“De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa” canta Serrat poniéndonos a pensar en lo travieso que puede llegar a ser el destino si nos descuidamos, aunque sea tan solo un poco, cayendo en un sueño súbito para despertar en otra dimensión existencial. Quienes hemos experimentado tan terrible shock entendemos perfectamente el significado de los versos del cantautor y podemos dar testimonio de sus terribles efectos.
¿Nos es posible tomar precauciones que nos eviten sufrir ese trance? Claro que sí. Aunque no se garantice plenamente que estemos protegidos ante los avatares de la vida, lo cierto es que si tomamos consciencia del riesgo que corremos cuando nuestra temeridad nos impele a actuar o nuestra cobardía a quedarnos impávidos, las consecuencias sobre nuestra psiquis serán muy diferentes porque con la desgracia vendrá el cargo de consciencia.
¿Estamos haciendo lo que nos corresponde para evitar la tragedia que se anuncia en el horizonte con negros nubarrones y fuertes truenos? Me refiero no solo a las próximas elecciones, eso es apenas circunstancial, si no al peligro de caer en manos de aquellos que ya gobiernan buena parte de nuestra sufrida América habiéndo acumulado suficientes indicios como para pronosticar lo peor para Colombia.
Hace cuatro años elegimos a un joven como presidente de la República quien sería el dique que contuviera las negras aguas. Desde el 7 de agosto de 2018 nos dejó en claro que no asumiría semejante responsabilidad con la excusa de que miraría hacía adelante prescindiendo de usar el espejo retrovisor, algo contrario al sentido común. Las consecuencias las tenemos a la vista cuando los enemigos de la patria están con sus garras prestas a aferrarse al poder. Los ocho años del nefasto gobierno de Santos tenían que ser cuidadosamente escudriñados porque ahí se encuentra la carroña con la que alimentan los buitres que sobrevuelan nuestro cielo.
Podremos alargar la calma chicha de estos últimos años si logramos impedir que, con sus jugarretas siniestras y no con una mayoría de votos, se hagan a las elecciones tan funestos sujetos. Cada voto que depositemos será de gran ayuda pero hay que cuidarlo, sin una atenta vigilancia al proceso electoral y especialmente al conteo de los votos, todo estará perdido y despertaremos sin saber qué pasa.
Jesús Vallejo Mejía, en su artículo titulado El revés de la trama, dice: “Recuerdo que en mis cursos de Teoría Constitucional les enseñaba a mis discípulos que, en rigor, su primer capítulo debería versar sobre el régimen electoral, pues de ahí se desprende todo lo demás. Si la adjudicación del poder se realiza de modo fraudulento, el Estado de Derecho termina siendo una ficción. Y reposa hoy entre nosotros sobre un Registrador y un Consejo Nacional Electoral que carecen de respetabilidad”.
Por la ausencia de liderazgo nos corresponde a cada uno de nosotros construir el dique que impida la avalancha que se desencadenaría el siete de agosto próximo si Duque le pone la banda presidencial a quien, sin pestañear, anuncia el desastre. La solidaridad entre partidos se hace necesaria pero principalmente entre los ciudadanos que amamos la democracia y la libertad.