Alcanzar la paz en Colombia ha sido catalogado como una quimera, y todo esfuerzo en la materia ha debido enfrentar la resistencia de un sector de la sociedad que, por las razones que sean, ha logrado perpetuar la guerra en nuestro país. Pero a pesar de ello, y porque la vida está por encima de cualquier discusión, seguimos firmes en la esperanza de lograrla.
Y para esto debemos ponernos de acuerdo y reconocer nuestras diferencias; podemos discutir los distintos modelos de país y reconocernos en nuestros dolores; es tiempo de la concertación, del diálogo y dar espacio a la civilidad, es la exigencia del pueblo colombiano, que juntas partes avancemos con el firme compromiso y en consecuencia de lograr la paz.
Hoy, por primera vez en la mesa de negociación hay un gobierno alternativo que apuesta por una paz integral e irreversible con el Ejército de Liberación Nacional, para así cerrar el ciclo infinito de guerras en el país. Este nuevo empeño recoge las lecciones de anteriores procesos por alcanzar la paz, con sus aciertos y errores, pero a diferencia de estos, nuestra visión se basa en reconocer al otro como parte del problema y parte de la solución, poniendo en el centro a la población, y en especial a quienes padecen los horrores de la guerra. No buscamos una paz ventajosa que doblegue al contradictor, queremos paz para la nación.
Por lo mismo, desde la Mesa reconocemos que la paz no es un proyecto político sino un propósito país, una política de Estado. En este sentido, la Delegación no representa un gobierno sino un amplio espectro de la sociedad con distintas visiones que busca construir caminos conjuntos sin que ningún sector quede marginado.
Y en los diálogos hemos resaltado la importancia de promover la participación, fortalecer la democracia y de construir las transformaciones necesarias para hacer realmente irreversible la paz. Pero no estamos hablando de cambiar el sistema económico, sino de revisar un modelo que se ha desplegado sobre los territorios combinado con economías ilegales, afectando a sus habitantes y al ambiente producto de las confrontaciones y sus múltiples derivaciones. Queremos quitarle tiempo a la guerra para salvar vidas y nuestra biodiversidad. Prueba de esto es que en unos pocos meses alcanzamos acuerdos que en otros procesos tardaron años.
En Venezuela concertamos que lo que se vaya acordando se va implementando, tal como sucedió con la caravana humanitaria en Bajo Calima y Medio San Juan, instancia de las cuales se recogieron más de 300 peticiones, entre ellas el cese al fuego, garantizar la movilidad, esclarecer asesinatos y la participación de actores, entre otras. Estas fueron presentadas en el Plan de Atención y Asistencia Humanitaria, entregado a la vicepresidenta Francia Márquez y con el cual se asume el compromiso estatal para superar las condiciones que afectan dichas regiones.
Y en el marco del segundo encuentro se pactó una Nueva Agenda Para la Paz de Colombia, dentro de la cual se fijaron elementos iniciales para abordar el cese al fuego bilateral y nacional, como marco de coincidencias que permitan bajar la intensidad del conflicto, de carácter temporal, evaluable y recíproco, con mecanismos de veeduría, verificación y monitoreo.
Pero también hablamos de feminizar el proceso, lo que no solo implica crear una comisión de género o transversalizar una agenda por nuestros derechos, sino que las diversas voces de las mujeres colombianas estén presentes. Queremos una paz creadora, ponerle corazón a la negociación y recoger elementos desde inteligencias diferentes, logrando la participación real de las mujeres en cada punto de la agenda.
Y para finalizar, quiero hacer un llamado a millones de colombianas y colombianos a recuperar el movimiento por la paz, a reactivarnos, movilizarnos y rodear la paz total. No en vano hemos estado para defender con ímpetu el gobierno que quisieron sacar injustamente de la Alcaldía de Bogotá o para defender como pueblo unido el sí en el plebiscito; y no es un asunto menor, fruto de la movilización hemos logramos darle un giro político sin precedentes a la historia de nuestro país. Con un amplio movimiento por la paz debemos exigirle a quienes insisten en la guerra que desistan para que el ruido de las balas le de paso a la voz de la gente, a la democracia y al debate con argumentos.
Decía el Gabo, que quienes vivieron la violencia y tuvieron vida para contarla, no se dieron cuenta de que la novela no quedaba atrás sino que la llevaban dentro suyo. En este sentido, las generaciones que hemos crecido en este país inevitablemente somos hijos e hijas de la guerra. Lograr una Colombia en paz será en juntanza, el mayor legado
En estas claves radica nuestro compromiso con la paz, las que como conjunto cimentan los caminos hacia la paz integral e irreversible. No nos levantaremos de la mesa hasta alcanzarla.