Israel ha desplegado parte de su pie de fuerza sobre la Franja de Gaza y ha hecho lo lógico después del ataque que sufrió el pasado 7 de octubre. También se puede decir que hizo lo correcto en función del objetivo estratégico que es llevar a Hamás a sus niveles mínimos de operatividad y lograr la liberación de más de 200 secuestrados que están probablemente escondidos en la red de túneles que cruza toda la Franja bajo custodia de los terroristas. En materia de operaciones anti-terroristas, resulta muy difícil hablar de una desarticulación total de este tipo de estructuras criminales.
Con el legítimo derecho que le asiste a Israel para defenderse, el gobierno de “Bibi” Netanyahu ha procedido con cautela en el uso de la fuerza dado que no es una intervención militar a gran escala lo que no significa, de manera alguna, una lucha a medias o que caerán en trampas como la de las “supuestas pausas humanitarias”. De ahí que Benny Gantz, ex ministro de Defensa, dijera que "en esta guerra no hay un reloj diplomático".
Si bien, como dijimos hace dos semanas, el mayor reto estratégico de “Bibi” es reducir a Hamás y evitar que la normalización de las relaciones con los saudíes fracase, esto dependerá de una efectiva combinación de maniobras tácticas.
Así, sobre el terreno de los 360 km² y los 2.300.000 habitantes, las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) tienen como mayor desafío evitar que sus propios ciudadanos (y otros extranjeros) secuestrados mueran mientras Israel intenta bloquear la ciudad subterránea cuya infraestructura se asienta sobre una intrincada red de túneles y, a su vez, prevenir que un número considerable de bajas afecte la moral de las tropas y pase un costo político interno muy alto.
Por demás, las tropas israelíes conocen de sobra que tendrán que enfrentar tácticamente el uso de la población civil como escudo de acciones terroristas como también afrontar la borrosa línea entre población civil y legítimos objetivos militares. Los precedentes bélicos en Gaza (2006, Operación Summer Rains; 2008-2009, Operación Cast Lead; 2014, Operación Protective Edge) contra Hamás son lecciones que, traídas a tiempo presente, ayudarán al diseño estratégico y táctico de una guerra contra el eje: Hamás-Irán-Hezbollah por la supervivencia de Israel como Estado.
A esto hay que sumarle la presión internacional que ejercen tácticamente los aparatos propagandísticos para que, por ejemplo, se hagan movilizaciones en varias capitales del mundo occidental y en ciertas universidades de la órbita liberal contra Israel y minar así su imagen internacional a fin de desviar la atención de los crímenes cometidos por Hamás, e invertir la naturaleza de las cosas haciendo pasar a los victimarios como víctimas y a las verdaderas víctimas como victimarios.
Esta no es una nueva guerra para Israel. De hecho, saber luchar históricamente en varios frentes y contra varios enemigos. Talvez, donde está uno de los mayores riesgos es en su cara interna. Algunos editoriales del Jerusalem Post así lo siguieren: War is not the time for slogans (Tova Herzl) y A New Israeli Strategy( Avner Ben-Zaken). La unidad alrededor del liderazgo de Netanyahu será decisiva para cruzar por estas horas oscuras
