Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

Negociando bajo fuego (3)

Continuando con la guerra que sostiene Israel contra Hamás (y ahora con Hezbollah) decíamos que la animadversión que se agita en la opinión pública internacional contra Israel, además de esconder un profundo antisemitismo, también pretende ocultar una oda al terrorismo, en general, y a Hamás, en particular, en tanto que resulta inexplicable que parte del mundo que se precia de civilizado, condena a Israel en calidad de verdadera víctima y no a su victimario principal que es Hamás.  

De ahí que algunos Estados de manera cínica hayan decidido el rompimiento de relaciones diplomáticas alegando que es una manera de protestar contra los métodos que ha usado Israel para defender a su población de los terroristas que buscan borrarlos del mapa. Pero, si se mira con detenimiento, es fácil percibir que si así fuera, deberían denunciar cómo Hamás usa la misma población palestina como escudo humano y, a su vez, condenarían todos los crímenes cometidos por dicha organización terrorista. 

Esta medida refleja la hipocresía de mandatarios como Cyril Rampahosa que mientras entabla un pleito judicial contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia por el legítimo derecho a la defensa, es el mismo Rampahosa quien tiene un trato afectuoso y servil con Putin aun cuando viene azotando al pueblo ucraniano desde hace más de dos largos años.  Por si acaso, es la misma hipocresía, para citar otro ejemplo, la que define -en este asunto- a Lula da Silva en Brasil.  

Esa doble moral los ha empujado a querer aislar diplomáticamente a Israel por defenderse de un ataque terrorista mientras ayudan a Rusia a evadir las sanciones diplomáticas impuestas por Occidente en virtud de la brutal invasión que el Kremlin le ha propinado a Ucrania. Dejando en evidencia que ese tipo de conductas solo tiene una explicación y se resume en una palabra: antisemitismo. 

Por si acaso, esa misma conducta abiertamente racista se contradice con sus reclamaciones por las medidas que han ido tomando Estados Unidos y muchos otros Estados en Europa en materia de inmigración ilegal. 

Ahora bien, es el mismo Cyril Ramaphosa quien se atrevió a decir que ante una eventual detención de Putin tras la orden de captura que expidió en su contra la Corte Penal Internacional-CPI, sería entendida como una declaratoria de guerra contra Rusia y ofreció total impunidad para Putin si decidía aceptar la invitación a una Cumbre en agosto del año pasado en territorio sudafricano. Ese mismo hipócrita (hablo de Ramaphosa) es quien aplaudió la misma medida judicial en contra de Bibi Netanyahu. 

En este sentido, creo que la entrevista de Karim Khan, fiscal de la CPI, a Christiane Amanpour en CNN resulta de mucha utilidad para ver de fondo lo que hay detrás de la decisión judicial contra la dupla Netanyahu-Gallant y tres miembros de Hamás (Yahya Sinwar, Ismail Haniya y Mohammed al Masri). Por un lado, los cargos contra los terroristas son: secuestro, asesinato, exterminio, violación y agresión sexual. Del lado del premier Netanyahu y de su ministro de Defensa, Yoav Gallant, los cargos son inanición como método de guerra por bloquear los suministros humanitarios y por convertir en blanco deliberadamente a la población civil.  

Lamentablemente el fiscal que nunca visitó la Franja de Gaza no pudo apreciar que la ayuda humanitaria ha llegado a la población civil pero que han sido los terroristas de Hamás quienes la han saqueado; tampoco el fiscal pudo entender que el paso de los suministros humanitarios debe ser inspeccionado en virtud de que la ayuda no puede ser usada ni infiltrada para seguir atentando contra Israel. 

También se debe aclarar que los terroristas utilizan a la población civil para ubicarse en las escuelas, hospitales, mezquitas y desde cualquier otro punto en donde se puedan camuflar para atacar a Israel y, a su vez, neutralizarlo en su defensa. Sin embargo, Israel no ha caído en la trampa y con determinación ha utilizado la fuerza para defenderse de la máquina de terror que es Hamás. 

En dicha entrevista, el fiscal Khan afirmó que la decisión ha sido una “equitativa aplicación del derecho” bajo el criterio de legalidad a la misma conducta gracias a que no existen pueblos mejores que otros; y si bien es correcta la lógica jurídica de una equitativa aplicación del derecho, el fiscal se equivoca cuando eleva a Hamás de organización terrorista a legítima agrupación política y degrada al Estado democrático de Israel a organización terrorista.

Coincidimos, en esa lógica, obviamente con Bibi Netanyahu, en que la CPI le ha dado un golpe a todos los Estados democráticos que necesiten apelar al legítimo derecho a la defensa frente a cualquier brutal acto de terrorismo que sufra su población porque tanto las organizaciones criminales como los Estados democráticos han quedado equiparados ante la justicia internacional. Y en este caso particularmente, la víctima que es Israel ha pasado a ser victimario mientras que los victimarios posan, ante la opinión pública, en calidad de víctimas. 

Una de las cosas que más llama la atención de la entrevista concedida, por el fiscal Khan, a Amanpour, es que si el fiscal no califica de genocidio la legítima defensa de Israel como tampoco el ataque de Hamás, ¿por qué la retórica del genocidio contra los palestinos tiene tanta fuerza y se promueve -por todos los medios- como si fuera verdad?

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