Remberto Burgos de la Espriella

Médico Neurocirujano, miembro Academia Nacional de Medicina. Miembro Honorario Academia de Cartagena. Presidente Honorario Federación Latinoamericana de Neurocirugia.Expresidente Asociacion Colombiana de Neurociriugia.Especialista en Gobierno y Asuntos Públicos.

Remberto Burgos de la Espriella

Cocaína: La reina

No es posible medir el daño de las drogas comparándolos con petróleo o con gas. Estos son elementos diferentes, que cursan otra dinámica y cuya discusión está lejos de estas observaciones. Sabemos que el mercado de la droga es cada vez más amplio y complejo y guarda profundas repercusiones que caen fácil en el sistema de salud y en el desarrollo social de estos jóvenes. Si en algo debemos ser expertos los colombianos es en el diseño metodológico y sus conclusiones sobre la adicción especialmente en los muchachos.

El narcotráfico en Colombia degradó todos nuestros valores. Fortaleció una economía que inicialmente fue subterránea y que ahora es explícita y de excesos. Hay factores externos que caben en estas causas: los años de negociación con la FARC (4), la apertura del mercado que estimulo la creatividad, la llegada de inversionistas mexicanos y la “formalización” del trabajo. Qué decir de los factores internos: la no presencia de un estado oportuno y justo, la ausencia de la FARC abrió y permitió espacio a nuevos campesinos productores, las técnicas en la cosecha (maceramiento con gasolina, cuadriplica su fabricación y los ingresos) y por supuesto, mejores semillas para su germinación. Esto borró del mapa la percepción que no se podía vivir de las cosechas del campo.

Recuerda siempre una pelea de boxeo: un favorito en todas las encuestas, peso pesado, contra un púgil delgado, peso mosca, que quiere hacerle caer. Es el combate entre el narcotráfico y Colombia. En este asalto el país lleva ya dos caídas y falta una para que la adicción se apodere de los recursos de la patria. Así se ve la lucha entre el gobierno y las drogas. Hoy la estamos perdiendo, no caemos en la cuenta del detonante social que esto representa, y falta poco para que el estado caiga noqueado.

Colombia tiene un total de 234 mil hectáreas sembradas de coca y una producción de 972 toneladas (Oficina de Política Nacional de Control de Drogas). Esta alarmante cifra nos hace campeones en el mundo y es quizá uno de los retos más grande para este gobierno. El narcotráfico representa el 3% del PIB y el negocio ilícito de la cocaína alcanza el 2%. Se debe comparar y que mejor que el café, nuestra mata estrella, pues representa el 0.88% del PIB, o el petróleo. Expertos consideran que el 70% de las 2000 toneladas que se producen mundo/año llevan la etiqueta colombiana. Este negociazo sostiene todo: inversiones legales e ilegales, triunfa en elecciones, monta presidentes y le imprime un ritmo endemoniado a la economía.

La lucha del Estado para controlar el narcotráfico es un libro abierto, con páginas tachadas y otras que aparecen en blanco pues nunca se escribieron. Guarde este dato que cumple casi 10 años: reducir en 1% el consumo de cocaína en el mundo tiene un costo de 34 dólares por usuario cuando la inversión se concentra en la prevención del consumo. Cuando se lucha contra el tráfico 246 dólares y de 783 cuando se va hacia la erradicación. A veces mirar el espejo retrovisor trae algunos datos ya olvidados. El Plan Colombia, Clinton-Pastrana, se firmó con 1.3 millones de dólares (82 % para el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad,9% desarrollo alternativo,3% para los desplazados,2% reforma judicial y 1% derechos humanos). ¿Y la paz? Menos del 1%.

El Ministerio de Justicia y el Instituto de Medicina Legal revelaron por primera vez la mortalidad asociada al consumo de sustancias psicoactivas. Se mostró que en el periodo de 2013-2020 ,28.541 defunciones fueron asociadas a sustancias psicoactivas. Alcohol, cocaína y marihuana. La cifra de colombianos que en el último año usaron droga es escándalos: 890.526 lo que equivale a 3.75%. Si elegimos los grupos de edad, de 18-24 años es el principal seguido por los adolescentes con 4.8%. Según la modalidad de droga, la marihuana con 8.3% es la más consumida y luego la cocaína con 2%. No entendemos que entre más temprano sea el consumo de drogas mayor problema tendrá el individuo y lo que es más triste solo el 2.6% de los usuarios sintieron la necesidad de buscar o recibir ayuda.

Esto no es retórico, son los datos extraídos de este juicioso estudio y que representa 7 años de observación en esta población susceptible. No es mentira cuando se dice que Colombia además de productor de drogas se convirtió en un país consumidor y con una población altamente vulnerable a que los efectos tóxicos lesionen en forma irreversible su cerebro. No es posible medir el daño de las drogas comparándolos con petróleo o con gas. Estos son elementos diferentes, que cursan otra dinámica y cuya discusión está lejos de estas observaciones.

Sabemos que el mercado de la droga es cada vez más amplio y complejo y guarda profundas repercusiones que caen fácil en el sistema de salud y en el desarrollo social de estos jóvenes. Si en algo debemos ser expertos los colombianos, es en el diseño metodológico y sus conclusiones sobre la adicción especialmente en los muchachos. El círculo es vicioso y con grandes esfuerzos solo unos pocos se pueden mantener distantes de la adicción.

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Remberto Burgos de la Espriella
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