“Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.“ Martin Luther King
Qué le vamos a hacer pero “ese señor” no es mi presidente, no me cabe en la cabeza. No me inspira respeto, ni me representa, nada me obliga a aceptarlo como tal y mucho menos con sus aires de tirano. ¿Me castigarán por eso? ¿Me pondrán en un pozo de los que fabricaban los del eme para sus víctimas? Espero que no y si así fuera, “ese señor” no es mi presidente.
Que el siete de agosto, día nefasto que no quiero que llegue, se posesione ante doscientas mil personas, en la Plaza de Bolívar, o ante un millón, me da igual, “ese señor” no es mi presidente.
Ya pasaron veintitantos años de la posesión de Chávez y transcurrido casi la cuarta parte del siglo XXI. El mundo ya no es el mismo, cambió, aunque pretendan mantener en el pasado a todo un pueblo. Si lo que pretende “ese señor” es repetirnos la receta, con mayor razón no es mi presidente.
Esta mañana escuché de nuevo la canción El chacal de la cabaña:
Obligaron a ponerte
En histórica altura
Promovieron tu bravura
Al mundo entero con tu muerte
Aquí se quedó tu cara
En camisetas y postales
No dicen todas las verdades
Del Chacal de la Cabaña.
En camisetas y postales quedó el rostro del cruel y sanguinario asesino dado de baja en Bolivia. No las habrá para “ese señor” que no es mi presidente.
Considero de mal gusto transformar una democracia en una republiqueta bananera. Ni que lo intente “ese señor” que no es mi presidente.
Tampoco el vergonzoso congreso que se instaló el 20 de julio me representa. No solo porque muchos llegaron por medio del fraude sino también porque la mayoría de ellos no está a la altura del país. Somos mucho más que eso. Que estén garantizando mayorías no es de extrañar y con mayor razón digo que “ese señor” no es mi presidente.
Cuando la corrupta clase política instaló a Barco -un barco que se hundía en las aguas del olvido- no tuvimos presidente durante cuatro años y sobrevivimos, lo que me tranquiliza al decir que “ese señor” no es mi presidente porque nos da igual tener o no tener presidente.
Y qué hablar del nefasto Santos, vergüenza para los colombianos. Dicen que fue él quien, con una jugada marrullera, logró lo imposible: que “ese señor” que no es mi presidente se posesione en pocos días.
Y si la economía se va al carajo tocará lidiar con esa situación, como se pueda, porque “ese señor” no es mi presidente.
A un colega pintor le dije que con ellos, con Castro, Chávez, Ortega, Maduro, Evo y otros de su especie, el que pierde es el buen arte. Para la muestra un botón: el realismo socialista de Stalin. Si mi trabajo artístico merece cierto respeto, “ese señor” no es mi presidente.
Se preguntarán qué voy a hacer sin presidente. Acudo a las palabras del viejo monje zen que ofrece como respuesta a la pregunta de qué haría si le anunciaran que mañana será el último día de su vida:
Cuidaré mi jardín… y “ese señor” no es mi presidente.