Mucho se ha dicho y se dirá desde aquel penalti pateado por Millán, que alcanzó a tocar el arquero Quintana desviándolo al palo y que consagró al Atlético Bucaramanga como campeón del fútbol colombiano por primera vez en su historia.
Lo primero, es que así se haya decidido por penales, como ha ocurrido con los últimos 4 títulos, es que fue un triunfo justo porque en el sistema con que se juega el torneo, Bucaramanga hizo todo bien, clasificó sin angustias a los cuadrangulares como primero y eso le dio el punto invisible que después aprovechó para meterse a la final en un cuadrangular en el que estaban Junior y Millonarios con más nómina, tradición y experiencia y sin embargo todos terminaron con 8 puntos. En la fase definitiva, fue el primer acto de fe del Bucaramanga, haber creído que podía ganar un cuadrangular tan complicado como el que le tocó en suerte. Y no fue que se lo regalaron, es absurdo referir eso en tono despectivo y remarcar que se convirtió en finalista por el punto invisible porque si no fuera por eso, hubiera sido millonarios, lo que significa desconocer las reglas de la competición. Esa ventaja en casos de empate la obtuvo porque fue mejor que todos en la fase de clasificación, por eso se la dieron y la usó como no lo habían hecho hace mucho los que terminaban primeros.
Después le tocó también por reglamento, jugar primero en su casa y terminar la final como visitante, lo cual suponía una cierta desventaja en la definición y ese fue su segundo acto de fe en que eso no iba a importar.
Y también hizo la tarea, que era ganar su partido de local así fuera por solo un gol para después jugar de visitante sin temores, pero sobre todo con aplomo y sin desesperarse cuando antes de los 10 minutos ya Santafé le había hecho el gol que empataba la serie.
Cualquier equipo no acostumbrado a jugar finales hubiera podido perder la cabeza y terminar goleado ante lo que tanto tiempo se planificó para que no ocurriera. Un gol tempranero desacomoda cualquier esquema y Bucaramanga no solo no se desacomodó ni se desbarató, sino que logró empatar y darle vuelta para estar ganando con un juego de control que solo falló en los últimos 5 minutos permitiendo el gol del empate de Santafé y después cuando se le vinieron encima cometiendo un penalti que volvió a poner todo en tablas después de una eternidad de esfuerzo para conservar el resultado.
Y otra vez vino la demostración de su extraordinaria fuerza mental, para recuperarse de semejante golpe anímico y patear los penales como si eso no hubiera importado. Ha pasado muchas veces y seguirá pasando, que un equipo que tiene el título en el bolsillo y se lo sacan sobre el final, después se desploma en los penales. Hace poco le pasó al Medellín con el Junior por citar solo un ejemplo, pero son muchos.
Y después de semejante golpe, Su definitivo acto de Fe en la victoria: Bucaramanga Pateó 7 penales y solo falló 1, es decir, nervios de acero para jugadores que normalmente no patean y mucho menos para decidir un título.
Fue tal la concentración que tenían, que cuando se produjo el definitivo que dio el título, ni el arquero Quintana ni los demás tuvieron una celebración inmediata. Era como si no asimilaban lo que acababa de acontecer. Quintana levantó el dedo como si hubiera desviado un penal en un partido cualquiera y no el que le daba la estrella a su equipo por primera vez en la historia. Casi siempre el arquero que resulta convertido en héroe en estos desempates sale corriendo a abrazarse con sus compañeros. Quintana se quedó pasmado, como diciendo: Qué más tengo que hacer?.
En una columna anterior, hablaba de lo que dicen las estadísticas desde que se hacen los torneos cortos y una vez más el equipo que saca el resultado en el primer partido termina siendo el campeón, así haya ganado solo por 1 gol. Y eso que Santafé hizo lo más difícil, que era empatar la serie muy rápido. Normalmente eso no ocurre y con el paso de los minutos se va volviendo cada vez más difícil y el que ya logró la ventaja termina conservándola o hasta ganando de nuevo o después venciendo en los penales como volvió a pasar esta vez con el Bucaramanga.
Una ventaja de solo un gol es mínima en cualquier partido, es muy posible revertirla, pero está demostrado que en una final es diferente. Una final por un título es un partido más que especial, lo dicen los jugadores, se afronta distinto, la presión es otra cosa. Y aunque a los equipos que se saben defender siempre les dirán que son defensivos y sean mal vistos y criticados, eso es tan importante como tener argumentos para anotar goles, porque es también una fase trascendental del juego y cuando se va ganando proteger el resultado tiene un mérito enorme y puede ser hasta menos complicado que para el que tiene que buscar la forma de construir o diseñar una estrategia para poder anotar. Tal vez esa sea la explicación para la abrumadora estadística en favor de los que ganan el primer partido de la gran final.
Pero eso ya poco importa, el resultado siempre será lo más importante cuando se trata de obtener un campeonato y sobre todo cuando es el primero. Estaba marcado que sería en este 2024 que le tocaría el turno al Bucaramanga, un equipo histórico del fútbol colombiano, de una ciudad entrañable, apasionada y futbolera que no le había tocado nunca una celebración como ésta. Ahora el reto será buscar nuevos títulos, pero este jamás se olvidará, porque es el primero y porque fue construido desde el comienzo con una fe inmensa en que se iba a lograr y se logró.