En todo el mundo, sus gobiernos y empresas, es bien conocido que la infraestructura es uno de los principales factores que brindan competitividad a un país y que permiten, con acierto, ampliar sus relaciones internacionales.
La infraestructura, vista como el conjunto de servicios, medios técnicos e instalaciones que permiten el desarrollo de una actividad, proviene del latín infra (“debajo”) y structus (“construido”), y por ello se utiliza este término para referirse a una estructura que sustenta a otra, actuando como su base.
En su uso más frecuente, la infraestructura comprende el conjunto de obras públicas, instalaciones, instituciones, sistemas y redes que sostienen el funcionamiento de ciudades, países y otras formas de organización social.
Por citar tan solo unos ejemplos, podemos referirnos a los sistemas de telecomunicaciones, centrales eléctricas, escuelas, instituciones financieras, hospitales, aeropuertos, puertos, ferrocarriles y carreteras con que cuenta una nación.
Hablando específicamente de la infraestructura de transporte, esta juega un papel definitivo en el mejoramiento de la cadena logística de todos los sectores económicos, lo que repercute de forma positiva en cualquier proceso de comercio exterior que se adelante o se proyecte adelantar.
La globalización económica, la expansión de los negocios y la rápida evolución de las tecnologías hacen que el tema de la infraestructura de transporte cobre la mayor vigencia en nuestro país y deba ser discutido, desde el sector público y privado, para sumar voluntades y conocimientos ante muchas dificultades que Colombia, sus ciudades y zonas rurales atraviesan al respecto.
Según el Banco de la República, “El desarrollo de la infraestructura de transporte afecta directamente el crecimiento económico de un país mediante la conexión de los mercados y la disminución del costo de transporte. Al reducirse este, la sociedad ahorra recursos y se integran los mercados, lo cual genera economías de escala, reduce el diferencial de precios entre regiones y promueve el comercio”.
Por su parte, el Banco Mundial aseguró que “Los costos de transporte directos dificultan el comercio de manera similar a los aranceles. Los datos empíricos sugieren que los costos de flete son un determinante crucial de la capacidad de un país para participar en la economía mundial y en última instancia de la competitividad de sus exportaciones. Se ha calculado que un aumento del 10 por ciento en el costo de transporte puede reducir los volúmenes de comercio en más del 20 por ciento”.
Hay que tener en cuenta que vías en mal estado, la falta de conectividad entre las zonas rurales y los centros de acopio o las ciudades y la demora en los trayectos, entre otras problemáticas en el transporte, aumentan en Colombia sus costos.
Así las cosas, es claro que para que un país o una ciudad crezcan en competitividad, se debe garantizar su conectividad con las regiones de producción y los nodos logísticos que lo rodean para exportar con mayor asertividad.
Las complicaciones en el transporte (en cualquiera de sus modos) siempre elevarán los costos y serán un obstáculo para el comercio. Sin embargo, las inversiones que se realizan al respecto (estudiadas, concertadas y proyectadas de manera sostenible) son en la actualidad una fuente de ventajas absolutas y comparativas que afectan, sin duda, positivamente el volumen y la composición de las exportaciones.
En el 2024 los nuevos gobernantes de nuestros departamentos, ciudades y municipios iniciarán actividades. Todos y cada uno de ellos tienen el gran reto de afrontar el desafío que supone, desde la infraestructura, potenciar la conectividad y las economías de sus regiones.
Y si bien, sus programas de gobierno contemplan muchas acciones al respecto, esos dirigentes deben tener en cuenta que son los ciudadanos, los productores, los agricultores y los empresarios (grandes o pequeños), los que a ciencia cierta conocen esos cuellos de botella, esas dificultades en el transporte y, en ocasiones, hasta las grandes incongruencias en las inversiones realizadas, que afectan su competitividad, y, por tanto, el desarrollo regional.
Es hora de que todos nos pongamos la camiseta de la infraestructura. Los gobernantes deben planificar estrategias, adelantar las acciones inmediatas y abrir espacios para el diálogo; los productores y cultivadores deben colocar sobre la mesa las deficiencias a superar y sus posibles soluciones; los empresarios deben participar activamente con su conocimiento en la cadena logística del comercio exterior, y todos debemos aportar para la construcción de una infraestructura que aumente nuestra competitividad e impulse las exportaciones del país.