El escenario al que se tornó el encuentro entre Deportes Tolima y Millonarios es un claro ejemplo de lo nublada que está la sociedad por el fútbol y aunque sea una opinión, quizás, impopular, hay que empezar a percibir este deporte como un juego que claramente genera pasión, pero al mismo tiempo, debe generar convivencia sana.
La ciudad de Ibagué, la secretaría de gobierno y la policía metropolitana, le apostaron a llevar el fútbol en paz y con garantías. Durante la primera fecha que se jugó contra América de Cali fue un partido disputado entre todo, con normalidad. Se unificaron diálogos con ambas hinchadas y se logró llegar a acuerdos que fueron respetados hasta el último minuto, siendo este un ejemplo del buen comportamiento a nivel nacional, y esto se debe destacar.
Lo ocurrido en Ibagué, con un hincha, no puede ser insignia de la población ibaguereña, y es por eso que debemos hacer un análisis de lo sucedido previo a este partido y para ello hay que hablar de 3 actores: Cataño, el hincha y la seguridad y de ellos tres, solo dos son culpables.
Empecemos con Cataño. Sin ser conocedor al 100% de los procesos del Deportes Tolima, es claro que existe un inconformismo hacia el jugador por su desarrollo durante el partido que le arrebató el triunfo al Tolima. Ahora, aquí hay que hacer un paréntesis ¿Hasta dónde se adhiere la estabilidad de una persona por un juego? Siendo sinceros, a la mayoría de fanáticos, ni les iba a restar ni a dar una estrella, claro que sí la ganaba generaba una satisfacción regionalista, pero más allá no iba a pasar. Pero, esto no le resta ni justifica que durante el retorno a la capital musical provoque a las personas. Y no siendo esto suficiente, en medio del partido siga con las incitaciones al odio, lo cual debe también ser un ejemplo de la responsabilidad que existe en los jugadores; ahora bien, con preocupación se debe observar lo mucho que se llega a idolatrar a un delantero, defensa o arquero, muchos de ellos en medio de los encuentros ignoran a los “pelados”, los tratan mal y, aun así, siguen siendo del afecto comunitario. Debemos ser más precavidos con la reverencia que se le llega a hacer a un jugador y con eso, no se crea tanto apego emocional.
Segundo, el hincha. El “personaje” claramente actúa de forma irresponsable e imprudente, deja un mal mensaje de las barras de Tolima, porque literal, es como pasaba en el colegio, la embarra uno y queda mal toda la institución. Tal cual pasó en este partido. Algo que hay que dejar claro es que no se puede tildar a Alejandro de ser un delincuente, ni drogadicto, ni nada por el estilo. Es un “sardino” que, por dejarse llevar de la emoción, no midió las consecuencias de agredir a un futbolista. Adicionalmente, se deja un precedente de lo irresponsable que pueden ser los medios de comunicación e incluso la fanaticada, algo que es preciso, de no existir la incitación y el odio desmesurado, no se hubiese presentado el hecho.
Por último, analicemos la seguridad. La disposición existió, la logística se estructuró y sobretodo las garantías se llevaron a la medida de lo posible, puesto que si vamos más allá de los 90 minutos que se pretendían jugar, encontramos que una semana atrás la comisión local de fútbol se reunió con el fin de abrir fronteras para que todos pudieran gozar su derecho de entretenerse de forma tranquila, y por ello, desde dos días antes del partido, se comenzaron a hacer revisiones a los buses provenientes de Bogotá o que tuvieran logos del equipo de Millonarios, para nadie es un secreto la intención vandálica con la que llegan unos ciudadanos y por eso incluso hasta 2 horas antes del partido se aumentó la cantidad de personal para brindar compañía a los propios y extranjeros. Además, cuestionemos que si policía y secretaría de gobierno usó la misma estrategia e incluso se aumentó el personal que se tuvo en el partido anterior que se disputó con normalidad, el error no fue de estructura sino de comportamiento social de la variable que no depende de quienes brindan seguridad.
Algo triste es que todo esto se fue abajo por la actitud de un solo sujeto, y en la búsqueda de obtener culpables, la fácil es generar esa responsabilidad en las autoridades, quienes en su facultad hicieron lo posible para brindarle la protección de sus derechos a los hinchas y jugadores. Es así qué hay que hacer un diagnóstico, si en realidad vale la pena culpar a un tercero por una acción que solo tiene dos participantes, Cataño y Alejandro, entendamos que la solución no es generar más odio y división, este partido es la muestra del daño que causa el cierre de fronteras, crea resentimientos absurdos entre la afición e Ibagué no puede prestarse para las divisiones.
En resumen, los dos son culpables de lo sucedido, el hincha por su intolerancia y el jugador por su falta de seriedad y carácter, se supone que vive para jugar, no para generar odio. El día que como sociedad comprendamos que el fútbol es un juego nada más, ese día podremos reconocer que nuestra vida no depende del marcador. Además, este tema de los odios entre barras debe acabarse, porque mientras el balón gira, un hincha muere y eso debe cambiar.
Por cierto, no busquemos culpabilizar ni al secretario de gobierno, ni al comandante de la policía, presidente del Tolima o al alcalde, ellos son externos de lo que se cometió por intolerancia, eso no aporta al desarrollo social. La pretensión de ellos era llevar una fiesta de fútbol en paz. Aquí existió un hecho que solo está en las manos de la hinchada la no repetición.
Dios les bendiga, bonita semana para todos.