Cuando un equipo gana con ideas y formas definidas, habla bien de su entrenador. Si además el fútbol expuesto satisface y los objetivos en el paso a paso de un exigente torneo como la Copa América se cumplen, se acumulan triunfos, se agiganta el invicto y se deshace con facilidad de rivales, incómodos o no, mucho más.
Tal el caso de Colombia y el adiestrador Néstor Lorenzo, quien ha unido el grupo sin la posición presuntuosa y exhibicionista de muchos de sus colegas, sin la teoría arcaica de CACIQUES E INDIOS, en la que el jefe es la máxima autoridad sin transigir y comprender.
Demoledor el equipo en algunos partidos. Sin la consideración manipuladora de la baja calidad de sus rivales, deja entrever que hay conciencia país, hay compromiso, hay seriedad competitiva y hay un respetado nivel de juego.
Hay alegría y el pueblo se muestra complacido. El acompañamiento en muchedumbre en los estadios y el interés por las transmisiones es el ideal reflejo de lo que de nuevo se vive.
Gana y domina la selección. Cuando no es contundente basta con chispazos y goles de inmensa categoría, como ocurrió contra Paraguay y Costa Rica.
Es una selección empática con el público, a la que no se le discute el derroche en el esfuerzo. En ocasiones licua a los oponentes con su toque, en otras demuele por su ritmo, y en unas mas no admite reparos por los goles conseguidos.
Parece vacunada ante el veneno de la adulación que produce triunfalismo. El que ya se hace evidente en algunos medios y en sectores del público que no vivieron los desastres del pasado, por el descontrol, el egoísmo y el vedetismo de los futbolistas.
No saben estos lo que significó perder, con desperdicio de talento, sin fundadas aspiraciones, en toreos pasados.
Hasta ahora el proyecto Lorenzo y el de la dirigencia no tiene apuros. Marcha sobre rieles, pero la competencia va elevando el nivel de la exigencia.
Brasil, sin su juego bonito, no intimida, pero nunca ha sido un rival fácil.
Pragmático y simple, si se quiere, el fútbol de la selección ha sido efectivo. Ha sabido sobrellevar las irregularidades de algunos de sus futbolistas, quienes, como muchos otros de selecciones rivales, han llegado a la Copa saturados de partidos y en algunos casos fundidos.
Ahí va la selección, cargando el favoritismo que exige el futbol mental, Con juego en los pies y en la cabeza. Sin marearse. Sin creerse un cuento. Sin entrar en la burbuja engañosa de la burguesía y el conformismo. Con la idea puesta en el título.