine Support Tracker A Database of Military, Financial and Humanitarian Aid to Ukraine” del que se puede desprender fácilmente que, en términos generales, mientras la Unión Europea ha apoyado a Ucrania con ayuda económica, son los Estados Unidos quienes lo ha hecho mayoritariamente en materia militar.
De hecho, durante la visita emblemática en la que se rindió un sentido homenaje a los soldados caídos, en el aeropuerto de Gostomel, días atrás vimos a Ursula Von der Leyen, a Justin Trudeau, a Alexander de Croo y a Giorgia Meloni junto a Volodímir Zelenski. A simple vista, se pudo leer que el gran ausente fue Biden.
Posiblemente, lo anterior, se deba a que en Estados Unidos la guerra ha entrado en un punto de agotamiento pues, por un lado, Antony Blinken ha estado de gira por Oriente Medio -en no pocas ocasiones- durante los últimos cuatro meses, y, por el otro, a la referida lentitud con la que el Congreso asume la aprobación de la ayuda para Ucrania.
Esto se explica, en parte, por la guerra de Israel contra Hamás, en la que todos los esfuerzos que La Casa Blanca estaba haciendo para ayudar a Zelensky han quedado compartidos ahora con el apoyo a Israel (más que a Netanyahu) y con la crisis de seguridad que se ha desatado sobre las aguas del Mar Rojo. En esta sensible zona, en asocio con Reino Unido, Washington viene respondido militarmente contra objetivos estratégicos de los Houtis.
Ahora, si bien en Rusia las ´elecciones´ tienen un resultado asegurado, en Washington el asunto no es tan nítido; por lo tanto, resulta muy alta la probabilidad de que el resultado electoral afecte el curso de la guerra. Tan es así que, ante un eventual segundo mandato, Trump ha dejado las puertas abiertas para un posible retiro de la OTAN, hipótesis que se reforzaría con la actitud asumida por Mike Johnson frente al desembolso de los recursos con destino a Ucrania.
A pesar del panorama tan desalentador, y en contra de todas las posibilidades, no se puede perder de vista que Ucrania ha luchado incansablemente y eso prueba que Putin, en dos años de guerra, no ha podido fácilmente cantar victoria. Así como le ha resultado tan fácil deshacerse de sus enemigos internamente y controlar a Rusia, Putin no ha podido hacer lo mismo con Zelensky y con el pueblo ucraniano.