Se dice fácil. Uno puede encontrar el dato en estos días en la prensa, leerlo a mejor dos líneas y seguir adelante: 970 millones de indios están llamados a votar del 19 de abril hasta el 1 de junio. Con los estándares que manejamos en nuestro medio solemos referirnos, en época de elecciones, a “la jornada electoral”. De modo que resulta pertinente detenerse un momento a pensar en lo que hemos leído y lo que hay detrás de esos datos únicos, algo que solo puede ocurrir en la India: 35 jornadas electorales consecutivas.
Y ahora, un juego de sociedad: en una reunión de amigos alguien tiene la idea de lanzar un desafío: “¿Quién sabe cuál es el líder político más popular del mundo?” Qué pocos nombrarán al primer ministro indio Nerendra Modi (73 años). Lo que llevo dicho hasta aquí creo que da la medida de lo poco que conocemos en Occidente a una de las piezas fundamentales del mundo contemporáneo. Tuve el privilegio de cubrir como periodista unas elecciones en India, hace ya de esto unos cuantos años, y puedo asegurar que es uno de las actividades de masas más fascinantes que se pueden presenciar.
Cuando el 4 de junio conozcamos el resultado de las elecciones que han empezado esta semana en la mayor democracia del mundo, seguramente nos encontraremos con lo que vienen cantado todas las encuestas hace tiempo: Modi será reelegido para un tercer período de cinco años y la India, el país más poblado del planeta, continuará por una senda de luces y sombras que lo sitúan hoy a mitad de camino entre un Occidente en conflicto y decadente y un China en pleno auge. Hace una década India era la décima economía del mundo; hoy es la quinta. En la toma de decisiones entre los grandes de la Tierra hay que contar con lo que diga Nueva Delhi, y ello en gran medida se debe a la gestión de Nerendra Modi.
Casi 250 millones de seres humanos han abandonado la pobreza en los últimos nueve años en la India. Y a Modi lo respaldan las élites económicas —que han crecido exponencialmente bajo su mandato— pero también los sectores más pobres, los desheredados del país, que ven en el hijo de un modesto vendedor ambulante de estación de ferrocarril llegado a primer ministro, a una especie de semidiós. De él dicen algo que se suele decir de pocos políticos: en general ha cumplido sus promesas.
Al llegar Nerendra Modi al gobierno las deficientes infraestructuras amenazaban el colapso del país. En diez años se han duplicado las carreteras rurales, las autopistas, los puertos y aeropuertos. Los programas de bienestar (siempre adornados con la foto de Modi, por supuesto) han multiplicado por cuatro el acceso de agua canalizada en el campo, ha duplicado las líneas de transmisión eléctrica; y la transformación digital ha agilizado la relación de los ciudadanos con la administración. Hasta aquí las luces.
Las sombras no son menores. Algo en lo que coinciden diversos organismos internacionales es en la regresión democrática del país y en la discriminación de las minorías, particularmente la minoría musulmana. La oposición, liderada por el histórico Partido del Congreso, dice ser víctima de discriminación política por parte de las instituciones estatales, y alertan, con escaso éxito a la vista de las encuestas, que si gana el Bharatiya Janata Party (BJP), el partido de Modi, el secularismo institucional de la India se verá comprometido. El líder del Partido del Congreso, Rahul Gandhi (53 años), hijo y nieto de personajes de una estirpe clave de la India contemporánea, habla de “acción criminal” para referirse al bloqueo que sufre la oposición.
El funcionamiento del actual engranaje de poder en India no se entendería si se desconoce la existencia de la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), una organización nacionalista hindú de extrema derecha completamente vinculada al BJP. Se trata de una asociación de voluntarios que promueve el nacionalismo hindú desde su fundación en 1925. Los llamados "pracharaks" o voluntarios se dedican por completo a la organización, renunciando a carreras profesionales y vida familiar.
La RSS es considerada el núcleo vital del nacionalismo hindú en India, del cual emergen sus dirigentes, pensamiento e ideología y actúa como un mentor ideológico el partido. Y de ahí proviene Narendra Modi, que empezó el pasado mes de enero la campaña política inaugurando un templo al dios Rama en la ciudad de Ayodhia…, en donde antes se encontraba una importante mezquita. Esto, en un país con 210 millones de musulmanes, de entre un total de 1.400 habitantes, puede dar idea de las delicadas costuras que unen hoy el indiscutible progreso por el que atraviesa la India.