Robinson Castillo

Comunicador Social-Periodista de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla, con Maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado de Colombia y Consultor internacional en Comunicación Parlamentaria. Columnista, escritor y convencido de la acción mediática reiterada, como método esencial del posicionamiento de marcas.

Robinson Castillo

Con la brevedad se dice todo

En un mundo saturado de información, comunicar con efectividad es un desafío que exige la maestría de la síntesis. Decir mucho con pocas palabras no solo es un arte, sino una necesidad impostergable. La sobrecarga de datos y el ruido informativo han convertido la brevedad en una cualidad indispensable para captar y retener la atención del público. Aquel que no logre expresar sus ideas con claridad y concisión corre el riesgo de ser ignorado.

Incluso grandes líderes como Winston Churchill entendieron este valor. El estadista británico solía decir que resumir era más difícil que extenderse en explicaciones innecesarias. Su afirmación sigue siendo válida en la era digital, donde la información abunda, pero la atención escasea. La capacidad de reducir el mensaje sin perder impacto es lo que distingue a los grandes comunicadores de aquellos cuyas palabras se diluyen en la multitud.

La brevedad no es sinónimo de superficialidad; al contrario, requiere precisión y rigor. Para lograrlo, es fundamental ejercitar la habilidad de condensar ideas sin sacrificar profundidad. Quienes dominan este arte han comprendido que lo esencial no necesita adornos. La economía del lenguaje no empobrece el contenido, sino que lo fortalece, permitiendo que cada palabra tenga un propósito claro.

Vivimos en tiempos de una crisis de atención sin precedentes. Diversos estudios señalan que contamos con apenas 30 segundos para captar el interés de nuestra audiencia antes de que pierda el foco. La mayoría de los mensajes que no logran generar impacto en ese breve lapso se desvanecen sin dejar huella. 

Seleccionar las palabras adecuadas requiere sensibilidad y criterio. No se trata solo de reducir el número de letras, sino de elegir aquellas que posean el mayor peso y significado. Un mensaje breve y potente puede derribar muros de distracción y destacar entre el bombardeo informativo. En un océano de contenido, las ideas bien expresadas navegan con viento a favor.

Los efectos psicológicos de la brevedad también juegan un papel clave en la recepción del mensaje. Estudios han demostrado que la información sintetizada reduce el estrés en la audiencia, ya que facilita la comprensión y minimiza la sobrecarga cognitiva. La mente humana procesa con mayor facilidad los conceptos claros y directos, lo que aumenta la retención y la eficacia de la comunicación.

Además de su impacto psicológico, la brevedad tiene un fuerte componente pedagógico. Explicar algo de manera más sencilla obliga a estructurar las ideas de manera lógica y accesible. Un mensaje conciso no solo informa, sino que también educa con mayor efectividad.

En la era de la inmediatez, quienes dominan la brevedad tienen una ventaja competitiva. En el ámbito profesional, la capacidad de comunicar con claridad y precisión puede marcar la diferencia entre ser escuchado o ser ignorado. 

La brevedad, lejos de ser una limitación, es un recurso invaluable. No se trata de decir menos, sino de decirlo mejor. En un mundo donde cada segundo cuenta, la capacidad de expresar lo esencial con impacto es la clave para ser comprendido, recordado y, sobre todo, relevante.

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