Tengo entendido que, en el teatro antiguo, Deus ex Machina, el dios que baja de la máquina, se refería a un personaje que representaba a una divinidad y aparecía traído desde fuera de la escena por una grúa, o algún aparato de su estilo, para dar un giro que diera sentido a la representación. En momentos como el presente, en los que el absurdo campea, no contamos con un Deus ex Machina, pero si con algo muy arraigado a nuestra cultura que es la Divina providencia y de la que esperamos nos aporte un mejor desarrollo de lo que está por venir porque de lo pasado no nos ocupamos debidamente para evitar el desastre.
Recientemente le escuché a Salud Hernández confesar que había perdido la esperanza. Esto cobra gran significación viniendo de una periodista que sobresale por su valentía en su oficio y por no caer en las garras de lo que bien llama Cesar Vidal las furcias mediáticas. Considero que la periodista colombo española tiene sobradas razones para haber caído en la desesperanza como las tengo yo y muchos de mis compatriotas. Estamos viviendo el peor de los mundos debido a nuestra terquedad fruto de la arrogancia de creernos la democracia más estable de la región, alarde que nos ha costado muy caro desconociendo que ya teníamos este triste devenir marcado desde el Foro de Sao Paulo con la connivencia de los organismos internacionales y la agenda 2030.
¿Qué nos hacía tan particularmente ajenos a la arremetida del narco socialismo cuando desde nuestro país se ha venido fraguando desde hace décadas el negocio de la cocaína? Han sido de pura ilusión los años perdidos en todo este siglo desde que el gobierno Uribe no quiso erradicar la siembra de coca y mantuvo vivas a las estructuras criminales habiéndolas podido acabar de tajo. Dejar cuarentena mil hectáreas sembradas fue una barbaridad, así se vean como pocas ante las trescientas o cuatrocientas mil hectáreas actuales que, cómo van las cosas, pueden superar el millón durante el presente gobierno.
Que la Divina providencia vendrá a poner coto al desmadre actual, no tengo la menor duda; lo que tenemos que rogar es que sea pronto, muy pronto, antes de que ocurra lo de Venezuela y Cuba en dónde se ha tomado décadas sin aparecer en escena.
Con perder la esperanza no todo está perdido, nos queda el auxilio de la Divina providencia a la que no le gusta la guachafita y está por encima de los intereses de los políticos y los mercaderes de la miseria.