Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

La mentira en política

Hay pocas frases que delatan más a una persona como aquella de “yo nunca miento”. Cuando la oigo a alguien me echo a temblar; y si puedo huir, mejor.

Lo malo es cuando se trata de un familiar o alguien cercano de cualquier otro tipo. Todos mentimos y a veces hay poderosas razones para hacerlo; hay mentiras salvadoras, otras que son producto de la discreción, de la convivencia en paz y de mil y una circunstancias más.

Pero una cosa es la mentira como excepción ocasional, por necesidad, incluso como fruto de la fragilidad humana, y otra bien distinta la utilización de la mentira como instrumento para conseguir someter a la gente, que es lo que pretenden los mentirosos de turno en las redes sociales y, sobre todos ellos, los políticos.

Me inspiran estas reflexiones los montajes bastante estrafalarios que han llegado en estos días al teléfono o que he encontrado en ocasionales vistazos a las redes sociales, sobre un personaje al que me he referido aquí en columnas pasadas, no precisamente con cariño. No lo nombro porque no quiero defenderlo, el individuo no merece ni siquiera eso; pero me inquieta el bombardeo de mentiras al que nos vemos sometidos a diario. Y ahora, con la utilización perversa de la Inteligencia Artificial, la cosa es de quitar el sueño.

Hanna Arendt, una prestigiosa filósofa e historiadora judía de origen alemán y muerta con ciudadanía norteamericana a mediados de los años setenta, escribió a propósito de la divulgación de lo que se conoce como los Papeles del Pentágono, uno de los más brillantes ensayos sobre la manipulación colectiva a la que todos estamos sometidos; en buena medida gracias a los medios, que son la trompeta de resonancia de quienes detentan el poder. El libro en cuestión se titula La mentira en política. ¡Qué motivos para la reflexión tendría en nuestro tiempo la señora Arendt!

“El engaño, la falsedad deliberada y la mentira descarada, utilizados como medios legítimos para lograr fines políticos, han existido desde el comienzo de la historia documentada. La sinceridad no se ha contado nunca entre las virtudes de los políticos y la mentira se ha considerado siempre un instrumento susceptible de justificación en política”, dice Hanna Arendt en el libro en cuestión.

La cosa es que en un ambiente de mentira generalizada como el que hoy vivimos, en buena medida gracias a la labor de las redes sociales, se tiene la impresión de que todos hemos entrado en un juego, y hay muchos a quienes no solo les gusta que les mientan sino que lo consideran válido desde el punto de vista político. La razón cuenta poco, de lo que se trata es de propagar consignas. 

Medio siglo atrás, como si viera el tiempo que nos tocaría vivir, Hanna Arendt escribió: “Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada”, que “un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal”.

Cuando Arendt publicó el ensayo en cuestión —durante la presidencia de Richard Nixon— habían irrumpido en política los asesores gubernamentales, antecedente de las figuras que hoy en día se denominan gurús de los líderes políticos. Por eso, al ver que las encuestas y las audiencias comenzaban a dominar el espacio de la política, la ensayista y filósofa germano-americana afirma que el mismo presidente de Estados Unidos es prisionero de los dictámenes de sus asesores, incapaz de tomar decisiones que respondan a su propio criterio, al quedar este desdibujado en medio de intentos desesperados por preservar la imagen exitosa de un país, incluso al precio de negar los hechos más evidentes. 

“Curiosamente, la persona con más probabilidades de llegar a ser la victima ideal de una manipulación total es el presidente de Estados Unidos. Debido a la inmensidad de su trabajo, tiene que rodearse de asesores… quienes ejercen principalmente su poder filtrando la información que debe llegar al presidente e interpretando para él el mundo exterior”.

A lo mejor  las cosas no han cambiado tanto de entonces a hoy como podríamos creer; y si por allá llueve, por aquí no escampa.

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