Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Absténgase de provocar a Israel

Creo que solo hay dos personas en el mundo que se oponen a la existencia del Estado palestino: el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y el líder Hamás, Yahia Sinwar… Bueno, para hablar con propiedad, ellos dos y sus correspondientes acólitos. Por lo demás, existe un consenso generalizado sobre la necesidad y la justicia de Palestina como Estado. Pero no en este momento sin una población estable, sin un Gobierno con el monopolio de fuerza, con las facciones palestinas enfrentadas, y sin unos límites definidos.

Pero, recordémoslo porque en el conflicto de Oriente Medio como en tantas otras cosas, muchas veces los árboles no dejan ver el bosque. Estamos asistiendo desde el salón de nuestras casas diariamente a unas escenas devastadoras en la franja de Gaza, es cierto; y con ellas a una reacción desproporcionada de Israel por el ataque que sufrió el 7 de octubre del pasado año, también es cierto. Sin embargo, resulta pertinente a esta alturas preguntarse por qué en las protestas y manifestaciones sobre lo que allí pasa, no se pide también la liberación de los rehenes en manos de Hamás para poner fin a esa carnicería.

El foco de analistas, políticos y manifestantes se centra en la destrucción de Gaza; y Hamás es como si no existiera, como si no fuera quien manda en ese martirizado territorio y como si no fuera la organización que ha puesto de escudo a la población civil. ¿En cuántos de esos análisis diarios se menciona a Yahia Sinwar o a Ghazi Hamad? ¿Y quién es, por cierto, Ghazi Mamad? El portavoz de Hamás quien, al poco de ocurrido el ataque del 7 de octubre, aseguró a un canal de televisión árabe que harían aquello cuantas veces fuera necesario, “Israel no tiene cabida en nuestra tierra. Tenemos que eliminar ese país”. 

Hamás es, pues, también parte fundamental del problema y su obstinación en la desaparición de Israel es uno de los escollos para una solución pacífica del conflicto. Se diría que con el ataque del pasado otoño a Israel Hamás ha logrado centrar la atención de la opinión internacional, obviando las aberraciones cometidas por los integrantes de los comandos de ataque a Israel. País en el que  no todo mundo apoya el despliegue despiadado de Netanyahu sobre Gaza, hay manifestaciones pidiendo elecciones que barrería al primer ministro, y hay una facción moderada que cree en la existencia de dos Estados.

En este panorama tan complejo uno de los episodios de sobreactuación más inoportunos que hemos visto en estos días ha estado a cargo del Gobierno de España. La vicepresidente, Yolanda Díaz, haciendo suyo el lema de los palestinos más irredentos —“del río al mar”— tuvo el desparpajo de soltarlo en una intervención grabada para medios audiovisuales. No se trató de una improvisación  ni de un lapsus, fue algo muy consciente y que, refiriéndose a este conflicto, equivale a lo dicho por el arriba citado Ghazi Hamad. Traducido para quien no lo entienda, ese lema significa que Palestina debe ir del río Jordán hasta el mar. Dicho en otras palabras, que Israel debe desaparecer. La obligaron a desdecirse. Pero la palma se la lleva el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, a quien va dedicado el título de esta columna. 

Sí, absténgase de provocar a Israel y si ya lo hizo, prepárese. Esta advertencia, que no le haría falta a cualquier persona medianamente sensata, se la saltó esta semana Pedro Sánchez, a quien, como buen jugador de póker político, le van las apuestas fuertes: reconoció a Palestina en medio del actual conflicto por mera estrategia en asuntos domésticos. Es cierto que también lo hicieron los gobiernos de Irlanda y Noruega,  pero fue Sánchez quien estuvo de peregrinación por Europa tratando de convencer a sus colegas que lo acompañaran en ese reconocimiento, y envió a su ministro de Exteriores a Estados Unidos con el mismo recado, y en ninguna de las más importantes cancillerías occidentales —París, Berlín, Washington— le hicieron caso. 

Todos están de acuerdo en la creación de un Estado palestino, pero la cosa hoy resulta poco factible en la práctica en las condiciones establecidas por la ONU en 1967 (un territorio que abarque Gaza y Cisjordania, unidas por un corredor que atraviese la zona israelí), y menos en plena guerra,  y todavía menos por oportunismo político como hace Sánchez, queriendo atraer votantes de izquierda para unas elecciones al Parlamento europeo el 9 de junio que son cruciales en España. 

Hoy, el presidente del Gobierno español debe estar en la mira del Instituto, como suelen llamar en medios de inteligencia al Mossad, y en la mira de las demás agencias israelíes de seguridad y espionaje. Su teléfono, y los de sus ministros de Interior y Defensa, fue hackeado hace algún tiempo, al parecer por los servicios de inteligencia marroquí, con un software israelí. A ver qué le encuentran. Ésos son como los médicos: ellos buscan, y algo encuentran siempre. Y peor aún, Israel nunca olvida.

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