Las cifras de la guerra no tienen explicación, tienen sabor a tragedia y recuerdan lo grotesco que a veces suenan estos hechos. Revisaba las cifras de Ucrania y los datos completos son confusos, pero sacamos esta información bélica. Naciones Unidas habla de 5.663 civiles y 8.055 personas heridas. Entre los fallecidos hay 365 niños. Ahora bien, miremos las tropas de cada país. Zelenski asegura que 10.000 soldados ucranios han muerto, aunque para los rusos la cifra asciende a 30 mil efectivos de los cuales han muerto 14.000. De acuerdo con la información desde Ucrania han fallecido 45.000 soldados rusos mientras que Rusia afirma que solo 1.345 han fallecido. Cual cifra utilizamos: entre 1.345 y 45.000 es la aceptada.
La televisión internacional acepta que cerca de 7.000 civiles han muerto en estos 6 meses de combate. Qué sentido tiene esta población víctima de armas explosivas con una amplia área de impacto, bombardeos de artillería pesadas, ataques aéreos, cohetes múltiples. Todo el portafolio tecnológico aplicado y usado para devastar en la guerra. Absurdo y cruel. ¿Existirá alguna mnemotecnia que haga memoria y recuerde alguno de los niños sacrificados?
La prensa interrumpió con la llegada de los titulares de la fecha. Siete (7) policías acribillados por explosivos colocados estratégicamente por la narcoviolencia. La vereda de Corozal, entre Neiva y el corregimiento de San Luis, vio y se estremeció con el sonido de estas bombas. Siete familias que hoy extrañan y lloran a sus muertos. Se lee el informe que dan los campesinos y son todos colombianos jóvenes que aspiraban una vida diferente para ellos y su raza. Algunos de ellos cerca de los 20 años, y llenos de ilusiones, proyectos y convicción que el futuro vendría mejor. Otros con la foto de la novia que anhelaba su retorno y aquel con esa imagen, familiar y vieja, del domingo en la plaza del pueblo. Todo se estalla y fragmenta ante la activación del artefacto explosivo.
Impotentes vemos estas secuenciales imágenes: el presidente y su cortejo de seguridad en Neiva. Rechaza el incidente. El ministro de Defensa promete capturas pronto. Los Generales que asisten intervienen en la reunión urgente de seguridad y asesoran a la policía Metropolitana del Huila. La respuesta es clara: los autores vienen de la narcoviolencia y no importan que se disfrazan con algún nombre guerrillero o disidencias o terroristas o paramilitares. Son esencia de la violencia en Colombia y la fuente de terror en las regiones.
¿Qué sentido tiene haber asesinado a 7 colombianos jóvenes? ¿Que se construye con esta barbarie? ¿Hasta dónde llegara la narcoviolencia socavando el DNA de los colombianos?
La invasión lleva un trasfondo político de vieja data. Es la negativa rusa para aceptar el acercamiento de la OTAN y la Unión Europea a lo que Moscú considera que es parte de su pueblo e identidad y que este gobierno ucranio, de ñapa, no sea prooccidental. Se especula que el control de las “tierras negras”, productoras además 15% de los cereales del mundo y los fosfatos fertilizantes naturales, son un premio adicional. La guerra abre todas las posibilidades y razones hasta encontrar una explicación subterránea. Ahora bien, ¿cuáles son las razones motivantes para esta narcoviolencia en Colombia? ¿Mostrarse como fuertes y poderosos ante la posibilidad de un inicio de conversación? ¿Demostrar independencia y autonomía en este territorio rural? ¿Expandir rutas del narcotráfico donde la seguridad del transporte sea una garantía anticipada? ¿Ratificar jerarquía en esta zona donde el estado apenas se asoma? No existe una consideración valida o racional que justifique el hecho atroz de haber estallado 7 jóvenes colombianos cuya influencia en las decisiones del conflicto no marcan ruta.
Esta masacre resucitó la de la Escuela de Cadetes General Santander y se muestra como una profecía que anuncia como están los tiempos y en qué forma vendrán. La “colombianización” de esta imagen solo vende barbarie y angustias. Desde Rusia y Ucrania hasta Corozal los episodios celebres son los tristes, los que nos hacen llorar y asistir al espectáculo burocrático que no da consuelo o esperanza, pero hay que seguirlo: investigar e investigar sin respuesta alguna. Que mal estamos y, la famosa frase de paz total, costara muchas vidas en Colombia.
Diptongo: “Triste, inmensamente triste hasta la muerte”. Ismael Enrique Arciniegas