Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

Romantizar el terrorismo

En “Resignificar los hechos” expliqué cómo la guerrilla ha falsificado la historia para subvertir el pasado a fin de legitimar el presente.

Por esa vía, la izquierda armada ha buscado “romantizar el terrorismo” y hacer de sus crímenes algo “altruista” y “encomiable”. Mientras los subversivos, en alianza con periodistas, jueces, sacerdotes, profesores y demás, han puesto todo el empeño en recordar, hasta la saciedad, los crímenes del paramilitarismo, sus propios crímenes pasan inadvertidos en una opinión pública que cada vez cuenta con más elementos para informarse pero que cada vez lo hace menos.  

Así, la guerrilla logra captar la mente de millones de incautos y poco adiestrados en el arte de la política con los que legitima su pasado criminal y crean mitos tal como dicta el credo comunista desde los tiempos del bolchevismo (1917) y el castrismo (1959). A pesar de la cantidad de trabajos históricos enteramente documentados, aún muchos creen que Lenin y Castro eran revolucionarios y no criminales. He aquí la función del mito en política. 

Creado, en consecuencia, el mito del “buen revolucionario” -como diría Carlos Rangel-, los simpatizantes y amigos de la guerra de guerrillas, vienen utilizando la bandera del M-19, con mucho orgullo, para ondearla como si haber secuestrado niños, asesinar civiles o ser el brazo armado de Pablo Escobar fuese algo para ir por la vida errantes alucinando y ebrios de altivez. Muchos de estos feligreses desconocen la historia de esa guerrilla. 

Del secuestro a niños, viene a mi memoria el cautiverio de Alain Tiphaine, hijo de Bernardo Tiphaine (propietario, en su momento, de Pastelería Cyrano), quien contaba para aquella época con menos de diez años. Su hermano, Gabriel, que estaba en West Point al recibir la dolorosa noticia se suicidó y sin contar los efectos negativos que, el crimen contra el pequeño Alain, produjo en el destino de su hermana Tita. Monsieur Bernade Tiphaine nunca se recuperó del brutal golpe que le propinaron “los angelitos” del M-19 y su empresa, como su propia vida, se fueron a pique. 

Este caso probablemente lo ignoran millones de colombianos tal como lo ignoran (eso espero) los padres de un niño que se estuvo ayer en la marcha vistiendo la camiseta y una pañoleta del M-19 en claro homenaje a la guerra de guerrillas y su crueldad contra la infancia colombiana. 

De otro lado, en mi más reciente columna de La Nación, recordé el asesinato de José Raquel Mercado que deslegitima de plano todo intento de Petro por cooptar las marchas sindicales conmemorativas al día internacional del trabajo. 

El asesinato de este sindicalista debe ser recurrentemente recordado para que el movimiento sindical no ignore y justifique el crimen contra un hombre que fue “sentenciado a muerte” por la guerrilla del M-19 haciendo uso, al igual que las FARC y el ELN, de todo tipo de tácticas en abierta contravención al derecho internacional humanitario y a los derechos humanos. 

 

Ahora, la toma del Palacio de Justicia habla por sí misma ya que ese acto terrorista sin el apoyo y financiamiento de Pablo Escobar nunca hubiera sido posible. No perdamos de vista que el objetivo de la guerrilla era dizque someter a juicio al presidente Betancur como si los terroristas fuesen jueces de la República. Ahora, ¿el juicio también significaba asesinar al magistrado del Consejo de Estado, Jaime Betancur Cuartas, hermano del presidente? 

Esto precisamente, fue lo que Petro buscó con el caótico “día cívico” que no era otra cosa que hacer del día de su natalicio una fecha de Estado, tal como el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo lo hizo en República Dominicana. Actitud tan ególatra como narcisista. No obstante, ese es el hombre del M-19 que critica prácticas como las de “El Chivo” pero copia y replica exactamente las mismas detestables conductas. Los fieles devotos del petrismo dirán que eso fue apenas un pequeño homenaje a la guerrilla que nació por cuenta de las elecciones presidenciales de 1970. 

De hecho, el mismo Petro se quedó celebrando la nefasta y funesta fecha del 19 de abril dejando al Gobierno engrampado con el famoso “día cívico” en medio de un caos administrativo tan característico en él y en la “Administración por Sobresaltos”. Tan caótica fue la jornada que ese mismo día dejó plantada a la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) así como quedó el resto de la Administración el pasado fin de semana en el tal cónclave ministerial. La falta de maneras dice mucho de Petro y evocan tanto la imagen con Daniel Coronell por allá en los años ochenta como los rumores sobre sus múltiples adicciones. 

Y después del caos de ese día, se fue a un Colegio en Zipaquira para homenajear los crímenes del M-19 y a uno de sus máximos cabecillas: Carlos Pizarro Leóngomez. Lo que claramente se convierte en una apología al crimen, al terrorismo, al narcotráfico y a la barbarie. Y como ya no disimula su debilidad por estas causas, Petro se ha quedado formalmente del lado de Hamás ahora que ha decidido que el Gobierno rompe relaciones diplomáticas con Israel. 

Desafortunadamente, romantizar el terrorismo se ha convertido en una de las banderas predilectas de la “Administración por Sobresaltos” que peligrosamente viene asediando a la democracia y hostigando a la oposición. 

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Mario Huertas
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