La fuga de Leopoldo López a España tiene los elementos de un thriller de cierto interés. Aunque hay una nebulosa sobre la ruta seguida, los apoyos recibidos etc., sabemos que el líder opositor venezolano salió de la residencia del embajador de España en Caracas, en donde se había refugiado tras la intentona de golpe de Estado contra Nicolás Maduro en abril de 2019 y vía Aruba, llegó a Madrid.
Siguiendo el guion previsto para estos casos Nicolás Maduro y el número dos del régimen, Diosdado Cabello, manifiestan su indignación, despotrican contra el Gobierno español por su papel en esta fuga y detienen a una señora que le llevaba la comida al político opositor. Bueno, y de paso aprovechan para detener también a un periodista amigo de López; detener periodistas o impedir su labor es algo consustancial al régimen, no hay que desperdiciar ninguna oportunidad.
Bien, veamos, sin embargo, algunas aristas interesantes del thriller. No hay que ser John Le Carré para saber que en una operación de este tipo participan los servicios de inteligencia, por lo menos el de España, el CNI; no sabemos si colaboró también la CIA, el Mossad o cualquier otra “agencia amiga”. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, el episodio es de cartilla.
La cosa es que hay que contar con Cuba. Si no se cuenta con Cuba en todo lo que suponga política exterior (e interior) en Venezuela se está —perdónenme la grosera expresión— meando fuera del tiesto. Y Cuba tiene uno de los servicios de inteligencia mejores del mundo; en ese aspecto, el país caribe juega en las ligas mayores y sus espías son respetados por los más grandes, como los arriba citados. Me queda, pues, muy cuesta arriba pensar que el MININT en La Habana no estaba al tanto de esta “fuga”. ¿A qué viene entonces el teatro de la indignación de Maduro con España, la detención de unos peones de poca monta y demás aparentes daños colaterales?
No lo sé. Pero puestos a especular, aporto algunos datos para la reflexión. Pregunto: ¿qué gana la oposición venezolana con que Leopoldo López esté fuera de su país? Nada. ¿Qué daño puede hacer al régimen de Maduro que el líder de Voluntad Popular esté exilado en España? El mismo que hacen los también opositores en el exilio Julio Borges o Antonio Ledezna: ninguno.
En cambio, la salida de Leopoldo López de la residencia del embajador español, en donde llevaba dieciocho meses, supone un alivio para todos. Para el Gobierno de Madrid, desembarazarse de un huésped incómodo en su legación diplomática; sobre todo en vísperas de cambio de embajador, pues al actual representante español, Jesús Silva, a quien Maduro ha dedicado últimamente todo tipo de “piropos” muy propios de su refinado talante, cambia de destino.
Y para Caracas es bueno porque, ante la inminente llegada del nuevo embajador español, Juan Fernández Trigo, la salida de entre los muros de la embajada de un elemento de perturbación como era el líder de Voluntad Popular ocupando lecho y mantel en la residencia diplomática, el diálogo entre el gobierno de Maduro y el de Pedro Sánchez se puede por lo menos allanar, en medio de esa ficción de interinidad presidencial llamada Juan Guaidó, con la que la comunidad internacional no sabe muy bien qué hacer.
Además, ¡qué casualidad! el nuevo embajador español en Caracas, Sr. Fernández Trigo, viene de ser embajador en Cuba, y uno —que es muy mal pensado— le supone mucha mano izquierda y buenas relaciones con los cubanos, que es con quienes hay que entenderse en Caracas.
En el fondo, pues, dejando que Leopoldo López salga de la embajada española en Caracas, Maduro ha hecho un favor al inquilino de La Moncloa. Y los cubanos —que hicieron la vista gorda con la “fuga”, y nunca dan puntada sin hilo— le dieron un regalo envenenado a la política interior española con esta operación. La foto de Pedro Sánchez intercambiando codazos en Madrid con el líder opositor venezolano no debe haberle hecho precisamente gracia al vicepresidente, Pablo Iglesias, amigo confeso y rendido del chavismo, quien ya buscará cómo hacerse compensar esta “ofensa” de alguna manera.
Y Nicolás Maduro, cuando le sea menester, podrá decirle a Sánchez: “Me debes una, Pedro”.