Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Salvados y hundidos

Vivimos tiempos oscuros, qué le vamos a hacer. Es lo que hay. Lee uno la prensa económica aburrida, estéril y árida y que, sin embargo, es la que mejor apunta a la realidad más incuestionable de nuestras vidas: el bolsillo. ¿Será que con lo que se nos viene encima, en un futuro no muy lejano, llegaremos a fin de mes? ¿Nos llegará el sueldo o la pensión para cubrir nuestras necesidades básicas? Si atendemos a titulares de la prensa especializada estamos frente al Apocalipsis. He aquí algunos ejemplos: “La inflación asusta a los mercados”, “Recesión en el horizonte”, “Menor creación de empleo y caída de consumo”, “La subida de tipos de interés encarece las hipotecas”, “Subida histórica del precio del dinero”.

Me dirán ustedes que es extrapolar mucho las cosas, pero la lectura en este momento de una obra relacionada con el horror vivido en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, me ha resultado estimulante y esperanzadora. “No estamos tan mal”, pensé después de releer la que es para mi gusto una de las obras cumbres de aquellos tiempos terribles para la Humanidad; por lo menos para aquella parte de nuestros congéneres que habitaban en el viejo continente, a mediados del pasado siglo. 

Me estoy refiriendo a Si esto es un hombre de Primo Levy. De entre la ingente literatura que ha inspirado los horrores de ese conflicto, y particularmente sobre los campos de concentración nazis, creo que el testimonio de aquel judío italiano sobresale por encima de los demás. Hay obras que tratan de la catadora, los médicos o las arpías de Hitler, sobre el pianista del gheto, la tatuadora de Auschwitz, los nacidos en Mauthausen y así, un largo etcétera. Creo, sin embargo, que difícilmente se puede leer un testimonio más conmovedor, inteligente y digno de reflexión que la experiencia de Primo Levy en un campo de concentración nazi. 

Si esto es un hombre es, ni más ni menos, la crónica descarnada de la vida en el lager, en un campo de concentración, con la que Primo Levy nos muestra —además de un compendio de las más degradadas miserias humanas— una especie de laboratorio en el que analiza la más gigantesca experiencia biológica y social que pueda imaginarse.

“Enciérrese tras la alambrada de púas a millares de individuos diferentes en edades, estado, origen, lengua, cultura y costumbres, y sean sometidos aquí a un régimen de vida constante y controlable, idéntico para todos y por debajo de todas las necesidades: es cuanto de más riguroso habría podido organizar un estudioso para establecer qué es esencial y qué es accesorio en el comportamiento del animal-hombre frente a la lucha por la vida”, dice Levy en esta obra.

Vivimos en el mundo de lo superfluo sin ser conscientes de ello. Cuánto de lo que nos rodea no es absolutamente accesorio. Cuando un trozo de alambre para hacerte un cinturón, un pedazo de lata para fabricar una cuchara, un girón de tela te sirve de pañuelo o un trozo de pan para intercambiarlo por una hora de descanso, las cosas más nimias, más insignificantes, adquieren un valor insospechado.

No solo eso. Ofrézcase a algunos individuos en estado de esclavitud una posición privilegiada, cierta comodidad y una buena probabilidad de sobrevivir, exigiéndoles a cambio la traición a la solidaridad natural con sus compañeros, y seguro habrá quien acepte. “Este será sustraído a la ley común —dice Primo Levy— y se convertirá en intangible; será por ello tanto más odiado cuanto mayor poder le haya sido conferido. Cuando le sea confiado el mando de una cuadrilla de desgraciados, con derecho de vida y muerte sobre ellos, será cruel y tiránico porque entenderá que si no lo fuese bastante, otro considerado más idóneo ocupará su puesto” 

Sucumbir en aquellas condiciones resulta lo más sencillo, solo hay que cumplir las órdenes que se reciben, no comer más que la ración que te dan a diario, atenerse a la disciplina del trabajo y del campo. La experiencia demostró que, siguiendo esos pasos, solo excepcionalmente se podía durar más de tres meses. Los débiles estaban destinados a la selección, acababan en la cámara de gas.

De donde se deduce la lucha feroz para sobrevivir. Es entonces cuando Primo Levy llega a una conclusión demoledora, que entraña una de las grandes lecciones de este libro: que entre los hombres solo hay dos categorías: los salvados y los hundidos. Otras parejas de contrarios, a los que generalmente consideramos como la división natural de los seres humanos, resultan secundarias, menos importantes y desde luego admiten gradaciones intermedias más numerosas y complejas: los buenos y los malos, los sabios y los tontos, los cobardes y los valientes, los desgraciados y los afortunados.

En estos tiempos de tribulación, pues, bueno es tener en cuenta que en el fondo, la lucha diaria por la vida lo único que busca es la permanencia en la categoría de los salvados. Si nos dejamos apabullar por las malas noticias estamos comprando el billete para subirse al tren de los hundidos.

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