Para nadie es un secreto la facilidad con la que los niños se conectan entre sí. Un simple “¿Quieres jugar?” es suficiente para iniciar una amistad. Pero, ¿qué pasa cuando esas amistades no suman, sino que restan?
La infancia es una etapa mágica, pero también una de las más vulnerables. Es ahí donde se construyen los primeros vínculos fuera del núcleo familiar, y esas relaciones no son cualquier cosa: son la brújula que empieza a trazar su camino social. Sin embargo, no todo amigo es un buen compañero de ruta. Muchas veces, los niños, en su inocencia, terminan cerca de quienes los alejan de su potencial o incluso los ponen en peligro.
Es importante entender que no estamos demonizando a ningún niño. Todos, sin excepción, tienen derecho a ser guiados. Sin embargo, también debemos ser claros: una amistad sana no es aquella que manipula, agrede o mete en problemas. Enseñarles esto a nuestros niños no es prohibirles relacionarse, sino brindarles herramientas para que elijan mejor.
He visto cómo algunos niños se sienten atrapados en amistades que no los hacen felices. ¿La razón? Piensan que decir “no” es egoísta o que perderán aceptación si se alejan de ciertos comportamientos. Pero aquí es donde los adultos jugamos un rol crucial. Tenemos que enseñarles que la verdadera amistad nunca obliga, manipula o amenaza. Un buen amigo es quien celebra sus logros, respeta sus límites y, sobre todo, los cuida.
Profes, papás: No podemos subestimar nuestra influencia. Hablar con nuestros niños sobre lo que significa una amistad sana puede marcar la diferencia. Hagámoslo de forma cercana, sin sermones ni críticas. Preguntemos: ¿Cómo te sientes con este amigo? ¿Qué te hace feliz de su compañía? ¿Hay algo que te incomode?
También es nuestra responsabilidad fomentar espacios donde puedan conocer a otros niños que compartan valores similares. No se trata de controlar cada paso que dan, sino de guiarlos con amor. Un niño que sabe reconocer una mala influencia y que tiene la confianza para apartarse de ella es un niño que está aprendiendo a valorarse.
A los niños que me leen, quiero decirles algo: ustedes son más fuertes e inteligentes de lo que creen. No necesito decir sí a todo para ser querido. Si un amigo los hace sentir mal, los mete en problemas o no respeta lo que ustedes quieren, no significa que ustedes estén mal. Simplemente significa que ese amigo no es el indicado para ustedes.
La amistad es uno de los tesoros más valiosos de la vida. Elegir bien no es fácil, pero es posible. Cuidemos a nuestros niños y ayudémoslos a rodearse de amistades que los hagan crecer, porque ellos, al igual que las flores, florecen mejor cuando están rodeados de buena compañía.
