Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Las malas compañías

Cualquier lector medio de prensa internacional habrá encontrado últimamente alguna referencia a un asunto de cierta región española llamada Cataluña. La cuestión es larga, compleja y enrevesada. Para los españoles —yo diría que para la mayoría de los españoles— es algo de lo que están hartos, que ha dividido a la gente, que ha roto amistades, que irrita porque su constante mención en prensa, radio y televisión cansa más que una vaca en brazos, y porque, algo que debería estar  restringido a unas provincias del noreste del país, hoy ha pringado a todo mundo pues de ello depende el gobierno de la nación y, más concretamente, su presidente, Pedro Sánchez.

La cosa es seria, porque dos partidos minoritarios, y algún grupúsculo más minoritario todavía, dicen pretender la independencia para esa región, y quieren crear una republiqueta volcada al Mediterráneo que la Unión Europea no va a permitir; y si lo lograran, nadie la va a reconocer…, bueno, Vladimir Putin sí, porque estuvieron en tratos con sus agentes a ver si les echaba una mano. Ahora bien, siendo seria la cosa, como digo, tiene también visos de  ópera bufa,  de circo de tres pistas. El último número ha sido inefable: su principal protagonista (ojo: perseguido por la justicia, con orden de captura y huido a Bélgica) se presentó en una plaza pública de Barcelona ante un puñado de simpatizantes, echó un discurso, dió vivas a la independencia de Cataluña, se le escapó a la policía local en el cambio de luces de un semáforo, y regresó a Bélgica. El juez que lo buscaba se enfadó mucho, anda pidiendo responsabilidades y los inútiles y los cómplices que facilitaron la fuga como Johnnie Walker.

Hasta aquí el asunto serviría para reflexionar y comprender de dónde nos llegó el modelo de disparates políticos que vivimos en Latinoamérica. Pero vean esto: hace unos meses, el delincuente huido —que se llama Carlos Puigdemont y tiene un abogado chileno— consiguió que este letrado redactara una ley a su medida para que lo amnistiaran por haber declarado oficialmente hace siete años, la independencia de Cataluña. Para lograr esto (tener una conveniente amnistía) puso al gobierno de Madrid a tratar con un mediador salvadoreño en Ginebra y así darle al negocio carácter de conflicto internacional, y  que se aprobara esa ley en el parlamento español. Pero los jueces del Tribunal Supremo, personas serias y de mucho fundamento, encontraron que aquello chirriaba bastante y, a pesar de que el gobierno amnistió los delitos del pájaro, la justicia insiste  en ponerlo entre rejas                                                                                                                

Ustedes perdonen el tono de la columna pero es que el asunto no merece otro trato, y perdonen también la crudeza de la expresión que sigue ahora pero es que el protagonista de este cuento juró “hacer mear sangre” al presidente Sánchez y lo está consiguiendo, como pueden suponer por lo hasta aquí leído. Sánchez necesita, para mantenerse en el poder (no digo gobernar, porque no gobierna), siete votos del partido de este diurético hemorrágico; siete votos que son la razón de ser de todo este disparate.

Obviamente un hombre solo no puede llevar sobre su lomo toda la carga de un desvarío como  el aquí narrado. A Puigdemont lo secundan en la empresa unas comparsas de mucha importancia (con decirles que hay hasta un multimillonario maoísta). Uno de esos cofrades está en Colombia y de él se ocupó esta semana en primera página el periódico madrileño ABC. Se llama Javier Vendrell y anda en compañía de Gustavo Petro hace tiempo. Petro, además de iniciativas dañinas o fantasiosas (la de esta semana, llevar tejido humano colombiano a Marte, me parece insuperable) se está especializando en buscar malas compañías.

Vendrell, según informa el diario madrileño abundando en lo denunciado hace semanas por Daniel Coronell, ha amasado, gracias a la protección y amparo del presidente colombiano, una fortuna de más de 500 millones de euros. El independentista catalán, además de haber asesorado a Petro durante su campaña electoral, se ha hecho con el manejo de basuras en el país.

Cito el periódico madrileño: “Según un informe de la Guardia Civil fechado en junio de 2022, en un ordenador de Vendrell se hallaron los presupuestos de una empresa llamada Themac y los importes vinculados a la gestión de residuos en doce localidades colombianas, entre ellas Bogotá y Medellín. El importe del presupuesto es de 516 millones de euros”.

Puesto que entre las funciones de Javier Vendrell está también la de “coordinador del Consejo de Ministros”, y que el propio Vendrell dice de Petro que se convierte “a partir del tercer güisqui en un anarquista”, y que “es un desastre organizativamente”, uno deduce que el independentista catalán vive atento a corregir el rumbo de la nave del Estado colombiano. No sé si es mucho deducir.

A Gustavo Petro una mamá paisa le diría, en vista de sus compañías: “Mijo, dime con quién andas y te diré quién eres”.

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